lunes, 24 de enero de 2022

EL PP ES UNA MACROGRANJA

(Publicado en Diario16 el 13 de enero de 2022)

En el PP andan como locos borrando sus tuits del pasado, cuando estaban abiertamente en contra de las macrogranjas. Lo que toca hoy es cerrar filas con los grandes empresarios del sector, hacer demagogia barata, pescar votos entre los ganaderos indignados y arrearle al ministro Garzón por cualquier cosa que diga o haga. Esto es, populismo a calzón quitado. A Pablo Casado le da igual incurrir en contradicciones políticas, ha hecho de la incoherencia y la mentira su gran programa de gobierno. Tras la polémica entrevista del titular de Consumo en The Guardian, la estrategia casadista, el bulo a difundir, se centra en un eslogan machacón: “No existen las macrogranjas en España”. O sea, negacionismo de la realidad puro y duro, ya que hasta los propios ganaderos han denunciado que este tipo de explotaciones en cadena ponen en riesgo la salud pública y el medio ambiente. Pero así es el casadismo, la verdad no importa, lo mejor para el país tampoco si ello coincide con los postulados del Gobierno. Da lo mismo si los datos y evidencias científicas alertan ante un peligro alimentario. Se trata de construir una realidad alternativa y de elaborar un relato destructivo para acabar con Pedro Sánchez. Cualquier día vemos a Casado disfrazado de terraplanista, o de negacionista de la “plandemia” (como Miguel Bosé), o de hombre-bisonte, como el energúmeno trumpista aquel que lideró el asalto al Capitolio estadounidense. Todo vale con tal de sentar las posaderas en la Moncloa.

Por fortuna, existen la hemeroteca y Twitter, que vuelven a ser letales para el PP. Un tuit es como un crimen, es imposible borrarlo, ya que siempre hay alguien que hizo un pantallazo para afear las mentiras del político de turno (de ahí que hoy sepamos que no hace mucho el PP hizo la misma campaña contra las macrogranjas que hoy lleva a cabo Garzón). Por si fuera poco, en 2018 los populares participaron en una manifestación en contra de las grandes explotaciones industriales en la localidad de San Pedro, Albacete. Aquel día los chicos del PP marcharon ufanos y alegres denunciando “la proliferación de la ganadería porcina industrial en Castilla-La Mancha” y culpando al Gobierno de Emiliano García Page de estar jugando con la economía y la salud de las personas. Pero aquello fue hace cuatro años, la prehistoria en política, de modo que hoy no importa cambiar de chaqueta y de opinión para ponerse de lado de la ganadería intensiva, que es como producir carne en cadena como si se fabricaran coches, o sea una aberración ética, económica y sanitaria.

El debate sobre las macrogranjas no es ninguna tontería ni una cuestión banal. Hablamos de las cosas del comer, de la calidad del alimento que ingerimos, de la salud pública y del maltrato animal. Es decir, cuestiones que afectan directa y profundamente al país que queremos ser: un pueblo tercermundista donde la gente se mete comida basura en el cuerpo o una sociedad sana, moderna y avanzada. Lamentablemente, una vez más, el PP vuelve a trivializar con un asunto de la máxima enjundia. Si hace cuatro años el partido conservador estaba en contra de las macrogranjas, hoy está a favor solo porque Mañueco tiene unas elecciones a la vuelta de la esquina en Castilla y León y darle estopa al comunista Garzón inflama los ánimos patrióticos, mejora las encuestas y renta muchos votos. Por eso los señores de Génova vuelven una y otra vez al tono mitinero y al rancio discurso contra el ministro de la izquierda “urbanita, pija, elitista y caviar” preocupado por mantener su lugar en el establishment.

El PP da la espalda a un problema nacional, un asunto gravísimo que merece un debate sereno, científico y en profundidad más allá de la brocha gorda, de la chusca demagogia, del bulo y del interés partidista del momento. Lo que nos estamos jugando con las macrogranjas es algo tan importante como verificar si nuestra comida es apta para el consumo humano o nos apostamos la salud en una especie de ruleta rusa gastronómica tan enloquecida como letal. Sin embargo, el partido que debería dar ejemplo de sentido de Estado y de ejercicio de responsabilidad se entrega de nuevo a la política basura, patriotera y cortoplacista. Ya no cabe ninguna duda: el PP se ha convertido en un partido macrogranja, es decir, una formación parlamentaria que vende ideas engordadas artificialmente, debates tóxicos y carne política adulterada que enrarece y contamina el medio ambiente, o sea la democracia misma. Casado da a comer a los españoles no chuletones selectos y al punto de buena política democrática, como diría Pedro Sánchez, sino chicha de baja estofa, fritanga industrial, carroña, fast food y vaca loca ideológica que corroe las neuronas y causa una grave encefalopatía espongiforme en la sociedad española. El mejor ejemplo de que Casado vende filetes y solomillos políticos sospechosos y de dudosa procedencia es que hoy sea capaz de acusar a Garzón de difundir mala propaganda del sector cárnico español cuando él mismo se ha pasado media pandemia yendo y viniendo a Bruselas para alimentar la leyenda negra española y de esta manera la UE nos retire los fondos para la recuperación económica. Sin comenarios.

¿Pero qué hay detrás de esa bazofia política producida en la macrogranja de Génova 13 y la FAES? Sin duda miedo. Miedo a que Vox le de el sorpasso definitivo en las elecciones castellanoleonesas. Miedo a que la España vaciada termine echándose en brazos del cazador Abascal, con quien el mundo rural conecta bastante mejor que con el líder popular. Por mucho que Casado se deje retratar con boina y tiernos lechones entre sus brazos, no deja de ser otro chico Harvard, otro niñato de ciudad, otro señorito muy alejado y desconectado de la realidad de los pueblos abandonados del interior. Al ganadero le repele su perfume a gente bien. Así que ese cuerpo a cuerpo con Abascal lo tiene perdido Casado, que va a terminar comiéndose su propia carnaza en mal estado. Pues que le aproveche.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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