(Publicado en Diario16 el 23 de noviembre de 2021)
La ofensiva derechista arrecia. Los grupos ultracatólicos se movilizan en la calle mientras Vox va ganando terreno y Pablo Casado ya no se esconde de nadie cuando tiene que asistir a una misa negra en recuerdo a Franco y José Antonio. Cada vez resulta más difícil diferenciar al PP del partido de Santiago Abascal. Con ciertos matices, propugnan lo mismo, pactan los mismos programas, gobiernan juntos y ambos siguen reverenciando la figura del dictador. ¿Cómo se puede demostrar tanta sensibilidad con las víctimas de ETA, como hace a menudo Casado, y caer en una amnesia premeditada tan profunda cuando se trata de reconocer el derecho a la reparación moral de los fusilados y represaliados por el franquismo? Hipocresía y doble rasero; retórica maquiavélica en estado puro. Todos los caídos a causa de la violencia, tanto la ejercida por los terroristas como por el crimen de Estado, deberían tener derecho a su reconocimiento y dignidad. Pero han pasado más de cuarenta años desde que murió el tirano y la derecha española asilvestrada y montaraz sigue enrocada sin condenar el régimen de terror que fue el cuarentañismo. Un error histórico que en buena medida es la raíz de muchos de los problemas actuales de este país.
El PP fue un partido fundado por franquistas que decidieron dar el salto adelante para seguir en política y conseguir sus fines por otros medios (en este caso disfrazándose de demócratas). Han tenido tiempo más que suficiente para romper con el pasado y con aquel pecado original, para resarcirse e integrar de una vez por todas el bloque de los auténticos demócratas que condenan el régimen franquista. No lo han hecho ni lo harán. Y no solo no renuncian a la debida catarsis porque ello supondría perder apoyos entre la parroquia (el voto fugado del PP a Vox sigue siendo una profusa sangría) sino porque eso sería tanto como abjurar de los principios genealógicos del partido.
El PP se fundó para lo que fundó: para mantener las esencias del Movimiento Nacional (Dios, patria y orden), para mantener los derechos de una privilegiada casta franquista y como último bastión para frenar el comunismo (en realidad el comunismo hace tiempo que se derrotó a sí mismo, por sus propias contradicciones y por el apabullante poderío de la sociedad de consumo, de modo que no hay ningún peligro de bolchevización, aunque las derechas sigan viviendo el delirio de la invasión roja). Más allá de ese dique de contención, poco programa, poco proyecto de país, poca reforma. Los valores políticos franquistas siguen intactos (mayormente acabar con el rojo separatista enemigo de España) y el nacionalcatolicismo sigue más vigente que nunca, tan vivo como cuando la Carta Colectiva del cardenal primado Gomá del 37 apoyó el golpe militar y confirió a la Guerra Civil el carácter de santa cruzada contra el ateísmo marxista.
Precisamente el próximo domingo el nuevo fascismo blando heredero de Franco y los grupos de cabildeo que le siguen dando cobertura religiosa sin fisuras volverán a exhibir músculo en otra manifestación contra del aborto y la eutanasia. Allí estarán representados los poderes fácticos de siempre, los que insisten y persisten en mantener incólumes las esencias patrias. Por un lado, los ideólogos políticos con su trumpista declaración de guerra cultural contra el consenso progre (cabe pensar que el ya inseparable binomio PP/Vox apoyará la movilización). Por otro, los grupos religiosos provida próximos a lo más reaccionario de la Iglesia católica, que estos días anda de penitencia pidiendo perdón por los errores del pasado, aunque paradójicamente siga tomando partido por el bando equivocado.
Conviene no olvidar que la iniciativa se produce días antes de la más que probable presentación de una nueva gran plataforma ultrarreligiosa que nace para servir de “brújula” moral de la derecha. Los manifestantes mostrarán su rechazo a la “reforma del Código Penal que el Gobierno ha presentado para penalizar la libertad de expresión y manifestación de quienes defendemos la vida humana desde su inicio a su fin natural”. En realidad, lo que pretende el Ejecutivo de coalición es evitar el acoso que, a las puertas de las clínicas, vienen sufriendo las mujeres que han decidido interrumpir su embarazo. En definitiva, la protesta será una nueva performance con tintes medievalistas en defensa de la familia tradicional, numerosa y en blanco y negro, que pretende retroceder más de ochenta años hasta los tiempos del NO-DO. Puro atavismo fanatizado.
En puro análisis lógico y político, esta marcha es la reacción visceral contra el acto que hace unos días protagonizaron en Valencia las cinco lideresas de la nueva izquierda española que bajo la batuta de Yolanda Díaz pretenden impulsar un Frente Amplio feminista a la que los promotores de la manifestación del domingo ya le han colgado el cartel de “aquelarre de brujas” propio del “Frente Popular”. O sea, las mismas palabras y conceptos del guerracivilismo fascista de toda la vida.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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