(Publicado en Diario16 el 9 de junio de 2022)
Alfred Hitchcock recomendaba a las gentes del cine que nunca trabajaran con niños, ni con animales, ni con Charles Laughton. En la escuela de interpretación del PP deben pasar mucho de las recomendaciones del gran maestro del suspense, ya que cada vez que llega una cita con las urnas allá que se van sus candidatos, a la macrogranja de guardia de la España profunda, para darle la turra a un pobre animal que solo quiere que lo dejen en paz. Cualquier especie mamífera vale como carnaza para la mercadotecnia política con tal de que no sea peligrosa y no se revuelva dando un bocado, una cornada o una coz. Por lo visto Juanma Moreno Bonilla es más de vacas.
En las últimas horas hemos visto cómo el candidato del Partido Popular a la Junta de Andalucía recurría a una ternera para convencer a los andaluces de que él es el hombre adecuado. Hay que estar muy falto de confianza, muy nervioso o ambas cosas a la vez, para tirar de trucos propios del populismo paleto o landismo político. Está más que demostrado que retratarse o hacerse un selfi con un cuadrúpedo, abusando de él con fines electorales, no tiene ninguna incidencia en los comicios. Al candidato no le van a votar ni más ni menos solo porque se enfunde un fachaleco rústico, ponga su mejor sonrisa fingida ante los periodistas y pose dulcemente haciéndose pasar por el Félix Rodríguez de la Fuente de la derechona patria. Toda España sabe que en el PP no son precisamente animalistas ni protectores de la fauna autóctona, más bien son cazadores y carnívoros, y cuando el bueno de Juanma se acerca a la vaca de turno para frotarla amistosamente con ánimos electoralistas, dejando asomar el afilado colmillo, en realidad está pensando en hincarle el diente algún día. Eso el bóvido, que no es tonto, lo capta a la primera, de ahí que no se fíe y vea a Moreno Bonilla como ese condenado que ve llegar a su verdugo en dirección al matadero.
Ni las vacas ni muchos andaluces terminan de fiarse de un señorito andaluz camuflado de falso socialdemócrata. Pero el presidente de la Junta sigue con su estrategia consistente en atraerse a las masas del socialismo desafecto y languideciente. O sea, que quiere robarle la clientela al PSOE y de paso a Vox. ¿Le dará resultado ese ardid el 19J? Veremos. En cualquier caso, ahí es donde se está jugando el éxito o el fracaso en las elecciones andaluzas: en el centro y en el granero de los indignados tras décadas de estéril susanismo. Juan Espadas, que podrá ser un hombre de perfil institucional y lo que tú quieras pero que sabe de qué va este negocio de la política, se ha percatado del intento del PP por “fachalizar” al obreraje. “La vaca da las gracias al Gobierno de Pedro Sánchez y al ministro Planas porque en estos días están llegando a los productores las ayudas estatales al sector lácteo comprometidas con la zona”, avisa. Quien mejor ha explicado el ejercicio de travestismo político de Moreno Bonilla es Ángeles Férriz, cabeza de lista del PSOE por Jaén, que ha afeado al presidente popular, y con razón, su intento de colocarse el disfraz de progre de derechas. “Por mucho que se vista de seda, del PP se queda”. Touché.
Queda claro a lo que juega Juanma: a tratar de convencer al electorado de que él pertenece al ala moderada del conservadurismo andaluz, el ecologeta, el civilizado del PP, no como esos echados al monte de Vox. Él pretende pasar por centrado y por centrista –incluso ha renunciado a llevar las siglas del partido en su cartelería electoral para que no lo confundan con los duros ayusistas de Madrid–, a ver si así engaña a los sociatas desencantados. El problema es que, por mucho que trate de hacerse pasar por animalista, una cosa es ser conservacionista y otra muy diferentes es ser conservador. El país entero sabe que el PP está a favor de las macrogranjas, del consumo de carne roja a dos carrillos, de la economía contaminante de siempre que deja la tierra perdida de purines y del ultraliberalismo a destajo. Les importa un carajo que el planeta se vaya al garete mientras siga funcionando el capitalismo decimonónico con sus máquinas de vapor y sus chimeneas cancerígenas, que es el modelo que les motiva a ellos. Economía verde y Partido Popular son términos antitéticos por mucho que JMB se abrace a una vaca, la arrulle y le tararee una nana (o el himno histriónico del PP) en la orejona. Todo en Moreno Bonilla es falsedad y oportunismo cínico. No tiene programa para los andaluces, pero eso a él le da lo mismo porque se lo va a pedir prestado a Macarena Olona. Aquí, de lo que se trata es de barrer para casa los rescoldos del socialismo decadente. Luego ya se verá. Si lo necesita, firmará lo que haga falta con Santiago Abascal y hasta le dará hasta las llaves de San Telmo para que entre y salga cuando quiera.
“¿Tú vas a votar al PP o no? ¡Di que sí, hombre!”, le dice el candidato popular a la sufrida vaca, que lo ve como a ese ganadero de boutique cara, como a ese pijillo perfumado de ciudad que llega al pueblo para divertirse un rato. El sainete campero de Moreno Bonilla por la Andalucía vaciada no le va a servir de mucho. Si gana, ganará por falta de alternativa, por incomparecencia de la izquierda y porque los andaluces están hasta la peineta rociera de Sánchez. Tratar de vender el pollino y otros animales en campaña electoral es algo tan viejo como el hilo negro y un síntoma claro de inseguridad de cara a la trascendente cita con las urnas. En su día, también Pablo Casado sacó la vaca a pasear. Y así le fue.
Ilustración: Pedro Parrilla
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