(Publicado en Diario16 el 27 de mayo de 2022)
Fue un mal día para el patriarcado machirulo. El Congreso de los Diputados aprobó ayer la ley del “solo sí es sí”, un paso histórico en la defensa de los derechos de la mujer. A partir de ahora violadores y manadas lo tendrán mucho más difícil a la hora de irse de rositas de un juzgado tras atacar a una mujer. “Solo se entenderá que hay consentimiento [sexual] cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona”, reza el nuevo texto legal. De esta manera, la legislación penal española se adapta a lo establecido en el Convenio de Estambul y se pone a la altura de otros países como Gran Bretaña o Suecia, donde hace ya tiempo que rige la necesidad del consentimiento en positivo de la mujer a la hora de mantener cualquier tipo de contacto sexual.
Por si fuera poco, las víctimas ya no tendrán que acreditar que ha habido violencia del agresor ni que se han resistido más allá de los límites del valor. Atrás quedan sentencias bochornosas (dictadas por hombres y mujeres) que exigían una resistencia heroica de la agredida –incluso poniendo en peligro la propia vida–, para que quedara probada la violación cuando eran abordadas por algún depredador. Desde este momento cualquier atentado a la libertad y la integridad física o psíquica será considerado una agresión sexual, no un simple abuso con pena atenuada o reducida. Pero hay más, se protege a la mujer durante los juicios (ya no tendrán que declarar cara a cara ante su verdugo, ahorrándole un segundo calvario tan horrible como el primero); se crean centros 24 horas de atención a las víctimas; y se obliga al violador a realizar cursos de educación y terapia para superar su machismo criminal. Que hayamos tardado más de cuarenta años en adaptar nuestro ordenamiento jurídico a estos mínimos esenciales habla de la baja calidad de la democracia que hemos padecido.
En cuanto a los piropos, esa costumbre tan española, según las derechas, y que con la nueva ley son susceptibles de multa, merecen capítulo aparte. Han sido demasiados siglos de vejaciones verbales contra la mujer, demasiado tiempo escondiendo situaciones de acoso flagrante socialmente aceptado bajo la apariencia de la supuesta galantería, lisonja o halago a la belleza femenina. Se acabaron los malos trovadores de la seducción, los horteras de la lírica callejera, los rapsodas y rimadores acostumbrados a echarle flores en plena calle (la mayoría de las veces ofensivamente) a la mujer que va a sus cosas y no desea que la molesten. Aquel que se crea un nuevo Bécquer o un nuevo Pablo Neruda que junte ripios en su casa en sus ratos libres y los envíe a un concurso literario para probar suerte. Una mujer no tiene por qué aguantar a los pelmazos del falso galanteo, ligones furtivos y salidos de la pseudopoesía erótica de andamio, gore o de serie B, que a menudo atraviesan la frontera para adentrarse en el territorio del acoso intolerable y el atentado a la intimidad. La ley dice no es no al amor franquista y a los coplistas del mal gusto licenciados en la escuela del método de Manolo Escobar. Curiososamente, a ninguno de ellos se le ocurre recitar versos por Machado –como aquello de “arde en tus ojos un misterio, virgen esquiva y compañera”–, o por Hernández –“cerca del agua te quiero llevar, porque tu arrullo trascienda del mar”–, lo que al menos les salvaría de quedar como lo que son, unos perfectos idiotas. Por lo general, el piropeador vuelca su frustración sexual y cultural en la mujer y esa falta de sensibilidad estética, esa falta de pudor para entender que se está haciendo el ridículo, es el peor de los crímenes.
Ayer, durante el trámite parlamentario de la nueva ley, la diputada de Vox Carla Toscano hizo todo un alegato en defensa del piropo al reivindicar sonetos casposos de dudosa procedencia y calidad como “dime cómo te llamas y te pido para reyes” (tratando a la mujer como una muñeca hinchable) o “eso es un cuerpo y no el de la Guardia Civil” (mezclando fascismo militarista con presunto romanticismo, que ya hace falta ser tonto). En su nostalgia por el casticismo antiguo, a Toscano solo le faltó defender piropos mucho más porno y hardcore, como “eso es carne y no lo que le echa mi madre al cocido” o “quisiera ser mariachi para tocarte la cucaracha”. Patético el nivel político, intelectual y cultural de esta gente de la extrema derecha.
A la señora Toscano le da pena que “el odio a la belleza y al hombre” del Gobierno “nos hagan perder esas muestras de admiración e ingenio”. Hace falta estar muy fuera de tu tiempo y de la realidad para querer ver talento en el lenguaje del machismo imperante. Todo lo malo vuelve, también el casticismo reaccionario, esas expresiones sociales, formas de hablar y malos modales que con la excusa de recuperar el supuesto “carácter nacional español” imponen un total desprecio por la mujer. El piropo es la mala poesía amorosa del fascismo. En una democracia moderna y avanzada, lo castizo no puede convertirse en norma, ya lo dijo Ortega y Gasset.
“Este es hoy un mejor país para las mujeres”, sentencia muy acertadamente Irene Montero, que con esta ley pone a la mujer en el lugar que se merece frente a aquellos que quieren sexualizarla y fetichizarla para satisfacer sus deseos más primarios. Solo PP y Vox votaron en contra. No se puede ser más troglodita.
Viñeta: Pedro Parrilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario