viernes, 10 de junio de 2022

LA REGLA

(Publicado en Diario16 el 13 de mayo de 2022)

Durante siglos, el hombre se ha tomado a burla la regla que martiriza a la mujer. El poder macho ha considerado la menstruación como un símbolo de inferioridad de la hembra, del sexo débil, cuando no un fenómeno mágico, esotérico, incomprensible. Como derramaban sangre durante el ciclo mensual, eso debía significar sin duda que ellas eran seres especiales, no normales (para algunos curas incluso brujas o hijas de Satán, de ahí que fuesen cruelmente perseguidas y quemadas en la hoguera). Ante un hecho natural pero inexplicable cuyas causas se desconocían, el macho reaccionó tratando de ocultarlo como un tabú, obligando a la mujer a sufrir en silencio esos días dolorosos o incluso recurriendo al ninguneo, incomprensión o menosprecio. “Mi parienta está insoportable porque tiene la regla” es una frase que todos hemos escuchado alguna vez y que bien puede remontarse al origen mismo de los tiempos, perdurando hasta hoy.

Otra de las técnicas empleadas como arma de represión sexual fue el viejo recurso al control del lenguaje (otro gran poder patriarcal), de manera que a la menstruación se le adjudicaron todo tipo de eufemismos como “la regla” o “el período” siempre con la intención de no llamar a las cosas por su nombre y de ocultar o esconder el rechazo y la turbación que el varón siempre ha sentido hacia un hecho fisiológico sufrido solo por la mujer. Eso de “mi señora está con el mes” no deja de ser la sublimación máxima del lenguaje machista, una sentencia lapidaria que demuestra la repugnancia ancestral que el hombre siempre ha sentido ante la menstruación.

De alguna manera, sangre y feminismo han formado una combinación perfecta capaz de infundir el miedo entre los patriarcas que ostentan la vara de mando. ¿Qué significado tenían aquellas inquietantes gotas rojas vaginales que recurrentemente llegaban cada cierto tiempo? ¿Era acaso una enfermedad contagiosa, una premonición de los dioses, un mal augurio de algo que estaba por venir? Todo ese miedo del patriarcado ante lo desconocido llevó a la estigmatización de la mujer (una más) hasta bien entrados los años sesenta del pasado siglo, cuando estalló la revolución feminista con todo lo que ello supuso: igualdad de derechos, libertad sexual, aborto, píldora, disposición del propio cuerpo y minifalda.  

Hoy el Gobierno de coalición ha dado un paso más en ese largo y tortuoso camino de la mujer en la plena conquista de sus derechos cívicos. La baja laboral de tres días para las trabajadoras que sufran menstruaciones dolorosas e invalidantes figura entre las medidas que contempla el borrador de la nueva Ley de Salud Sexual de Irene Montero. Asistimos a un avance social histórico, pero empresarios y líderes de las derechas ya se están rasgando las vestiduras con el argumento de que el proyecto es naíf, infantil, innecesario, feminazi y mil estupideces más. En realidad, estamos hablando de situaciones altamente incapacitantes que afectan gravemente a miles de mujeres en su día a día. Lastres físicos como calambres, palpitaciones, dolores en la espalda, cólicos, migrañas, náuseas y diarrea. Un tormento. Algunas se ven obligadas a acudir al trabajo empastilladas de Nolotil o a tumbarse en cualquier lugar o a encerrarse en el aseo para que el jefe no las vea vomitar o retorcerse como si le estuviesen rajando el vientre con un cuchillo.

Solo aquellas que sufren esa tortura física cada mes saben de qué va esto. Desde luego, quien no tiene ni pajolera idea es Núñez Feijóo, el moderado y progre Feijóo que ya se ha apresurado a darle voz (y Vox) al machirulismo patrio. El presidente del Partido Popular debe creer que esto de firmarle la baja a la mujer que sufre un agotador calvario corporal y mental es algo así como un capricho ideológico de la izquierda. “Un médico sabe perfectamente en qué caso está indicada una baja y cuándo no”, asegura en Radio Nacional. Solo le ha faltado tratar la menstruación invalidante como una enfermedad o algo peor, como un truco de vagas, jetas, absentistas laborales y escaqueadoras profesionales de su puesto de trabajo. ¿Y este es el hombre que pretende acometer las reformas necesarias que necesita el país? Hasta un troglodita carpetovetónico de la Iberia prehistórica tendría más consideración y sensibilidad con las madres, hermanas y esposas de su tribu. La derecha española siempre maltratando a la mujer y abrazando aquella máxima católica de “parirás con dolor”. Al gran capital solo le interesa la salud menstrual para ganar dinero con anuncios cursis de compresas que venden reglas perfumadas con ambientador olor a rosas (ya dijimos antes que el macho, desde tiempos inmemoriales, está obsesionado con purificar la sangre de Eva).

Pero si perplejos nos quedamos ante la valoración de un señor que se considera a sí mismo un líder a la europea preparado para ocupar la Moncloa algún día, más duro aún resulta tener que escuchar ciertas declaraciones de miembras del Gobierno que se llaman a sí mismas feministas. Así, la ministra Calviño advierte de que nunca va a adoptar medida alguna que “estigmatice a las mujeres”, de modo que queda claro que no le gusta la idea por demasiado roja. Y eso lo dice la intelectuala del feminismo que hace solo un par de días jugaba al postureo más descarado al negarse a posar para la foto en una reunión con empresarios porque aquello era una fiesta de exaltación de jerarquía masculina, el día del orgullo macho o un foro solo para maromos. Menos mal que nos queda Yolanda Díaz para airear las contradicciones ideológicas de Calviño y poner en su sitio a la todopoderosa vice. “Lo que estigmatiza es no tener sensibilidad para ver que [las mujeres] somos diferentes”. De cualquier manera, otro tema de fricción entre PSOE y Unidas Podemos está servido.

La menstruación invalidante se ha convertido en un problema de salud pública que requiere de soluciones realistas y eficaces, incluida una reforma del Estatuto de los Trabajadores si es preciso. La ley de Salud Sexual Montero/Díaz engrandece y dignifica a la izquierda como el mejor ejemplo de buena política para la gente. Así, sí se puede.

Viñeta: Pedro Parrilla

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