(Publicado en Diario16 el 12 de mayo de 2022)
¿Y cómo queda el Frente Amplio de Yolanda Díaz tras las pendencias y reyertas intestinas de la izquierda en Andalucía? Mal, fatal, seriamente afectado, habría que decir. En política, crear ilusión lo es todo y la ministra de Trabajo había conseguido suscitar una gran esperanza entre los votantes del bloque progresista de cara a las próximas elecciones generales. Sin embargo, la batalla por el control de las listas a las autonómicas andaluzas –en la que se han visto involucradas varias familias de la izquierda–, ha terminado por dañar la credibilidad del proyecto de la “dama roja”. Es cierto que el sainete andaluz no deja de ser un episodio aislado que de ninguna manera puede extrapolarse al resto de comunidades autónomas. Por experiencia sabemos que la izquierda española es un puzle incomprensible y cada pueblo es un mundo. No es lo mismo el pacto valenciano del botánico que las mareas gallegas; no es lo mismo la izquierda abertzale que el republicanismo catalán. Así que conviene andarse con prudencia y no adelantar pronósticos condenados al error de cálculo.
Hasta ahora, Díaz se había dedicado a abrir un “proceso de escucha” con todos los partidos, sindicatos, asociaciones y organizaciones cívicas que podrían formar parte de su plataforma. Escuchar y tomar nota; debatir y pactar para plasmar problemas y soluciones en un documento común. Esa ha sido la hoja de ruta de Díaz, que finalmente ha logrado diseñar un boceto de programa progresista en el que el socialismo económico, los derechos humanos, el feminismo y el ecologismo se presentan como las cuatro patas de la silla. Para ello ha contado con la colaboración de primeras espadas de la izquierda española como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; Mónica Oltra, lideresa de Compromís; Mónica García, de Más Madrid; y la diputada autonómica de Ceuta y portavoz del Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía, Fatima Hamed Hossain. Parecen unas fuerzas numerosas y nutridas, pero habría que ver si entre todas llegan al ansiado 3 por ciento de los votos.
La puesta de largo del Frente Amplio tuvo lugar en el encuentro “Otras políticas”, celebrado en Valencia en noviembre del pasado año. Nacía una gran plataforma que levantó no pocas expectativas e interés entre los votantes de izquierdas. Seis meses después, tras estallar el gallinero andaluz, el globo que empezaba a despegar corre serio riesgo de terminar pinchado y en el electorado surgen más incertidumbres que certezas, más escepticismo y desencanto que ilusión.
Obviamente, la tuerca que chirría en ese engranaje que empezaba a carburar es Unidas Podemos. Desde el principio se vio que a Pablo Iglesias no le hacía tilín el juguete yolandista. Bien porque ensombrecía el protagonismo podemita ya en decadencia, bien porque la irrupción de Díaz (una lideresa con carisma) oscurecía a sus peones, candidatos favoritos y predilectas como Ione Belarra o Irene Montero, lo cierto es que el macho alfa se ha dedicado a poner pegas, trabas, piedras y hasta minas subterráneas al incipiente Frente Amplio. Una nueva batalla en la siempre cainita izquierda española estaba servida.
Todas estas tensiones han ido a estallar en el peor momento, a las puertas de la campaña en Andalucía, donde todo parecía cocinado para una pacífica y fraternal coalición (Por Andalucía) a la que en principio tenía previsto sumarse Unidas Podemos. Pero qué va, ni por esas. Al final los morados llegaron tarde con los papeles de la coalición y la Junta Electoral les dio con la puerta en las narices (un error injustificable que solo puede explicarse por la falta de interés, por los efectos de la Feria de Abril que lo narcotiza todo o por las presiones de la dirección pauloeclesial en Madrid para frenar cualquier tipo de pacto). Sea como fuere, la cosa ha terminado como el rosario de la aurora. Está claro que Inma Nieto, la candidata de Yolanda Díaz por Izquierda Unida, no era del agrado de Iglesias, que tenía su propio caballo ganador: el diputado nacional de Unidas Podemos por Cádiz, Juan Antonio Delgado, que para el vicepresidente segundo sería un “candidato increíble” a la Junta de Andalucía. El enfado del exvice con la ministra de Trabajo quedó patente en el programa Hora 25 de la Cadena Ser, donde acabó mofándose del Frente Amplio yolandista al calificarlo de “como leches se termine llamando” ese proyecto. Fue su forma fina y elegante de darle el descabello al nuevo ente de la izquierda que se estaba gestando y de escenificar que el pulso entre Nieto y Delgado, decantado finalmente a favor de la delfina de Díaz, había terminado con vencedores y vencidos, con los que se sintieron ganadores y los que se vieron humillados. O sea, que las heridas se habían cerrado en falso.
A todo este galimatías viene a sumarse Teresa Rodríguez, la candidata de Adelante Andalucía peleada con todos y que ya funciona como un verso suelto. Ella va a la suya. Incluso ha puesto su foto en las papeletas para que el votante lo tenga claro y no se confunda con otros candidatos a la hora de pasar por la urna. En realidad, es una manera de llamar tonto al votante, al que se considera sin juicio ni cultura suficiente como para saber distinguir a quién está dándole su confianza. Una vuelta al paternalismo del XIX. Antaño, al analfabeto se le hacía poner la equis para firmar cualquier papel. Hoy se le coloca el retrato del político de turno en la papeleta, tuneado con el Photoshop, y a otra cosa. Cambian las estrategias de la mercadotecnia, el espíritu de manipulación de la masa permanece. En cualquier caso, no deja de resultar curioso el diagnóstico de Rodríguez de cara a los comicios del 19J, ya que aconseja “desdramatizar” la jaula de grullos de la izquierda andaluza y recuerda que “la derecha también aparece dividida”. Como si el desastre de la izquierda andaluza fuese una broma mientras el fascismo avanza. Se la ve segura de obtener un buen resultado, luego ya veremos lo que dicen las urnas. El exceso de autoconfianza siempre es el primer paso para un batacazo electoral asegurado, mucho más cuando las encuestas dan mayoría absoluta a las derechas.
Ante este panorama desolador, la primera conclusión que cabe extraer es que Díaz tiene trabajo por delante en su valiente utopía de aglutinar a las diversas familias progresistas. De momento su Frente Amplio parece cada vez más reducido. Pero ella es tenaz, tal como ha demostrado en su negociación con patronal y sindicatos. Ánimo ministra, que no decaiga.
Viñeta: Pedro Parrilla
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