(Publicado en Diario16 el 5 de diciembre de 2022)
Una nueva encuesta y el PP sigue encallado. Los populares ven cómo, sondeo tras sondeo, los números enmiendan la plana al proyecto político de la nueva directiva. El «efecto Feijóo» se ha diluido, ya no despierta en el electorado de derechas el mismo entusiasmo del principio, y su futuro, a esta hora, es una auténtica incógnita. Cierto es que, de celebrarse hoy elecciones, el gallego ganaría con al menos 120 escaños, pero no podría formar Gobierno ni siquiera recurriendo a la extrema derecha de Vox. Por si fuera poco, el PSOE se recupera y se sitúa solo a unas décimas del Partido Popular, un fenómeno cuanto menos sorprendente, ya que, tras casi toda una legislatura de desgastes, una pandemia, una guerra en Ucrania y con la inflación disparada, cualquier Consejo de Ministros (y más este sometido a las tensiones constantes de una coalición) habría saltado ya por los aires.
Cuanto antes lo reconozca Génova 13, mejor para el partido. Alberto Núñez Fakejóo no satisface las expectativas del electorado conservador. Comete constantes fallos en sus discursos que lo dejan como un hombre poco preparado, juega a dos bandas ideológicas (un día se levanta moderado al siguiente ultra), pierde sus debates con Sánchez en el Senado y para colmo de males no termina de controlar el cortijo (los duros ayusistas se le desmandan todo el rato sin que se vea capaz de dar un golpe de autoridad para meterlos en cintura). Últimamente, quizá desesperado porque las encuestas no le dan la mayoría absoluta que él pensaba, se dedica a mentir descaradamente y a propagar bulos e infundios al más puro estilo trumpista (de ahí que hayamos tenido que bautizarlo como Fakejóo).
Ayer mismo, sin ir más lejos, el presidente del PP se descolgaba con uno de esos discursos domingueros que apestan a populismo barato. Según el máximo responsable popular, los últimos datos del paro (magníficos para el Gobierno con una reducción de 30.000 desempleados en un mes como noviembre tradicionalmente malo) están “maquillados”. Muy mal lo tiene que ver el jefe de la oposición, muy lejos tiene que atisbar la victoria, cuando se ve obligado a abrazarse al negacionismo antisistema y a la conspiración. Debe andarse con cuidado Fakejóo, ya que uno empieza cuestionando las instituciones, la verdad de los organismos oficiales, en definitiva, las reglas elementales del juego democrático, y puede terminar en la secta QAnon, ese movimiento conspiranoico próximo a Donald Trump que cree que el mundo ha caído en manos de comunistas satánicos que beben la sangre de los niños.
Ayuso y los poderes fácticos más ultras del PP le han contado al jefe que el Gobierno anda manipulando las cifras de los fijos discontinuos para bajar los datos de desempleo y él se ha comido el bulo con patatas. El problema es que no es verdad. Desde 1985, con Joaquín Almunia de ministro, el sistema de recuento es el mismo, la reforma laboral de Yolanda Díaz no ha cambiado la forma de contabilizar ese tipo de contratos (un fijo discontinuo es un trabajador que tiene un contrato y no busca ocupación porque está a la espera de que lo llamen para reincorporarse a la próxima campaña), de modo que si Sánchez ha manipulado esos datos también lo hicieron en su día Aznar y Rajoy. Durante décadas a nadie, ni siquiera a ellos cuando gobernaban, les ha preocupado esa cuestión que para Fakejóo se ha convertido en un auténtico escándalo y un asunto de la máxima gravedad.
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