(Publicado en Diario16 el 27 de octubre de 2022)
Nos desayunamos con un titular de El Mundo ciertamente sorprendente: “El PP teme la reacción de la derecha política, judicial y mediática al pacto del CGPJ”. El artículo se completa con una información que acusa a todo aquel que se oponga a un acuerdo con el Gobierno de coalición para la renovación de los cargos institucionales de la judicatura de practicar un “trumpismo puro”. ¿A quiénes se está refiriendo el Partido Popular, es decir, a quiénes está calificando de trumpistas? ¿Acaso no han estado ejerciendo ellos mismos, desde que Sánchez llegó al poder, la más abyecta ideología ultra fabricada por Donald Trump? ¿Quiere decir el titular de El Mundo que en Génova ya no manda Alberto Núñez Feijóo sino unos poderosos personajes con sombrero de copa y monóculo que, entre bambalinas, mueven los hilos del PP?
Para empezar, quien habla en ese artículo no es la periodista que firma la noticia en el rotativo nacional fundado por Pedro J. Ramírez, sino el propio Feijóo, de modo que todo es un señuelo, una cortina de humo, una jugada de despiste más. No es que una siniestra caverna económica, mediática y judicial esté pensando en darle un golpe de timón al gallego para tomar las riendas del principal partido conservador español y fusionarlo con Vox en una especie de nueva Confederación Española de Derechas Autónomas. Es que el mandatario popular está pensando en hacer precisamente eso: reagrupar a las huestes dispersas, rearmar a la derechona, coaligar con el extraño universo político de Abascal. Desde ese punto de vista, la información de El Mundo no es más que una operación de marketing como esa entrevista en Esquire en la que el dirigente popular aparece como un viejoven disfrazado con un jersey modernete.
No sería la primera vez que el Partido Popular urde un montaje mediático. Todos recordamos cómo en los noventa el Gobierno de Felipe González caía derrocado tras una bien orquestada conjura en la que tomaron parte políticos, directores de grandes medios de comunicación, banqueros hoy caídos en desgracia y algún que otro juez cuyo nombre está en la mente de todos. “Fue una operación de acoso y derribo. Algunos lo hicimos desde el convencimiento honesto de que era un servicio al sistema democrático”, asegura en una entrevista Luis María Anson, por aquel entonces director del ABC. Y tras los atentados de Atocha del 11M, el Partido Popular se abrazó a una absurda teoría de la conspiración lanzada desde el propio diario El Mundo para tratar de convencer a los españoles de que la matanza había sido obra de ETA y no de células yihadistas. La ficción por entregas bien alimentada en las páginas del diario de Pedro J. Ramírez (cada día se publicaba un titular más delirante que el anterior), dio munición al Partido Popular, cuyos prebostes se entregaron alegremente a esta otra conjura que finalmente no tuvo éxito, ya que Zapatero gobernó durante dos legislaturas. El episodio demostró que El Mundo estaba muy lejos de ser aquel poderosísimo tabloide de William Randolph Hearst que se inventó una guerra contra los españoles para que Estados Unidos pudiera quedarse con Cuba. La caverna era fuerte y potente, pero no tanto como para alterar la realidad y convertir a los barbudos terroristas de Osama bin Laden en vascos de Mondragón dispuestos a volar por los aires la terminal de Atocha.
Tampoco será necesario recordar que durante el duelo fratricida entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso por el poder en el partido (y que le costó el cargo al derrotado presidente popular), la prensa cavernícola tomó descaradamente partido por la lideresa castiza, clavándole la puntilla al defenestrado líder conservador. Casado se jugó su última carta contra Ayuso acusándola de favorecer a su hermano con contratos sanitarios millonarios durante la pandemia, un turbio asunto que el dirigente popular llevó a la Justicia como un caso flagrante de corrupción. Aquella huida hacia delante no le sirvió de nada, ya que se topó con el sector duro de la judicatura, que archivó convenientemente cada una de las causas denunciadas hundiendo en la miseria a Casado y salvándole el pellejo a la presidenta de la Comunidad de Madrid.
En realidad, no hay ningún grupo salvaje dentro del PP que boicotee cualquier intento de moderación o de avanzar hacia una derecha democrática. Todos ellos son carpetovetónicos, trabucaires, montaraces y gente que se mueve única y exclusivamente por ambición y cuotas de poder. Claro que la caverna no es un mito como el que describió Platón en una de sus célebres obras, existe, pero solo ataca al enemigo comunista. Lo demás son performances para convencer al pueblo de que en ese partido hay dos almas, una civilizada y otra asilvestrada, cuando no es así. En esa casa todos forman parte de una logia de derechas pseudofranquista que se va perpetuando de generación en generación. Todos están en el mismo barco, todos reman en el mismo sentido. No deja de ser irónico que el PP, que durante años se ha entregado al filibusterismo, a la obstrucción y al trumpismo más abyecto, ahora filtre a El Mundo su temor de que una mano negra está dispuesta a dar un nuevo “golpe de papel”, esta vez contra un Feijóo que obviamente no va a pactar nada con Sánchez que ponga en peligro su poltrona. Nadie trata de secuestrar a los centristas del Partido Popular, porque sencillamente no los hay. En ese coto cerrado no hay más que perros con diferentes collares, unos van entrando y otros van saliendo, nadie controla a nadie, ni un sector ultraderechista trata de imponerse sobre una supuesta corriente moderada, liberal y centrista que nunca existió. Allí todos forman parte de la caverna, del supuesto lobby, no hay buenos ni malos, ni controladores ni controlados, ni cautivos ni raptores. El PP es lo que es, una organización empresarialmente estructurada que rinde pingües beneficios, un proyecto ideado para perpetuar el franquismo sociológico en el que unos se van heredando a otros en los diferentes consejos de administración. Por cierto, las grandes multinacionales españolas se siguen forrando a costa del sufrimiento de los españoles en medio de una crisis galopante. Esa es la auténtica verdad por mucho que El Mundo trate de confundirnos con titulares sensacionalistas sobre presuntas conspiraciones en un partido que, no lo olvidemos, durante los 45 años de democracia siempre ha vivido de la confabulación, el complot, el contubernio y el golpe blando contra una izquierda a la que considera ilegítima para gobernar.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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