(Publicado en Diario16 el 21 de enero de 2022)
Lo de Rusia con Ucrania se está poniendo feo. Da la sensación de que Biden y Putin dan por cerrada la vía diplomática, entrando en la fase de la disuasión, es decir, los dos gorilas golpeándose en el pecho para parecer más machos antes de enzarzarse en el combate final. Las noticias que llegan del frente ruso son cada vez más inquietantes. Moscú ha movilizado a más de 100.000 soldados en la frontera ucraniana (un tercio de sus fuerzas armadas), así como aviones de combate y barcos en Crimea. Por su parte, el secretario general de la OTAN admite que el riesgo de guerra en Europa es “una posibilidad real”, mientras los ejércitos de la Alianza Atlántica se encuentran en estado de máxima alerta. Si a esto unimos que China e Irán toman partido por Rusia y que la UE se alinea inevitablemente de lado de los norteamericanos, el escenario solo puede ser calificado de máximo riesgo para la seguridad global.
Cada hora que pasa es más evidente que las partes en conflicto han optado por la estrategia de la escalada, el miedo, la tensión y el lenguaje prebélico. Un escenario diabólico que no se vivía desde el final de la Guerra Fría. Es difícil que este episodio de Ucrania no nos recuerde a lo de Bahía de Cochinos de 1961, cuando el mundo estuvo a un paso del apocalipsis. Sin embargo, los analistas más sesudos descartan que vaya a haber una guerra convencional. A fin de cuentas, estamos en el siglo XXI, las incursiones bélicas se hacen por aséptico ordenador (que así la sangre mancha menos) y tras la experiencia de dos conflagraciones mundiales ambos bloques saben que una guerra nuclear sería la última, ya que la siguiente se haría con palos y piedras, tal como predijo Einstein.
Sin embargo, no tenemos garantía alguna de que ninguno de los dos personajes de esta penosa historia, Biden y Putin, sepan parar a tiempo. El primero es un hombre al final de sus días que a buen seguro se queda dormido en las reuniones con los generalotes del Pentágono en el Despacho Oval. Un frágil gorrión en manos de los halcones, de los empresarios armamentísticos y de los petroleros de Halliburton que sueñan con poder usar las ojivas atómicas antes de que terminen oxidándose en los arsenales de Houston. Del líder ruso qué podemos decir: es un tipo frío y calculador, un auténtico psicópata que en sus años de espía de la KGB seguramente hizo mil y una fechorías contra la CIA a uno y otro lado del Telón de Acero. Así que el futuro de la raza humana se lo van a jugar entre un vejete senil que se entretiene con los misiles como un jubilado con las fichas del dominó y un sicario de la violencia. ¿Qué puede salir mal?
Por descontado, la población mundial permanece ajena a las reuniones de emergencia y a lo que estos dos personajes se estén diciendo a través del Teléfono Rojo. Todo se mueve con el máximo secretismo, de modo que nos enteraremos de lo que pase cuando los misiles estén volando sobre nuestras cabezas. Y todo por un puñado de separatistas prorrusos de Donetsk y Lugansk, dos lugares remotos que ni Dios sabe dónde están.
A todo esto, ¿cuál es la posición de nuestro país? De nuevo, cumplimos con el papel de mayordomo o lacayo del Tío Sam. Cada vez que el mundo hace la guerra, España hace el ridículo. Ayer mismo, la ministra de Defensa, Margarita Robles, anunció que el Gobierno Sánchez enviará una fragata al Mar Negro y valora destinar cazas (¡a Bulgaria!) “en 3 o 4 días”. A doña Margarita de repente le ha entrado el ardor guerrero y se ha puesto muy brava y muy en plan Rambo con el casco, el chaleco antibalas y la pintura de camuflaje, que está de rebajas. Lamentable la postura del Ejecutivo de coalición. Cabría preguntarse si entre tanto ministro no hay uno que sea pacifista y diga alto y claro que esta escalada bélica, como todas, es una auténtica locura. De los sociatas ya no esperamos nada, Felipe nos metió en la Alianza Atlántica (aquello de “OTAN de entrada salida” que acabó con otro engaño más del PSOE) y tenemos que ser consecuentes con lo firmado en el papel. Ahora bien, ¿dónde están los de Podemos, los neutrales, los del “no a la guerra” que deberían añadir un poco de cordura a esto antes de que volemos todos por los aires?
Nuestra participación en la OTAN se limita a poner bases y aeropuertos con alfombra roja a los marines, o sea que somos los gasolineros del imperialismo yanqui. Si al menos nos echaran una mano cuando el rey de Marruecos se pone flamenco tendría una lógica, un pase, pertenecer a ese siniestro club militar. Pero ya hemos visto que no nos sirve ni para eso. Aquí cada vez que estalla una crisis en la frontera marroquí nos quedamos más solos que la una y al final el Tío Sam siempre se pone de lado del sátrapa de Rabat. Aún estamos esperando que los estadounidenses nos pidan perdón por haberse olvidado de nosotros cuando limpiaron Europa de nazis. Se conoce que Eisenhower era despistado y se le traspapeló España en el paseo triunfal aliado por el viejo continente. O a lo peor es que hacía buenas migas con Franco porque en el fondo ambos se entendían en lo político y en lo personal. Quién sabe.
Una vez más, nos meten en una guerra que ni nos va ni nos viene (como cuando lo de Irak), las bases de Rota y Morón en alerta máxima, a la espera de que nos lluevan los pepinos de Putin, y todo porque en más de cuarenta años de democracia no hemos tenido el valor suficiente para decirle a los americanos aquello de Yankees Go Home. El español es amable, hospitalario y de natural pacífico y nunca va a la guerra contra nadie y menos contra la madre Rusia, que fue la única nación que acogió a los niños republicanos cuando la franquistada. Aquí somos más de guerras civiles que internacionales. Lo que nos pone de verdad es matarnos entre nosotros, así que no tenemos por qué ir a pegar tiros a Ucrania, ni al Frente Ruso, ni a ninguna parte. Con el frío que hace y con el barro tan pegajoso y sucio que hay por allí, un barrizal que hasta Napoleón se quedó pegado y embarrancado. Quita quita, guerra mala, pupa, caca.
De esta movida de Ucrania los españoles solo sacaremos desgracias, rencillas internas entre intervencionistas y pacifistas y un facturón de la leche, que con tanto corte de suministro la luz y el gas se van a poner por las nubes. Además, estamos en pandemia y hay que mantener la distancia de seguridad con el enemigo. Nada de cuerpo a cuerpo que luego suben los contagios. Ya lo dijo Gila: “Es lo malo que tienen las guerras, que tienen un peligro…”
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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