lunes, 20 de junio de 2022

LA TORRIJA DE JUAN MARÍN

(Publicado en Diario16 el 14 de junio de 2022)

Inés Arrimadas cree que el Gobierno PP/Ciudadanos ha sido “el mejor de los últimos cuarenta años de historia” en Andalucía. El “Gobierno del cambio”, lo denomina en un delirio que ni ella misma se cree. ¿Pero qué cambio ni qué niño muerto si en aquella bendita tierra andaluza las cosas van cada día peor? A Moreno Bonilla le brotan manifestaciones como setas y cada cuarto de hora: los bomberos, las enfermeras, los maestros, los forestales, todos los gremios están que trinan con ese supuesto Gobierno del cambio que no ha cambiado nada. El bueno de Juanma prometió reducir los altos cargos en la Junta de Andalucía. Hay más que nunca. Prometió eliminar las listas de espera en la sanidad pública. Más de 800.000 andaluces desesperan en los pasillos de los hospitales. Prometió aumentar las ayudas a la dependencia y las prestaciones por desempleo. Nunca más se supo. En cuanto a la economía, hoy el poder adquisitivo de las clases obreras sigue siendo más o menos el mismo que cuando gobernaba Susana Díaz, el número de parados se mantiene y de bajar los impuestos nada de nada, salvo a los ricos, que viven mejor ahora que hace cuatro años.

Aquí el cambio de verdad lo trajeron los socialistas hace ya décadas, en la prehistoria del Régimen del 78, y pare usted de contar. El socialismo transformó una región yerma y atrasada, un gueto de esclavos peones y señoritos terratenientes, en una sociedad moderna, europea, avanzada. Lo demás son cuentos populistas, revisionismos históricos con los que la extrema derecha pretende seducir al obreraje en un proceso de derechización como el que ocurre en cualquier sociedad que sale del tercermundismo. La revolución solo tiene sentido cuando el hambre y la injusticia aprietan. Después, cuando llega la prosperidad, el monovolumen y el chalé en Torremolinos, cuando se ganan los derechos y el Estado de bienestar, el pueblo se aburguesa, se hace egoísta (todo fascismo es un egoísmo nihilista), se olvida de las conquistas sociales, se torna conservador y camastrón y vuelve a abrazar la dictadura por miedo a que vengan otros por abajo que le arrebaten lo conseguido.

La capacidad de Inés Arrimadas para engañarse a sí misma, creándose mundos paralelos y viviendo al margen de la realidad, resulta más que asombrosa. El Gobierno del cambio, dice la señora. ¿Pero cambio de qué, qué de qué, qué de cuá? A veces doña Inés se expresa como esa diva del cine que, pese a que sabe que su tiempo ya pasó, se comporta como si fuese imprescindible, como una Gloria Swanson que baja por la escalinata de la política sin caer en la cuenta de que los focos ya apuntan a otra vedette, mayormente a Macarena Olona. Oyendo hablar a Arrimadas parece que mañana mismo la van a elegir, por aclamación popular unánime, reina de España. Incluso se permite ridiculizar a los partidos de izquierda por sus riñas familiares cuando el proyecto más amenazado de ruina es precisamente el suyo: Ciudadanos. La verdad, y siendo sinceros, es que a esa marca ya la votan cuatro autónomos despistados que no tienen tiempo de leer periódicos y no se han enterado de que el partido hace años que se fue a la mierda. Ciudadanos no deja de ser una nostalgia de algo que pudo ser y no fue.

Provoca estupor escuchar cómo esta gran marquesona de la política española se ríe de lo mal que le van las cosas a las confluencias podemitas. Precisamente ella, que dirige un partido en franco proceso de derribo, de desguace, de fagocitación por el PP. Pero ahí está la estrella en horas bajas, dándose el pisto, tirándose el nardo, soltando discursillos liberalotes como si fuese el faro y guía del nuevo centrismo español, que ya no existe, aunque bien mirado nunca existió. “Juan Marín es lo que se ve, es una persona muy maja”, le dice a Ferreras echándole flores a su candidato en Andalucía (ese mismo al que el PP ya tiene en la lista negra de ejecutables). Pues si es así, si Marín es tal cual aparece en la tele, un señor con delantal que cocina torrijas para el chef fascista, apaga y vámonos. Con su populismo gastronómico un poco de andar por casa, el bueno de Marín pretende conectar con las clases medias, pero estas ya no le escuchan. Andalucía se encuentra en modo derechización de las masas, la guerra cultural y el proceso de nazificación inevitable en toda sociedad capitalista que ha dejado atrás el subdesarrollo, la lucha de clases y la fase revolucionaria marxista de la historia. En ese contexto, Ciudadanos va a durar menos que una botella de whisky en un fiestón salvaje de Boris Johnson.

La democracia estorba cuando el pueblo ya se ha convertido en élite. El supremacismo xenófobo es una neurosis provocada por el miedo a perder privilegios. El reciente discurso que la italiana neonazi Giorgia Meloni soltó en Marbella, pavorosamente aplaudido por no pocos andaluces, demuestra que hemos entrado en un nuevo tiempo de oscuridad y tinieblas. La pequeña fascista Meloni es puro odio con patas. Odio contra los inmigrantes, odio contra las feministas, odio al colectivo LGTBI, odio a las abortistas y odio a Europa. En definitiva, odio a los valores humanistas, a la democracia y a la civilización en general. Contra tanta basura ideológica solo cabe poner pie en pared, rebelarse y mantenerse en el lado bueno de la historia. Pero Arrimadas forma parte de esa política burócrata, profesional, que antepone el despacho, el sueldo y el chalaneo a los ideales auténticamente democráticos. Si de verdad le preocupara el auge del totalitarismo rompería lazos con el PP, cerraría el chiringuito y se iría a su casa con la cabeza alta.

Con esa carita de Heidi del liberalismo caduco y agotado, Arrimadas es capaz de pactar con el mismísimo Diablo por puro interés y sectarismo partidista. Ella va de liberal, de luchadora contra el proxenetismo y la explotación sexual, de defensora de una escuela abierta, progresista y de calidad. “Con Vox ni de coña”, sentencia tirando de lenguaje cheli para reconectar con el pueblo. Sin embargo, todo es un teatrillo de variedades con decorado en cartón piedra naranja porque a la hora de la verdad está en la misma mesa que todos ellos, comparte la misma onda nacionalista y firma leyes restrictivas con el PP hibridado al fascismo de nuevo cuño. Todo en esta mujer es pura pose que ya nadie se traga. “Con un puñadito de votos podremos reeditar el Gobierno que quieren los andaluces”, limosnea la papeleta a los andaluces. Lola Flores pedía una peseta a cada español para resolver sus problemas con Hacienda; esta pide una calderilla electoral para que su amigo Marín pueda salvar su agonizante escaño y así seguir dorándole las torrijas a Moreno Bonilla. Para torrija mental la de Arrimadas.

Viñeta: Igepzio

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