viernes, 10 de junio de 2022

UN SEÑORITO DE CASTILLA

(Publicado en Diario16 el 26 de mayo de 2022)

Los castellanoleoneses ya saben quién es Juan García-Gallardo, el muchachito grosero y gamberro de Vox colocado a dedo por Mañueco en la vicepresidencia del Gobierno regional. Todo el mundo ha tenido la oportunidad de ver al monstruito en acción, en estado puro, sin conservantes ni aditivos. Un señorito chuleta, envarado y faltón que no sabe nada sobre nada pero que es una máquina de soltar mil embustes e insultos por minuto. Un tipo que practica el matonismo con la prensa no afecta al régimen, que piensa que en las escuelas se enseña el Kamasutra a los niños, que se burla cruelmente de los discapacitados y que por lo visto debe creer que una colonoscopia es una fotocopia de un retrato de Colón. Ya sabíamos que Vox desdeña la ciencia (son negacionistas de la pandemia, de la mascarilla y de las vacunas) pero comprobar cómo el sujeto trata de humillar en público a un rival político (Francisco Igea), solo porque es médico y se dedica a salvar vidas detectando tumores precoces, produce una pena inmensa por el nivel de degradación y brutalismo al que ha llegado la democracia española.

Ya no cabe ninguna duda. La extrema derecha ha convertido la política española en un fumadero de opio alucinógeno y estupefaciente. Mientras Gallardo soltaba sus cagaditas dialécticas en la Asamblea Regional (esa que quiere abolir porque no cree en el Estado autonómico descentralizado), Macarena Olona –“Macarena de Salobreña”, como se define la diva en plan personaje del Quijote–, convertía el Congreso de los Diputados en un hediondo cabaret. Ver cómo denigraba a Félix Bolaños llamándolo “ministro Perejil”, sin dar ni una sola explicación convincente sobre su polémico empadronamiento, sin hilvanar ni una sola idea brillante, producía sonrojo y desolación. ¿Cuarenta años de trabajada y sufrida democracia para terminar en una fauna de marcianos grotescos llegados de algún lugar del espacio exterior? ¿Pero de dónde ha salido tal recua huraña y mal educada, por qué destilan tanto odio, quién les ha metido en la cabeza tantas ideas propias de trogloditas sin civilizar? “Toda forma de desprecio, si interviene en política, prepara o instaura al fascismo”, eso lo sabemos por Camus.

“A mí no me ha sorprendido, aquí hay mucha gente sorprendida de que el portavoz y vicepresidente de Vox sea de Vox. Es lo que son”, alega Igea tras ser vilipendiado por Gallardo. “Ha quedado claro lo que es Vox, no espero reacción alguna por parte del presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, pues es el culpable de que estos señores estén en el Gobierno”, se lamenta la procuradora socialista Noelia Frutos, una mujer con discapacidad a quien el vicepresidente regional voxista vejó sin piedad al dirigirse a ella “como si fuera una persona como todas las demás”. Pocas veces se ha escuchado algo tan desalmado e inhumano en un parlamento democrático.

Lo más penoso de todo no es lo que hemos visto y escuchado en las últimas horas, sino todos los días que nos quedan por delante, todas las semanas, todos los años, todas la sesiones de control, todas las comisiones y todos los plenos plagados de escarnio al otro, de risitas nerviosas, de idioteces, de majaderías de niñatos de colegio mayor y de insolencias varias que nos quedan por oír por boca de estos mediocres que han llegado a la política para hacer el tonto, para exhibir sus modales soeces y para reírse ellos mismos de sus gracias con poca gracia. Se creen muy duros y muy de derechas, pero no dejan de ser unos fantoches de medio pelo que no dan miedo a nadie. Hasta para ser fascista hay que tener un estilo, una pose, un empaque que ellos no tienen porque no dejan de ser malas imitaciones de Blas Piñar. Como nunca han leído nada –ni siquiera los textos de los suyos, de José Antonio, de Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo–, no han caído en la cuenta de que están haciendo el ridículo. Ninguno de ellos tiene el piquito de oro de aquellos viejos falangistas que cuando hablaban temblaba el mundo. Estos caricatos de poca monta salidos de la escuela trumpista no dejarán ni una sola frase para la historia de España porque vienen incultos, ágrafos y sin talento para la política. Steve Bannon y otros charlatanes del coaching barato les han llenado la cabeza de pájaros, mayormente el canario azul de Twitter, que creen dominar aunque tampoco, ya que escriben los tuits pegándole patadas al diccionario.

Alguien de la familia les dijo, cierto día infausto, que valían para esto; algún pariente los animó a tirarse al rollo de la retórica porque había un carguete en juego y un sueldecillo asegurado; algún amigo los convenció para echarse al ruedo de la democracia solo porque una vez habían soltado un mitin muy aplaudido por cuatro vecinos de su pueblo. En realidad, han terminado aquí de rebote, el despacho de abogados les quedaba grande y trabajar es de obreros. ¿Para qué dar el callo si la democracia te lo ofrece todo gratis? Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, decía Delibes.

Es cierto que ya han logrado engañar a un puñado de millones de votantes y que las encuestas no les van tan mal. Pero eso no tiene ningún mérito si tenemos en cuenta que quienes les han prestado el voto son indignados con el sistema, empobrecidos con la crisis, desahuciados sin futuro y desencantados con todo, con la izquierda que los ha traicionado tantas veces, con el Estado de bienestar que ni es bienestar ni es nada, con los partidos instalados en el establishment. Toda esa gente furiosa vota ya por puro odio y si mañana quitan a Olona de las listas al Parlamento de Andalucía y colocan a un mono de Gibraltar, empadronándolo antes en Graná como a cualquier otro paracaidista, Vox seguiría sacando el mismo número de escaños.

Sin valores no vamos a ninguna parte. Sin respeto todo está perdido. La democracia vive sus últimos estertores entre los exabruptos y las chabacanerías de una cuadrilla de gamberros. Pandilleros, tabernarios y callejeros, ya lo dijo Ayuso.

Ilustración: Artsenal

No hay comentarios:

Publicar un comentario