(Publicado en Diario16 el 15 de junio de 2022)
Macarena Olona ha reventado la campaña electoral en Andalucía metiendo, con calzador, uno de esos temas marcianos que tanto gustan a Vox: la supuesta enseñanza de la masturbación en la escuela pública. ¿Había un clamor en España por este asunto, era algo que realmente preocupaba a los españoles? Si revisamos las últimas encuestas sociológicas comprobamos que el onanismo no aparece ni entre las cien cuestiones que quitan el sueño a los ciudadanos. Entonces, ¿de qué estamos hablando? Obviamente de que la ultraderecha ha vuelto a colocarnos un debate trampa, marcando la agenda política con un problema que no existía y que ahora ya está en la calle, en los bares, en los andamios, como si fuese una trascendental materia de Estado de la que depende el futuro del país.
Obviamente, Vox trata a sus votantes como robots sin conciencia ni espíritu crítico a los que se les inserta el argumentario político en cada momento, según los intereses de la Cancillería del Führer Abascal. Así, hoy es la masturbación infantil (un bulo que solo está en las mentes sucias de la extrema derecha), mañana es el derecho a llevar armas, la boina como emblema nacional, la caza de la perdiz o el bono taurino en sustitución de la renta mínima vital, que es una cosa de rojos. Cualquier día hacen del botijo o la bota de vino un motivo más para su absurda “guerra cultural”, que en realidad es el guerracivilismo de siempre, solo que le han cambiado el nombre, tuneándolo, adaptándolo a los nuevos tiempos para que no parezca demasiado fascista y no infunda demasiado miedo. A fin de cuentas, Vox es un partido y quiere lo que todos: convencer a la mayor cantidad posible de incautos votantes.
Como no tienen programa para España (muchos de los cuadros de Vox no saben nada sobre nada, han dado el salto del falangismo callejero o de la portería de discoteca a la política sin pisar la universidad), se dedican a sacarse de la chistera problemas ficticios, o sea el primer disparate que se les pasa por la cabeza. Ningún padre de familia en sus cabales puede llegar a pensar que sus hijos e hijas cumplen con la hora lectiva de educación sexual pajilleándose con furor, como aquel grasiento policía Torrente de las películas gamberras de Santiago Segura. Aunque bien mirado, quizá sea ese el modelo machista y rijoso que pretende implantar Vox.
A Macarena Olona le sobra la clase de educación sexual en las escuelas, un aprendizaje necesario, académico, científico, correctamente explicado y bajo estricto control de psicólogos y maestros. El conocimiento no traumatiza a nadie, solo la ignorancia genera pacatos y reprimidos. La paracaidista de Salobreña no se ha enterado aún de que donde no llegan los profesores llega el porno duro de Internet. Los niños necesitan respuestas y si no las tienen las buscan allá donde pueden: mayormente en el vertedero humano de Google, el sórdido putiferio tecnológico del que Olona nunca habla (por algo será). De las webs guarras, el menor pasa a la acción con sus amigos y más tarde o más temprano acaba violando en manada. Ahí están las cifras preocupantes, que demuestran que algo está fallando en el sistema educativo español.
Nadie está adoctrinando a nuestros alumnos con manuales pornográficos. Nos encontramos ante otro asunto fake con el que Vox pretende intoxicar al electorado. Y no es que lo digamos nosotros, un periódico de rojos, lo dice la propia Isabel Díaz Ayuso, que hace solo unos días hizo una incursión en el tema del supuesto adoctrinamiento en los colegios y terminó en el más espantoso de los ridículos. La lideresa anunció una investigación en profundidad para averiguar si los manuales difundían contenido “sanchista” y horas después tuvo que recular y reconocer que sus inspectores no habían encontrado nada raro en los textos. ¿Qué pensaban encontrar en los libros, el manual del buen pajillero en cinco pasos con ejercicios prácticos incluidos? El ayusismo es un infantilismo y si no se trata a tiempo puede llegar a convertirse en una enfermedad mental.
En el partido de Abascal son folclóricos, nostálgicos, anarquistas de derechas y feudalistas. No les interesan los problemas reales del país, solo reinventar una España franquista que ya no existe. Los españoles están pendientes de otros dramas mucho más lacerantes y cotidianos como la inflación. Eso, y no la masturbación infantil, es una tragedia nacional tan real como la vida misma. La astuta Calviño trata de convencernos de que los precios tocaron techo en marzo en nuestro país, lo cual que ella también juega a construir una España irreal. ¡Cómo se ve que esta señora no hace la compra cada día! La ministra no sabe que, de seguir esto así, si la inflación no cede, el español va a terminar entrando en el supermercado con el trabuco al hombro, en plan pistolero yanqui, para defenderse de quienes quieren atracarlo con la garrafa de aceite.
Ya dijo Quevedo que masturbarse no es sino vivir “amancebado con la mano”. La gallarda o gayola es una práctica natural, no solo de seres humanos. Hace tiempo que la ciencia sabe que las elefantas se masturban, los jabalíes se besan y las ranas montan orgías. Al fascista le molesta sobremanera la masturbación femenina, una forma de rebeldía contracultural contra el patriarcado machirulo. Y en los hombres está demostrado que un higiénico y periódico cinco contra uno previene el cáncer de próstata. Todo son ventajas, para el organismo y para la mente. Aunque no lo digan, los ultras también se tocan, como todo hijo de vecino, y no sabemos de ningún nazi que se haya quedado ciego por matarse a pajas. En realidad, lo que le duele a Olona no es que el PSOE adoctrine a nuestros colegiales con una educación sexual progre o comunista, sino que esa “tarea educativa” ya no esté en manos de los curas, como ocurrió toda la vida, para poder controlar el cuerpo y el alma de la gente. Un pueblo libre, sano sexualmente y sin represiones ideológicas altera el orden establecido más que la más sangrienta de las revoluciones. Eso es lo que les genera el auténtico terror.
Queda claro que Vox quiere reinstaurar el nacionalcatolicismo que tanta represión y trauma psicológico causó en varias generaciones durante el cuarentañismo. No pararán hasta meter el creacionismo en las escuelas, como ya han hecho partidos trumpistas de otros países. Naturalmente, les fascina la idea de que la humanidad entera viene de un polvete selvático entre Adán y Eva, no del mono, y acabarán imponiendo la Biblia en la hora de Laboratorio y Ciencias Naturales. Olona y los suyos se declaran muy preocupados por la salud mental de los escolares, pero de la pederastia en las sacristías no dicen ni mu. ¿Qué curioso, no?
Viñeta: Artsenal
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