jueves, 25 de noviembre de 2021

POLICÍAS DE ABASCAL

(Publicado en Diario16 el 17 de noviembre de 2021)

La Segunda República fracasó, entre otras cosas, por su incapacidad para construir un Ejército auténticamente democrático, moderno, al servicio del pueblo. Quien no haya visto aún Tierra y libertad, de Ken Loach, ya tarda. Ahí se explica el gallinero militar que llevó a los republicanos a perder la guerra. En aquellos años convulsos, los cuarteles se convirtieron en guetos del tradicionalismo más feroz y fue solo cuestión de tiempo que el caudillismo y el odio a la democracia germinara en la persona de un golpista como Franco. Hoy, salvando las distancias, seguimos padeciendo el problema de unas fuerzas armadas en parte endogámicas y africanistas mientras el Gobierno de Pedro Sánchez ha creído que era mejor no hacer nada, optar por la estrategia del avestruz y no meterse en ese berenjenal. Craso error porque fruto de ese mirar para otro lado surge el polémico chat de la XIX del Aire, donde se habla de fusilar a 26 millones de rojos.

De alguna manera, los partidos demócratas de este país se han desentendido de la cuestión castrense, todos menos uno, Vox, que con sus propuestas de mejoras laborales para el gremio del uniforme y sus apelaciones al patriotismo y a la unidad nacional ha sabido seducir no solo a los miembros de los tres ejércitos, sino también a los agentes de los cuerpos de seguridad del Estado. La Policía y la Guardia Civil (también las policías locales) se han convertido en auténticos graneros de votos del partido ultra, que prepara una gran manifestación para el próximo día 27 en Madrid. Con la excusa de la derogación de la ley mordaza, la formación ultra piensa sacar a más de 100.000 agentes a la calle. Toda una demostración de músculo que debería inquietar a cualquier demócrata de bien y sin duda un gran triunfo para Santi Abascal, que a estas horas seguramente ya fantasea con la sugerente idea de sumar unos cuantos tanques de la Brunete a la movida y dirigirlos directamente contra el Congreso de los Diputados. Total, ya puestos, para qué esperar más o perder el tiempo con democracias absurdas. Como buen revisionista de la historia, Santi debe ser de los que creen que Pavía entró en las Cortes a lomos de su caballo y ya busca corcel apropiado para la ocasión.

El pasado 6 de enero el mundo contuvo la respiración cuando las hordas trumpistas asaltaron el Capitolio de Estados Unidos, sede de la soberanía nacional. En aquel carnaval o simulacro de golpe de Estado participaron guerreros disfrazados de siuxs, tipos en taparrabos salidos del Neolítico, negacionistas, locos conspiranoicos de QAnon, los antivacunas, en fin, todo el friquismo político de esa América profunda devastada por la incultura, la pobreza y la marginación. Pero detrás de aquella romería de fantoches, feriantes y volatineros en leotardos estaba la gran fuerza oculta de Donald Trump: sus paramilitares de los Proud Boys, los chicos orgullosos armados hasta los dientes con sus fusiles de asalto que conforman la guardia pretoriana del líder republicano yanqui. Gente bragada que ha pasado por los marines, por las empresas de vigilancia privada y hasta por la CIA. Nacionalistas de pedigrí, fascistas con todas las letras, miembros de una gran hermandad de sangre solo para hombres vinculada con el supremacismo anglo y blanco​ que no duda en apelar a la violencia como forma de alcanzar sus objetivos políticos. Auténticos nazis con el rostro de Hitler tatuado en el culo.

Trump tiene a sus muchachos arrogantes guardándole las espaldas y dispuestos a tomar la Casa Blanca en cuanto dé el pistoletazo final. Abascal no dispone de medios para organizar semejante milicia de mercenarios, entre otras cosas porque por fortuna la venta de armas en Carrefour está prohibida en nuestro país. Pero el Caudillo de Bilbao cuenta con una unidad de élite mucho más potente y letal para desplegar su “guerra cultural”: un ejército de picoletos y maderos resentidos que lo siguen como un solo hombre al grito de caña al rojo que es de goma. Con ese arsenal de votos y la sombra del chopo, que sigue siendo alargada, espera llegar a Moncloa un día de estos.

Fue Clemenceau quien dijo aquello de que la guerra es un asunto demasiado importante para confiárselo a los militares. Abascal ha declarado su farsa de guerra, que por momentos parece más real que la otra. Ya tendremos tiempo de comprobar cómo ese acto de protesta de finales de noviembre no es una simple reivindicación laboral más. Los eslóganes que allí se viertan poco o nada tendrán que ver con la mejora de salarios o con un mayor gasto en Defensa o en seguridad interior. Preparémonos para escuchar cosas como Sánchez okupa y traidor, fuera bilduetarras y separatistas del Gobierno y muchos vivas a España. Es decir, franquismo y odio al comunista, la propaganda goebelsiana materializada en las calles como un gran desfile de la victoria que espeluzna por lo que tiene de fanático reaccionarismo y de radicalidad. Una auténtica performance o simulacro de golpe. De alguna forma, lo que vamos a ver el 27 (de esta sale una generación del 27 poco poética y más bien levantisca y montaraz) debería preocuparnos como país. El malestar en los cuarteles no es un problema menor. Es más, debería ser la inquietud principal de todo Gobierno. Y más en un país como este, con su negra tradición de pronunciamientos y espadones.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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