jueves, 25 de noviembre de 2021

LA TANQUETA DE MARLASKA

(Publicado en Diario16 el 23 de noviembre de 2021)

El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan, decía Marx. A los trabajadores del Metal de Cádiz se les está faltando al respeto. No solo porque llevan años abandonados a su suerte pese a que no hacen más que reclamar mejoras laborales tan justas como necesarias, sino porque se les está tratando como a delincuentes. El último desprecio es esa tanqueta infame que han lanzado contra los manifestantes. Menos mal que teníamos un Gobierno socialista, si llega a estar Casado en la Moncloa con su cabo furriel Santi Abascal meten la Legión con cabra y todo en la tacita de plata y convierten aquello en un polvorín que ni la Semana Trágica de Barcelona.

Un día más (y van ocho) la bahía de Cádiz amanece envuelta en el humo negro proletario de la batalla campal. Los vecinos se han acostumbrado ya a las escaramuzas entre piquetes y policías. Definitivamente, la cosa se ha ido de las manos en el conflicto laboral más duro desde que gobierna Pedro Sánchez. La patronal, como siempre, se ha levantado de la mesa de negociación en cuanto ha oído hablar de darle unas migajas al obrero y el Gobierno se ha lavado las manos de forma indecente, como si el problema de la crisis endémica de toda una provincia no fuese con él. Solo el alcalde Kichi ha estado a la altura y ha sido coherente (esa palabra que ya nadie usa) al atreverse a bajar a las barricadas para empuñar el megáfono y ponerse al lado de los débiles, de los compañeros del metal, de los nuevos esclavos metalúrgicos que muerden la chapa de sol a sol. “Hemos tenido que meter fuego a Cádiz para que Madrid se fije”, dice con amargura el edil gaditano. Puede sonar fuerte, pero eso es exactamente lo que está pasando allí, que nadie quiere saber nada de Cádiz, que a Cádiz la han convertido en un inmenso polígono industrial abandonado, un erial en los extrarradios de la España sureña y pobre por donde pulula una marea humana industrial, deprimida y gris.   

Con un veintitantos de paro desde hace décadas, con la empresa del hachís a pleno rendimiento, con el fracaso escolar por las nubes y el nivel de renta en niveles tercermundistas, ¿qué podía salir mal? Todo. Mientras tanto, el patrón y los hombres de orden de las derechas ya han lanzado su habitual campaña de propaganda en los periódicos de la caverna para criminalizar la huelga, estigmatizar al obrero y reconvertir (esa maldita palabra) una legítima reivindicación laboral en una revuelta callejera de terroristas, matones y pistoleros anarquistas. Ya hablan de estallido social de violencia cuando esto es lo de siempre, ya que toda huelga es un levantamiento del hambre contra la codicia. La violencia no la ejerce el obrero, va en vertical de arriba abajo, la galvaniza el poderoso contra el débil, el rico contra el pobre, el negrero que pone a trabajar al peón de sol a sol hasta transformar su cuerpo treintañero en el de un viejoven achacoso. La violencia la genera el propio sistema, no el padre de familia que pelea en la calle por una calderilla más. La violencia es el monstruo atroz de los talleres de hierro que con sus chispazos de injusticia y fuego va quemando a soplete al sufrido asalariado. Porque, no lo olvidemos, el patrón de Navantia asume la vida esclava que le da al trabajador a cambio de botar unas cuantas corbetas genocidas para que Arabia Saudí siga masacrando yemeníes. Eso es industrialización a la española, ese es el progreso en el horizonte 2030 de Sánchez, eso es modernización y economía de escala. A esa basura industrial que tritura seres humanos como tornillos desechables y herrumbrosos lo llaman “capitalismo globalizante”. Es el capitalismo salvaje como inmenso astillero donde se fabrica y se funde, todo en uno, el tercermundismo gaditano, la guerra contra África y la riqueza de algunos.

El pueblo de Cádiz se echa a la calle, los estudiantes se unen a los trabajadores en huelga, la mecha prende en toda la comarca en un quejío desgarrado que revela la dramática realidad de esta España que no va a ser el paraíso de la justicia y la igualdad que nos habían prometido. Si Sánchez ni siquiera tiene el valor de derogar la reforma laboral de Rajoy que ha traído estos lodos posindustriales, ¿cómo va a solucionar la vida de toda esta gente?

Mientras tanto, la única respuesta que se da a los gaditanos es la tanqueta de acero modelo Marlaska (Marlaska dimisión), una tanqueta blindada de crueldad e injusticia, una represora tanqueta del Ejército para ulsterizar Cádiz y convertir aquella tierra noble y fértil en un campo de batalla contra la izquierda y la lucha de clases. Una aplastante maquinaria bélica, casi un Panzer del nazismo económico que nos gobierna y hace pedazos al lumpenproletariat. Para eso se ha quedado el Gobierno, para hacer las veces de monosabio del patrono picador.

Dice la prensa de la derechona que un obrero ha destrozado la luna de un autobús de una pedrada. Aquí la única luna rota es la que alumbraba los sueños rotos de los sufridos gaditanos y la esperanza de una izquierda real. Ya lo dijo Alberti, el viejo marinero revolucionario: Qué negra quedó la mar; la noche, qué desolada.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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