viernes, 10 de junio de 2022

EL OBISPO MITINERO


(Publicado en Diario16 el 6 de junio de 2022)

La Iglesia católica ha entrado en campaña, a saco, de cara a las andaluzas. En su homilía del Rocío (un mitin más que un sermón a la parroquia) el obispo de Huelva, Santiago Gómez Sierra, ha expuesto el programa más nacionalcatolicista, reaccionario, franquista y ultra que se recuerda. Monseñor entiende que los andaluces católicos pueden votar “a diferentes partidos”, siempre que no pierdan de vista a aquellos que mantienen “afinidades o incompatibilidades” con los principios morales de la Iglesia en asuntos como el aborto, el matrimonio homosexual o la eutanasia. O sea, que de una forma o de otra, el prelado está sugiriendo el voto, no ya para el PP (hasta donde se sabe Juanma Moreno Bonilla no está en contra de ninguno de esos derechos cívicos conquistados) sino para Vox.

Está claro que Gómez Sierra lleva un político dentro, de modo que quizá debería colgar los hábitos y dar el salto a la vida pública, que parece que es lo que le motiva. Seguro que Macarena Olona le busca una carguete en San Telmo, ahora que el despacho del juez Serrano está vacante. Formación del Espíritu Nacional le vendría como anillo de obispo al dedo. Así podría hablar de todo sin necesidad de disimular ni de disfrazarse de ministro de Dios que ama a todos los hombres por igual (se nota a la legua que a unos, los buenos españoles, los ama más que a otros).

La intervención del polémico obispo de Huelva vuelve a reabrir el viejo debate sobre si la curia tiene derecho a tomar parte o no en las cuestiones políticas de actualidad. Por supuesto que un sacerdote, cualquiera que sea su rango y jerarquía, puede exponer en el púlpito y en los altares la doctrina oficial de la Iglesia sobre los diferentes temas que preocupan a la sociedad. Un cristiano que va a misa ya sabe a lo que va y es perfectamente consciente de que el cura igual le va a cascar la Primera Carta de San Pablo a los corintios que el programa de Vox a palo seco sobre protección y ayuda familiar, terapia psicológica para gais, expulsión en caliente de menas y las últimas medidas económicas para frenar el intervencionismo comunista estatal. Al tratarse de una congregación privada se entiende que los miembros que acuden a los diferentes actos litúrgicos están de acuerdo con las pláticas y diatribas que allí se sueltan, ya sea el adoctrinamiento religioso, el político o el deportivo, y al que no le guste que no vaya o se haga mahometano, budista o testigo de Jehová. Ya se sabe que la Iglesia, cada día más, funciona como una especie de secta donde no se admite la disidencia ni interpretaciones libres del dogma.

Ahora bien, siendo cierto que el obispo tiene pleno derecho a arengar a su grey para orientarla en el voto (convirtiendo su parroquia en una especie de sucursal del partido ultra de turno) cabe preguntarse si una televisión pública pagada por todos los andaluces como es Canal Sur debe retransmitir un acto de burda propaganda electoral camuflado entre un padrenuestro y un avemaría, o sea el evangelio del nuevo mesías salvapatrias Santi Abascal. Si de lo que se trata aquí es de convertir los programas de Canal Sur en la cadena COPE televisiva de la Iglesia que lo adviertan en los títulos de crédito, que pongan el cartel del NO-DO antes de la retransmisión del Rocío o que avisen a los espectadores de lo que van a ver. Una buena idea sería abrir la programación rociera con una potente rojigualda con el pollo ondeando victorioso mientras suena el glorioso himno nacional. Así todos los andaluces sabrían a lo que atenerse y podrían cambiar de canal en su caso (cualquier programa, hasta el Sálvame de Jorjeja, será mejor que el sermón del ala franquista de la Iglesia).

Que a un mitrado se le preste la tele gubernamental para despotricar contra el aborto viene a confirmar que aquí, hoy por hoy, de Estado aconfesional nada de nada, sino que hemos retrocedido no ya cuarenta años, sino ochenta, hasta los días en que la curia eclesiástica llevaba bajo palio al dictador. En su sermón, Gómez Sierra ha defendido la familia como esa “unión estable entre un hombre y una mujer abierta a la vida” (las otras formas familiares quedan automáticamente excluidas, si no excomulgadas), así como una enseñanza pública con mucha religión y poco Darwin. En pocas palabras, lo que vino a hacer monseñor fue atizar el programa de Vox a los andaluces y que cada palo aguante su vela.

Ya dijo Jesús que no se puede servir al mismo tiempo a Dios y al César. No se puede estar en misa y repicando votos para Santiago Abascal. O una cosa o la otra. No es buena noticia que la Iglesia católica se implique en una campaña electoral hasta pedir el voto para los suyos en la tele de Moreno Bonilla, como tampoco lo es que un cura acepte dedicarle una misa en exclusiva a un batallón del Ejército de Tierra que se salta unas maniobras militares para darse una vueltecita por el Valle de los Caídos y darle un homenaje con rezos y plegarias al dictador. Pero todo eso que en cualquier otro país europeo avanzado y civilizado sería motivo de escándalo y sonrojo democrático, en esta España nuestra se sigue aceptando y viendo como algo normal. Con el paso del tiempo se ve cada vez más claro que la Transición fue un cuento muy bien contado, pero incompleto, porque a la hora de la verdad, de facto, el Estado español sigue siendo tradicional, apostólico y romano como en tiempos del absolutismo y de Fernando VII. No hicimos la revolución liberal e ilustrada a tiempo y hoy pagamos las consecuencias. El obispo de Huelva impone el Dios fascista sobre el Dios rojo. No hemos salido de la santa cruzada nacional. Por mucho que dijese Azaña, España nunca ha dejado de ser católica.

Viñeta: Igepzio

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