viernes, 10 de junio de 2022

LAS ANDALUZAS

(Publicado en Diario16 el 30 de mayo de 2022)

Las últimas encuestas dan una victoria holgada del PP (39 por ciento de los votos, 15 puntos de diferencia respecto al PSOE), en las elecciones andaluzas. El mejor resultado de la derecha en toda su historia en un feudo que secularmente fue rojo, andalucista y antiseñorito. Alguien en la izquierda no está haciendo bien su trabajo. El candidato que presenta el PSOE, Juan Espadas, está totalmente convencido de que los sondeos dicen una cosa y la calle otra. “Yo no estoy aquí para pelearme con las encuestas, vamos a ver qué dice Andalucía el 19 de junio”, alega. Es decir, que cuando las cosas no vienen bien dadas y la sombra del batacazo asoma peligrosamente, la única táctica que se les ocurre es decir que la demoscopia falla y que los profesionales estadísticos no se enteran.

Mal va el PSOE si el único argumento que le queda es negar los números que se presentan con una verdad tan dramática como incontestable. Habrá que estudiar con calma estos inquietantes sondeos porque revelan muchas más cosas de las que dice y de las que calla Espadas. Afrontar unas elecciones con confianza y dando la imagen de ganador (aunque todo sea pura pose) es indispensable para cualquier candidato que acude a las urnas. Pero caer en la autocomplacencia, en los recuerdos gloriosos de un pasado que jamás volverá y en el negacionismo de la matemática electoral no deja de ser el primer paso hacia el descalabro. En el PSOE hace ya tiempo que huelen a muerto. Aunque en público jueguen al dientes dientes, en privado hay ambiente de pesimismo. Y sin embargo, nadie hace nada. En lugar de reaccionar y de lanzar propuestas imaginativas capaces de seducir al electorado desmovilizado de izquierdas, siguen quedándose quietos en las trincheras, tembloroso fusil en la mano y mirando al cielo con cara de susto preguntándose cuándo caerá la bomba.

De confirmarse los augurios demoscópicos, el PSOE habrá obtenido el peor resultado de la historia frente a una derecha que avanza como una apisonadora. ¿Qué ha ocurrido para que se haya dado la vuelta a la tostada andaluza en apenas unos años? Evidentemente los factores son múltiples. Nunca un enfermo muere de un solo mal. En primer lugar, ha calado la idea de que el PSOE se ha “caciquizado”, derechizado, tras décadas en el poder. El enchufismo clientelar ha existido, claro que ha existido, tanto en la función pública como en la empresa privada que trabaja con la Administración. A los socialistas se les ha pegado la pestilencia de la corrupción al traje y no saben cómo quitarse el aroma de encima. La extrema derecha, con una agresiva y violenta campaña sustentada en cuatro bulos sobre el chiringuito pesoísta y los subsidios agrarios (más la guerra cultural y el viva España) ha terminado de hacer el resto.

La sombra del escándalo de los ERE –la inmensa red corrupta que funcionó durante décadas en la Junta de Andalucía y los sindicatos– se ha convertido en una losa imposible de levantar, un episodio histórico letal para los socialistas andaluces. La primera sentencia de esta macrocausa ha cuantificado el fraude en 680 millones de euros solo entre 2000 y 2009. Pero faltan otros ejercicios por auditar y el agujero podría ascender a más de mil kilos. Ningún partido que se haya visto envuelto en algo tan monstruoso como promocionar a una casta de aprovechados de la democracia puede pretender que el electorado mire para otro lado y siga votándoles con la pinza en la nariz con el único argumento de que viene el lobo nazi. Solo un político con una fuerza y un carisma arrollador podría levantar semejante maldición y Espadas no parece ese hombre. Él se vanagloria de haber arrasado en Sevilla aprovechando la ola roja del 15M, los “ayuntamientos del cambio”, el plan de rescate de personas contra la crisis y Obama como nuevo míster Marshall con un pan bajo el brazo que nunca llega. Hoy no queda nada de todo aquello.

Pero hay otras causas que han hecho mucho mal a la sucursal andaluza del PSOE hasta sumirla en una decadencia que elección tras elección se revela cada vez más preocupante. El susanismo nefasto ha quedado grabado en la memoria. El pulso de Susana Díaz a Pedro Sánchez y las políticas que llevaron a la práctica, que no se diferenciaron demasiado de las que hace la derecha, terminaron por arruinar la marca. Rencillas intestinas y traición a la izquierda formaron un cóctel demasiado venenoso. Hoy Díaz (que ya no es nadie en el PSOE) sigue echando sus sermones políticos en cierto programa de televisión, esta vez como acomodada tertuliana, lo cual encabrita todavía más a las masas rabiosas con el establishment, esas que votan extrema derecha por pura rabia y porque no perdonan que un político se dedique a sus cosas cobrando un caché mientras el paro, la inflación, la precariedad laboral y los salarios tercermundistas causan estragos en el pueblo. Los andaluces le han cogido manía a una señora que no ha hecho una sola peoná en su vida y a la que identifican con el PSOE de siempre. ¿Es la expresidenta la única culpable de una situación económica que también puede atribuirse a las políticas neoliberales de Moreno Bonilla? Probablemente no, pero la crisis del socialismo estalló con ella en el poder y como no se va ni con lejía sigue removiendo mucha bilis.

Ante el hundimiento del PSOE el votante de izquierdas ha buscado soluciones. Unidas Podemos emergió como una seria alternativa, pero el desgaste en el Gobierno de coalición y las propias trifulcas entre familias andaluzas (aquello parece el gallinero de los frentes judaicos de La vida de Brian) han terminado por pasarle factura. Las peleas intestinas han terminado por enfurecer aún más a las masas obreras, que ahora miran al PP, también a Vox. De momento parece que el efecto Feijóo fascina más que el discurso duro de Abascal y ese tirón lo está aprovechando Moreno Bonilla. Si las encuestas aciertan, puede que los populares ni siquiera necesiten a la extrema derecha para formar gobierno (ya suman más que todo el bloque de la izquierda junto). El populismo folclórico de Macarena Olona, que llegó a vestirse de faralaes para parecer más flamenca que nadie en la Feria de Abril, tampoco engatusa a los andaluces. Vox llegó para dar miedo y están dando risa. El andaluz, que lleva un Séneca dentro, se ha olido la estafa ultra y el proyecto lepenista español no carbura como pensaba Abascal.

A las puertas de las elecciones cabe preguntarse si Juan Espadas, el hombre tranquilo, el perfil sereno, el líder centrista, era el hombre idóneo para este histórico envite. En Madrid ya se vio que ese tipo de candidato que no se baja al barro, encarnado por Ángel Gabilondo, estaba abocado al fracaso. En plena polarización política, con España enfrentada en dos bloques en las redes sociales, ni es el tiempo ni la coyuntura política para candidatos de aparato, de perfil bajo, de maneras tibias y formas institucionales. La izquierda necesita de líderes audaces (melenchonistas) que pongan impuestos a los ricos, medidas estatales contra la inflación, intervencionismo social y un mejor salario para las clases obreras. Más izquierda, o sea. El previsible batacazo del PSOE andaluz puede ser el primer gran naufragio electoral de Sánchez y de la izquierda en general. Esto huele a crisis de Gobierno, incluso a adelanto de elecciones.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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