domingo, 11 de diciembre de 2022

EL PERDÓN

(Publicado en Diario16 el 18 de noviembre de 2022)

El impuestazo a las compañías energéticas y a la banca va camino de quedar en otra ley edulcorada, diluida, descafeinada. A pocos días del trámite parlamentario que debe aprobar una nueva tasa redistributiva a las multinacionales (con la que el Gobierno pretendía recaudar más de 4.000 millones de euros), todo apunta a que Pedro Sánchez va a aceptar las enmiendas incluidas por PNV y PDeCAT para rebajar las pretensiones recaudatorias del Ejecutivo de coalición. En principio, nacionalistas vascos y catalanes han solicitado que el gravamen se aplique solo a las compañías que funcionan en el mercado libre, no en el regulado, y únicamente sobre los beneficios obtenidos en España, dejando al margen los negocios en el extranjero. Si Sánchez traga con esto el bochorno está servido. A esta hora se desconoce cuál sería la recaudación final una vez introducidas las enmiendas nacionalistas, pero cabe pensar que el Estado puede perder un buen bocado que en principio tenía que ir destinado a ayudar a las familias con menos recursos y a inversión en transición energética y fuentes renovables.

A esta hora la pregunta del millón es: ¿estamos ante una nueva bajada de pantalones de Sánchez? Todo indica que sí. El impuestazo a las energéticas, una medida que fue anunciada a bombo y platillo por el Gobierno como ariete contra la desigualdad y estandarte de las políticas socialdemócratas, queda en una aguachirle, una medida cosmética que ni siquiera inquieta ya a las grandes corporaciones del sector. La prueba de ello es que la Bolsa ha abierto con notables subidas esta misma mañana, constatación fehaciente de que entre las energéticas cunde el optimismo, cuando no la euforia, por una batalla que consideran ganada. Pero la cosa promete no quedar ahí. Fuentes parlamentarias ya dan por hecho que esa misma disminución del porcentaje a recaudar entre las multinacionales de la energía podría aplicarse también a la banca, de modo que las entidades financieras aguardan expectantes para saber si el presidente socialista les adelanta a ellas también un formidable aguinaldo de navidad. De ser así, a Sánchez habría que disfrazarlo de Rey Mago del gran capital en alguna de las cabalgatas que están a la vuelta de la esquina, ya que viene cargadito de oro, incienso y mirra para los grandes portales de Belén del Íbex 35. O dicho de otra manera: no era el monarca bolivariano tan fiero como lo pintaban.

Obviamente, de confirmarse la decisión de Moncloa de aflojar el nudo a las energéticas, estaríamos ante una nueva renuncia de un gabinete que ya ha dado claras muestras de timorato cada vez que ha anunciado políticas socialistas o subidas de impuestos a los ricos. No hará falta recordar aquí cómo la ambiciosa reforma laboral fue recortada en diferentes fases de su tramitación hasta quedar reducida a un documento de mínimos con consejillos para que la patronal no abuse de los pobres trabajadores sumidos en el precariado. A día de hoy, y pese a algunas tímidas conquistas en la mejora de la temporalidad (ya no se firman contratos de un cuarto de hora, algo es algo), la explotación sigue lastrando nuestro esclavista mercado laboral y lo que es todavía peor: ni siquiera se ha reforzado la Inspección de Trabajo para sancionar a los negreros que siguen tratando a los asalariados como siervos y galeotes. Por otra parte, conviene tener en cuenta que la reforma, que no es la que tenía en mente Yolanda Díaz (todo hay que decirlo), se aprobó gracias al dedo torpe de un diputado del PP que se equivocó de botón en aquella histórica sesión parlamentaria. Fue así como la derecha acabó echándole las migajas y el alpiste a la sufrida clase obrera.

Mientras Sánchez asiste a las cumbres del G20 sacando pecho del enésimo milagro económico español, la triste realidad es que seguimos en el furgón de cola entre los estados de la UE con los sueldos más bajos mientras comprobamos cómo el socialismo light vuelve a claudicar ante las poderosas multinacionales eléctricas. Sin duda el propio Garamendi, patrón de patronos, se frota las manos de cara a la ardua negociación que debe afrontar con los sindicatos para alcanzar un pacto de rentas. El mensaje que este Gobierno lanza a la sociedad en general, y a los poderes fácticos en particular, es que cada vez que toca librar una pugna contra el poder del dinero los preámbulos vienen precedidos de grandes expectativas de cambio, de grandilocuentes palabras sobre el socialismo real, la lucha de clases, el reparto de la riqueza y la necesidad de acabar con la desigualdad “sin dejar a nadie atrás”, pero a la hora de la verdad, llegado el momento trascendental de lidiar con el morlaco en el coso parlamentario, el miedoso torero da la espantada, sale corriendo hacia los toriles, sin entrar a matar, y las reformas urgentes quedan en pitos y silencios. Ahora que Sánchez se codea con los prebostes mundiales en Bali podría haber aprovechado para aprender algo de sus conversaciones en mangas de camisa con Joe Biden, que va mucho más allá que él a la hora de calcar a impuestos a las grandes fortunas. Veremos qué pasa dentro de unos días, cuando el asunto del supuesto tasazo a las energéticas llegue al Congreso de los Diputados para su debate y aprobación. Esta vez Pedro se ha adelantado con las rebajas. Lo malo es que el ofertón del siglo siempre se lo llevan los mismos. 

Ilustración: Artsenal

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