(Publicado en Diario16 el 11 de noviembre de 2021)
“Todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; no hay uno solo”, se dice en la Biblia, en Romanos creo, no sé, no me hagan mucho caso, nunca abro el tocho católico, lo habré leído por ahí. La cosa es que parecía imposible, pero en el PSOE había uno bueno, uno limpio y honrado, uno coherente. Se llamaba Odón Olorza y ha dicho no al sospechoso Enrique Arnaldo como magistrado del Tribunal Constitucional. “Tras una reunión con la dirección del Grupo Socialista en la que he explicado mi posición de cara a la votación, he efectuado con responsabilidad el voto telemático en el que no he apoyado al señor Arnaldo, en defensa del prestigio y la dignidad de las instituciones del TC y Congreso”, escribe en un tuit. Bravo por un paisano de ley.
Puede que el voto en conciencia del político vasco, que ha roto la disciplina de partido, no sirva de mucho. O puede que sí, ya que el futuro siempre se construye con el acto heroico de un valiente que se sacrifica por los valores, por los principios, por la libertad. Pero al menos ya sabemos que hay uno digno en el PSOE, uno que no se deja achantar por Sánchez ni se deja convencer por miedo a perder el sueldazo de diputado. Hemos tenido que rebuscar entre las turbias emanaciones tóxicas que despide el hemiciclo, entre el hedor a putrefacción que lo invade todo, para dar con alguien que se viste por pies.
El exalcalde de San Sebastián ha votado con la cabeza y con el sentimiento, que es como se hacen estas cosas. “El corazón tiene razones que la razón no entiende”, decía Blaise Pascal. Ya nos dio muestras Odón de su madera de roble de primera cuando aquel 11 de marzo de 1992 se echó a la calle para perseguir a un grupo de vándalos de ETA que habían prendido fuego a un autobús. “Cobardes”, les gritó mientras los encapuchados de la kale borroka le tiraban piedras. Pero él siguió allí, de pie en medio de la calle, estoico, corajudo, el héroe calvo de la gabardina clara que se jugaba el pellejo por nada y por todo, el honrado e indignado ciudadano que apostaba el tipo por una causa noble y justa, un hombre como otro cualquiera, sin escolta ni chaleco antibalas, un pecho desnudo ante las balas y el terror, tal como su madre lo trajo al mundo (qué madre, qué buena leche le dio, gracias señora por haber parido a ese hijo).
Aquel día todos fuimos Odón y hoy hemos vuelto a serlo. Estábamos huérfanos ante tanta ignominia como hemos tenido que escuchar estos días. Sánchez había dicho a los suyos que era necesario tragarse el sapo de Arnaldo, que en realidad no era un sapo sino un cocodrilo, como dice Rufián. Los había convencido de que antes que la coherencia, la dignidad y la decencia estaba el pragmatismo, la Realpolitik, la lógica de la posverdad y la nueva ética líquida. Y al final, todos obedientes, todos sumisos, todos borregos, han cumplido la orden sin rechistar. Ninguno, salvo Odón, ha sacado los pies del tiesto y ninguno se ha parado a pensar, ni por un solo momento, que con Arnaldo, en el mismo pack, iban otros sapos todavía más gordos, viscosos y repugnantes como la corrupción genovesa, la Gürtel, el Palma Arena, los trapicheos de Matas, los testaferros de Zaplana, los cursos de las FAES, Aznar, la caja B del partido, el reaccionarismo ultraderechista más recalcitrante (el antiabortismo, el no a la eutanasia y la palada de tierra a la memoria histórica), entre otros batracios indigestos. A todo eso le han dicho sí sus señorías, con todo eso han tragado tapándose la nariz o más bien tapándose la conciencia y dejándola a oscuras en un gran apagón que ni el que se nos viene encima estas fiestas navideñas, que lo han dicho en las noticias unos sesudos economistas. Y si hubiesen tenido que votar al mismísimo Satán con rabo y cuernos para dirigir el Constitucional lo habrían hecho igualmente, le habrían dado el visto bueno y habrían apretado el botón verde con una sonrisa bobalicona en la boca y buscando la aprobación del jefe como un buen chico.
Todos, todos han tragado con el sapo, todos menos Odón, algunos bravos nacionalistas que se han negado a participar en el cambalache y Meri Pita de Podemos, otra heroína con más mérito aún, ya que Sánchez tiene a los morados abducidos en un extraño expediente X y ya le dicen que sí a todo. Menos mal que estaban ellos, menos mal que había un puñado de políticos en vías de extinción, un grupo de honrados en medio de tanto oportunista, de tanto obediente, de tanto pragmático acobardado y con miedo a perder el escaño y la soldada. Son pocos, es cierto. Pero en ellos está depositada la última esperanza de una democracia limpia y real, no esta farsa de país que nos han querido vender. Probablemente Sánchez se los pase ahora por la piedra, o los lamine a placer, o les coloque un multón de padre y muy señor mío, para que vayan aprendiendo las reglas del pensamiento único sanchista. No importa. Los odones nos han dado toda una lección de lo que debe ser la política. Dormirán con la conciencia tranquila, no como otros.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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