(Publicada en Diario16 el 5 de octubre de 2022)
A Cuca Gamarra se la ve desesperada, ya no sabe qué decir en las sesiones de control al Gobierno. Lo ha probado todo para erosionar la imagen de Pedro Sánchez, mentir, soltar bultos sin escrúpulos, practicar la retórica vacía e incoherente, abrazarse al filibusterismo obstruccionista, etcétera. Sin embargo, el gran tótem socialista sigue sin caer y lo que es aún peor para el PP: ni siquiera da muestras de tambalearse. Hoy, durante la sesión de control al Gobierno, Gamarra ha dado síntomas de franca debilidad dialéctica.
“Mientras se entretiene con los ricos, se dedica a desplumar a los trabajadores”, ha espetado la portavoz popular mirando directamente al escaño del jefe del Ejecutivo. Empezaba el show incongruente de la jefa de filas parlamentaria de un partido que en las últimas semanas se ha dado sin pudor a la fiesta de la amnistía fiscal para beneficio de millonarios. El colmo de la inconsistencia ideológica llegó cuando doña Cuca acusó a Sánchez de aprobar los Presupuestos más antisociales de la historia y de ser un manirroto por puro electoralismo. O sea, que vino a mantener una cosa y su contraria en la misma línea. ¿Cómo se puede decir que un Gobierno tira el dinero en inversiones y prestaciones públicas y al mismo tiempo afearle que sus cuentas del Estado para el próximo año sean las más insolidarias y cicateras de la democracia con las clases trabajadoras? O se está gastando mucho en asuntos sociales, despilfarrando recursos, o se está siendo austero y antisocial, pero las dos cosas al mismo tiempo nunca. No se sostiene.
Lógicamente, Gamarra se lo ha puesto fácil, casi en bandeja de plata, a Sánchez, que no ha tenido más que tirar de datos sobre los Presupuestos para 2023 que previsiblemente van a salir adelante con el apoyo mayoritario de la Cámara Baja. Para empezar, estamos ante las cuentas públicas con la mayor partida de gasto social de la historia, 266.719 millones de euros, un aumento del 23 por ciento en las inversiones del Estado (hasta 11.800 millones más). También se destinan 500 millones adicionales a la maltrecha Atención Primaria sanitaria, se revalorizan las pensiones según IPC (un 8,5 por ciento), se incrementa el Ingreso Mínimo Vital y habrá 400 millones de euros más para becas. Todo ello por no hablar de los 700 millones para el bono transporte, los 200 millones para alquiler de vivienda joven y una prestación de 100 euros por hijo de hasta 3 años. Sin duda, el paquete de ayudas permitirá recuperar los años de tijeretazos y recortes de Mariano Rajoy, que dejó el Estado de bienestar hecho unos zorros.
Las vergüenzas retóricas de doña Cuca quedan, una vez más, al descubierto, lo que demuestra que en el PP están preocupados y ya disparan a todo lo que se menea sin ton ni son. Lo hemos visto estas semanas de atrás, cuando Núñez Feijóo era capaz de exigir un plan de ahorro en los canutazos con los periodistas al mismo tiempo que votaba en contra en el Parlamento. Pura contradicción en sus propios términos. Da la sensación de que en el Partido Popular ya trabajan sin guion, improvisando sobre la marcha y como pollo sin cabeza. En realidad, es el estilo conservador, donde no se planifica nada y todo se fía a las excelencias del libre mercado, gran Leviatán que lo regula todo. Hace solo unas horas, la primera ministra británica Liz Truss se veía obligada a retirar a toda prisa su plan de rebaja fiscal para millonarios al comprobar que la libra se desplomaba, que el Banco de Inglaterra tenía que intervenir de urgencia comprando bonos para frenar la debacle y que la economía nacional de la democracia más antigua de Europa se iba al garete en cuestión de horas. Eso es el conservadurismo, neoliberalismo que destruye lo público, anarquía económica para solaz de unos pocos, la ley de la jungla y el sálvese quien pueda.
Gamarra acusa al Gobierno de haber perdido el “sentido de la realidad” y de “falta de empatía” con el pueblo cuando a fin de cuentas son ellos, los señores de la derechona elitista e insolidaria, quienes parecen vivir en su universo paralelo, en su paraíso fiscal solo para millonarios. “Lo que demuestra una falta de empatía es escuchar a su líder [Núñez Feijóo] decir que es antiguo hablar de ricos y pobres en un país que tiene 2,3 millones de niños en riesgo de pobreza”, le ha respondido Sánchez a la portavoz popular, que para entonces se había metido en su escaño, en silencio, sin saber qué nueva ocurrencia inventarse para salir del atolladero. Hablar de ricos y pobres en un mundo en el que un 1 por ciento de afortunados acumula tanta riqueza como más de siete mil millones de personas no parece algo antiguo y trasnochado sino un asunto de rabiosa actualidad. Hasta los gobiernos más conservadores y liberales de Europa están aprobando impuestos a las energéticas y a las entidades financieras. El debate entre ricos y pobres está más vivo que nunca. El problema radica en cómo corregir tales brutales diferencias. Desde luego, no bajando los impuestos a las grandes fortunas, como hacen Ayuso, Moreno Bonilla y otros. Los antiguos son ellos, los señores trajeados que mienten para mantener las injusticias de la vida.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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