(Publicado en Diario16 el 10 de noviembre de 2021)
Cuando el PP designó al magistrado Enrique Arnaldo para renovar el Tribunal Constitucional su objetivo no era desbloquear el Alto Tribunal, ni avanzar en la distensión con el Gobierno, ni siquiera aparcar su estrategia política de los últimos años basada en el no a todo para acabar con el sanchismo. La jugada de Pablo Casado y los suyos era mucho más grosera, mundana y maquiavélica: fabricar un chantaje para hacer caer en la trampa a Sánchez. Y, lamentablemente, el presidente socialista ha caído en la celada con todo el equipo.
Casado le puso encima de la mesa al presidente, con toda la intención, el nombre de un jurista rodeado de sombras de sospecha. Arnaldo había firmado contratos por un millón de euros con Génova, era ideólogo habitual de la FAES, su nombre aparecía en varios sumarios de corrupción y mantuvo estrechos contactos con Jaume Matas y testaferros de Zaplana. Era imposible elegir a un candidato peor, salvo que el PP hubiese decidido recurrir a gente como Correa, El Bigotes y otros personajes de la fauna gurteliana para ocupar ese puesto. Casado eligió a Arnaldo precisamente porque era Arnaldo. Quería ese perfil y no otro y cualquier otro magistrado, juez o jurista hubiese sido descartado, no por falta de currículum o prestigio profesional, sino porque no reunía las condiciones ni daba el perfil que se buscaba para llevar a cabo la operación tramada por la cúpula popular. Arnaldo era el hombre perfecto para el escándalo que se gestaba, una maniobra política en la que Pedro Sánchez iba a caer de lleno.
El presidente del PP ha estado meses paralizando, bloqueando y dándose al peor de los filibusterismos para no llegar a ningún tipo de acuerdo con el Gobierno en la renovación de los cargos institucionales. Le ha dado igual incumplir la Constitución y al tiempo que destrozaba un poco más la imagen de la deteriorada Justicia española se quejaba hipócritamente en Bruselas de un problema que él mismo, con su obcecación sectaria, estaba creando. Para colmo, ha planteado reformas que supuestamente iban a garantizar la despolitización del Consejo General del Poder Judicial. Él, que es capaz de proponer al candidato más politizado, afín y poco idóneo como es Arnaldo. Puro cinismo.
Sin embargo, es preciso reconocer que a Casado finalmente se le ocurrió una idea (algo de lo que no anda sobrado el jefe de la oposición) para escapar del atolladero. Un brillante ardid con el que salir airoso del papelón que había interpretado: servirle a Sánchez un candidato infumable que solo puede ser votado con “una pinza en la nariz”, como dice Odón Elorza, el diputado socialista que ha sido apartado por Moncloa de la portavocía del grupo parlamentario socialista tras denunciar el bochorno que para España supone colocar a semejante personaje al frente del Constitucional. De esta manera, el bueno de Odón ya no podrá defender la tesis de la dignidad democrática en ese Pleno del Congreso de los Diputados donde todos quedarán retratados. Casado como muñidor de un plan que no hace sino arrojar mugre sobre la imagen del país. Sánchez por comerse el plato envenenado que le servía su rival político (el famoso trágala o sapo) y Yolanda Díaz por no haberse plantado a tiempo para sacar a Unidas Podemos de un nauseabundo pacto, el firmado por PSOE/PP, que amenaza con salpicarla también a ella.
Llegados a este punto, ¿qué puede hacer Pedro Sánchez en la próxima sesión parlamentaria de mañana, que promete ser una de las más calientes de la legislatura, ya que en ella se debate, ni más ni menos, que la limpieza y la imparcialidad del máximo órgano jurisdiccional español? Decir no al sapo, rechazar ese sapo casadista, plantarse con un yo no firmo este truño que va contra la democracia. A Sánchez le quedan 24 horas para consumar uno de los mayores escándalos desde 1978: colocar en el Tribunal Constitucional a un señor que ha hecho negocios con el PP y que aparece sospechosamente en varios sumarios de corrupción. La única salida honorable que le queda al presidente del Gobierno es rectificar, echar el freno, reconocer que ha caído como un pardillo en el acuerdo/trampa que le proponía el PP para la renovación de cargos, apretar el botón rojo del “no” y parar este disparate. Siempre será mejor dar marcha atrás y que los cargos judiciales sigan prorrogándose automáticamente que renovar el Alto Tribunal con oscuros candidatos que despiertan sospechas y generan desafección en el pueblo.
El ciudadano español está viendo con sus propios ojos que los avisos de la UE a la Justicia española por su falta de calidad democrática tienen un fundamento real. Sánchez se juega mucho en este envite, tanto como el futuro inmediato del Gobierno de coalición. La izquierda se encuentra ante un peligroso precipicio. Las tensiones en Podemos son tremendas, Rufián le ha advertido al premier socialista que “ya no sabe si le queda gasolina para tanto viaje” (un claro aviso de que puede retirarle el apoyo parlamentario), y Bildu también se baja del barco. Diputados socialistas meditan si votar a favor de Arnaldo con la nariz tapada o romper la disciplina de partido y decir no por pura limpieza de las instituciones, por dignidad, por decencia y por higiene democrática. Señor Sánchez, diga no al chantaje judicial. De usted depende salir con la cabeza alta de las Cortes o con un rastro pestilente a su paso.
Viñeta: Pedro Parrilla
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