viernes, 10 de junio de 2022

EL EXPERTO

(Publicado en Diario16 el 9 de junio de 2022)

Sigue dando que hablar el lapsus, patinazo o metida de pata hasta el corvejón de Núñez Feijóo en el Senado. El hombre se estrenaba en el Senado en un cara a cara con Sánchez y cuando parecía sentirse más cómodo en el área que supuestamente mejor domina –la economía– incurrió en un disparate que lo ha retratado, nacional e internacionalmente, como un ágrafo en números. “¿Por qué nos endeuda usted 210 millones de euros más de deuda pública cada día? (…) Ya estamos pagando la prima de riesgo a 250 puntos, la más alta desde verano del 2014”, soltó el dirigente del PP dirigiéndose al presidente del Gobierno.

Al momento, sus señorías despertaron del letargo, consultaron un par de páginas en Google y cayeron en la cuenta de que el dirigente popular había incurrido en un error de bulto al confundir la prima de riesgo, que se mantiene más o menos estable, con el tipo de interés. Tal como era de esperar, sus enemigos políticos aprovecharon para echársele encima y de paso para dar por muerto y enterrado el “efecto Feijóo”. La vicepresidenta Calviño le afeó sus conocimientos económicos de brocha gorda, aconsejándole que se rodee de “mejores asesores”, mientras que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, le acusó de “usar mentiras” en sus discursos económicos.

Por Cicerón sabemos que no todo error debe calificarse de necedad. Si cada vez que un político cometiera un fallo lo crucificáramos vivo, la Carrera de San Jerónimo parecería la escena final de Espartaco. Pero más allá de exageraciones interesadas y de rifirrafes parlamentarios, sí que conviene poner la lupa en el personaje, mantenerse ojo avizor, al loro y espíritu crítico, para que no nos la vuelva a colar otra vez.

Desde que llegó a su cargo en sustitución del defenestrado Casado, Feijóo ha hecho de la política económica el eje central de su operación para intentar acabar con el Gobierno. Cada vez que se planta en un púlpito institucional o periodístico nos abruma con datos sobre las cosas del comer. Él, desde luego, juega con que nadie tiene tiempo ni ganas de contrastar y ver si es cierta cada regla de tres o cada estadística que coloca a los españoles, que bastante tienen ya con cuadrar sus cuentas domésticas para llegar a final de mes. Así, cuando queda en la radio con Carlos Herrera o Alsina, Feijóo se siente cómodo echándonos tesis doctorales, a diestro y siniestro, sobre la subida de precios, los impuestos, la deuda pública, el paro, los salarios, la balanza comercial, el fraude tributario (eso ya le interesa menos, al PP le gusta que el dinero fluya sin control) y otras cuestiones económicas que parece dominar a la perfección. Poco a poco, y en apenas unos meses, se ha construido el personaje del experto, del enterado, del economista preparado, sesudo y solvente que tras su impecable traje caro controla totalmente las leyes de la oferta y la demanda. Él pretende que los españoles lo vean como al nuevo Milton Friedman, al nuevo gurú del liberalismo globalizante. Un matemático, un mago de las finanzas, uno de esos gestores chanchulleros que cuando llega la hora de cumplir con Hacienda se saca de la manga un par de bonificaciones y exenciones para aliviar la declaración de renta del pobre y machacado contribuyente.

Feijóo pretende labrarse la imagen de nuevo milagrero de la economía española capaz de convertir las piedras yermas que está dejando el sanchismo en abundantes panes y peces. El líder del PP vende duros a cuatro pesetas y Estado de bienestar sin pagar ni un solo impuesto, o sea el viejo cuento del “milagro español”, como en su día dijo Rodrigo Rato, que miren ustedes cómo (y dónde) acabó. De una forma o de otra, la derecha española siempre acaba vendiendo el mismo humo, el mismo plan económico agotado: desarrollismo franquista desbocado que esquilma el medio ambiente, liberalización del suelo para beneficio de la banca y los fondos buitre y pelotazo a manos llenas. El principio elemental del reparto de la riqueza no se contempla salvo para cuatro palafreneros que pululan cerca del poder mientras el pueblo se queda con la bandera raída y el patriotismo añejo, aunque de eso no se coma.

El gran Peter Ustinov, maestro de los escenarios, decía que todo el mundo comete errores, pero la clave está en cometerlos cuando nadie nos vea. Feijóo es un actor que se ha hecho un lío con el guion en medio de la obra. Sinceramente, nos gustaría pensar que este primer traspié del jefe de la oposición en el Senado ha sido solo eso, el típico borrón que echa hasta el mejor de los escribanos, un incidente aislado, un desliz o gazapo sin importancia que no se volverá a repetir porque el prodigioso ilusionista del parné no se equivoca nunca y tiene perfectamente controlada la chistera de la que va sacando sus conejos imposibles para rescatar a España de la crisis. Pero no nos fiamos. Confundir la prima de riesgo con el tipo de interés es un pegote demasiado gordo como para dejarlo pasar como si nada. Ni un alumno tripitidor de la ESO incurriría en semejante equivocación.

Hoy, quizá por influencia de los medios de comunicación que nos machacan a todas horas con noticias económicas que antes solo estaban en las páginas salmón, cualquiera se sabe al dedillo el abecedario del dinero. Basta con subirse a un taxi para recibir una clase magistral sobre los vaivenes del euro mucho mejor explicada de lo que lo hace el dirigente del PP. A Feijóo le han pillado en un grave renuncio que ni un alumno de primero de empresariales. No nos pregunten qué, pero algo en este hombre huele a impostura, a mala interpretación del Actors Studio genovés, a eficaz embaucador de las masas rabiosas con el socialismo sanchista. A partir de ahora examinemos con lupa cada cosa que diga y haga. No vaya a ser que nos meta pescado podrido otra vez.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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