(Publicado en Diario16 el 15 de diciembre de 2021)
Pedro Sánchez ha dejado demasiados cadáveres en el camino en muy poco tiempo y ahora, claro, los cadáveres se levantan de sus tumbas políticas y se dirigen lentamente hacia Moncloa para ajustar las cuentas con los vivos, como en el mítico videoclip de Michael Jackson. La última crisis de Gobierno fue cruenta, el líder socialista sacó la guadaña sin misericordia y algunos de los que creían contar con la confianza absoluta del presidente vieron cómo sus cabezas rodaban sin piedad. Uno de ellos fue Iván Redondo y el angelito ahora muerde que no veas.
Pese a su aspecto de alumno de Harvard repeinado y discreto, Redondo es el zombi decapitado más voraz de la banda de resucitados vengativos que anda suelta por Madrid dando dentelladas a la cúpula sanchista. El asesor y consejero de cámara está tirándole fuerte al exjefe desde las tribunas de los periódicos nacionales y ya no se corta un pelo. En un artículo publicado en La Vanguardia bajo el título Díaz podría ganar al PSOE con 78 escaños, el spin doctor (que reconoce haberse tomado un año sabático) recuerda que la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, lidera las encuestas de popularidad con el 27 por ciento de los votos y ya la ve como gran esperanza de la izquierda española para derrotar a las derechas en las próximas elecciones. Ñam, ñam, toma jugoso mordisco en la pantorrilla de Sánchez, toma tarascada donde más le duele al premier socialista (y menos mal que fueron amigos en los buenos tiempos). Este zombi pica que da gusto.
En realidad, Redondo tira contra su ejecutor porque sabe que este es un régimen presidencialista a la americana y dando jaque al rey cae todo el gabinete por su propio peso y como piezas de dominó. El Gobierno es el presidente y el presidente es el Gobierno, no hay más. Estamos ante un dirigente político que ejerce un régimen carismático y al que le gusta disfrazarse de ministro de esto y aquello para tomar las decisiones por su cuenta y riesgo, en plan Superman. Sánchez debe creer que controla el patio, o sea el poder, y que tiene carrete para varias legislaturas. Sin embargo, todas las encuestas le dicen justo lo contrario y le indican que está perdiendo la confianza de los españoles a un ritmo de vértigo, concretamente un millón de votos por sondeo (una auténtica sangría que va a parar, sin duda, a los graneros de la extrema derecha). Por si fuera poco, en Esquerra ya no le compran el discurso buenista como antes y lo tienen calado. Otro hándicap para el PSOE.
El gran fracaso de un gobernante es mentirse a sí mismo, no saber calibrar con acierto su situación personal y profesional. En 1909, cuando lo de la Semana Trágica de Barcelona, Maura se creyó un dios intocable. Pensó que, pese a los muertos en las barricadas y las ejecuciones posteriores como represalia a la insurrección popular, contaba con un sólido apoyo en las Cortes, y es verdad que lo tenía, pero no reparó en que el régimen de la Restauración no era propiamente una democracia liberal a la europea, sino una democracia oligárquica donde la última palabra no la tenía el Parlamento, sino el rey, que ante el malestar de la calle decidió prescindir de sus servicios. O sea que sufrió un tremendo error de cálculo, no supo calibrar bien la situación y aquello le costó el puesto.
Hoy el rey no tiene atribuciones para quitar y poner presidentes, pero Sánchez vuelve a equivocarse si cae en aquella arrogancia maurista y se resiste a entender que el malestar popular amenaza con llevarse por delante el gabinete de coalición. Las calles de España son las tripas rugientes de miles de hambrientos tras la pandemia y la crisis económica. Gente desahuciada por el socialismo, gente que no ve futuro en ninguna parte. Es la propia agonía de la izquierda que Sánchez se niega a asumir engañándose a sí mismo con la farsa de una socialdemocracia insolvente sancionada en el reciente “congreso de las paellas” de Valencia, donde hubo volantazo, freno en seco al socialismo y retorno al centro, al aparato y al felipismo trasnochado.
Ahora el cadáver político de Iván Redondo se reencarna para decirle al presidente que el reloj avanza inexorablemente, que su tiempo se está agotando y que hay otra figura emergente como Yolanda Díaz que crece en popularidad y aceptación como guía y faro de la nueva izquierda española. Redondo recuerda en su tribuna vanguardista que “la política es siempre expectativa (y gestión de momentos)” y que la ministra de Trabajo se ha mostrado brillante en la gestión del pacto social, en la aplicación de los ERTE y en la contención de las cifras del paro. El reciente acto electoral de la vicepresidenta en el Teatro Olympia de Valencia –en el que presentó su ambicioso proyecto transversal de Frente Amplio–, su defensa cerrada de la reforma laboral y la visita del pasado fin de semana al Vaticano para reunirse con el papa Francisco, en plan jefa de Estado, supone una grave amenaza para el PSOE. “Yolanda Díaz es la líder más valorada (5,4) y la percibida como la más capacitada para la Presidencia”, apuntilla el cesante asesor monclovita, que de alguna manera viene a recordarle a Sánchez que es presidente gracias a los votos prestados de Unidas Podemos. Y no solo eso, sino que le pone ante su propio espejo para que se vea retratado como lo que es: “Un outsider con determinación frente al sistema” pero en ningún caso un líder fuerte de la izquierda. Finalmente, Redondo le afea a su exjefe que cuantas más veces niegue a Díaz en su carrera a la Presidencia más grande será el efecto multiplicador de la nueva musa entre las bases y los votantes. “Lo repetimos: Yolanda Díaz puede ser presidenta”, afirma el avezado consultor. Ya no cabe ninguna duda: este zombi es de los que se revuelven, muerden con ganas y hacen pupa.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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