(Publicado en Diario16 el 13 de diciembre de 2022)
Toda la prensa anda detrás de la alcaldesa de Marbella, Ángeles Muñoz, de la que se sospecha puede haber amasado un patrimonio ingente. Uno cree que los periodistas exageran en sus investigaciones, hipótesis y conjuras sobre la regidora de la ciudad andaluza. Para empezar, Marbella es el Catar español (por algo está lleno de jeques), la perla de oro del Mediterráneo, y allí cualquier cosa, por imposible que parezca, puede ocurrir, incluso que una modesta médica de familia llegue a vivir a todo tren como Melania Trump. Recuerde el ocupado lector cuando Jesús Gil hablaba con su caballo Imperioso y le pedía consejo sobre los nuevos fichajes del Atlético de Madrid; o cuando Julián Muñoz y la Pantoja, reina de las tonadilleras, consumaron el romance soñado por cualquier guionista de culebrones de sobremesa (más tarde Gil y Muñoz se tiraron los trastos a la cabeza en aquel histórico Salsa Rosa, aireando sus vergüenzas y dando lugar a la Operación Malaya, una de las tramas de corrupción más brutales que se recuerdan); o cuando a Marisol Yagüe le tocó el gordo navideño en pleno mes de agosto durante una escandalosa moción de censura apoyada por ocho tránsfugas que la aupó a la Alcaldía de la ciudad.
Quiere decirse que Marbella hace mucho que dejó de ser un punto geográfico en el mapa para convertirse en un lugar mítico, casi legendario, un Las Vegas a la española repleto de cochazos y mansiones, de casinos y yates, de narcos y traficantes de armas, y solo falta que Tarantino ruede allí una de sus violentas películas o salga un nuevo Bigas Lunas para hablarnos de los constructores horteras que pegan el pelotazo del siglo a golpe de huevos de oro. Nos guste o no reconocerlo, Marbella es territorio sin ley, un agujero negro en medio del Estado español, y ya ni la UCO quiere entrar allí del fuerte hedor a putrefacción que emana de sus cálidas playas colonizadas por los piratas sarracenos de los petrodólares. Marbella devora a los políticos con la facilidad con la que Saturno engullía a sus hijos. No sabemos por qué razón, pero todo aquel que empuña el bastón de mando en ese Ayuntamiento, a modo de varita mágica de Harry Potter, termina con la cuenta corriente repleta de ceros, como una estrella del papel cuché o paseándose por la pasarela Cibeles de la Audiencia Nacional. Dinero por castigo como si se tratase de una maldición gitana.
La última estrella de ese decorado de cine negro, de ese Miami ibérico, no es otra que Ángeles Muñoz. A la alcaldesa los periodistas la quieren emplumar por, según dicen, haber acumulado un patrimonio superior a los 12 kilos, lo cual no está nada mal, sobre todo teniendo en cuenta que antes de ejercer como regidora municipal la mujer trabajaba como humilde médica de cabecera. Pero qué mal pensados sois colegas, compañeros, troncos. ¿De dónde le llueve a la señora todo ese inmenso capital, de su marido, de la corrupción, de la droga, del blanqueo y el crimen organizado? Qué va hombre, semejante caudal solo puede salir de sus consultas hospitalarias, de visitar pacientes, de hacer muchas horas extra luchando inútilmente contra la pertinaz dolencia, el dolor y el sufrimiento humano. Hoy cualquier médico rural puede llegar a rico si se lo trabaja y se lo monta bien. Lógicamente no en la Seguridad Social, que está hecha unos zorros y agoniza sin que Pedro Sánchez se plantee rescatarla ni por un instante. Pero con un paciente aquí y otro allá, curando una gripe aquí y un orzuelo allá a los amigos y vecinos del barrio, seguro que la cosa da para llegar a final de mes, honradamente, y mucho más allá.
La Medicina se ha convertido en un gran negocio y los españoles, hartos ya de las listas de espera –la cadena perpetua de la enfermedad– recurren al médico de pago o a la mutua de turno, abonando lo que haga falta para solucionar una catarata, una hernia discal, unas tormentosas hemorroides o cualquier otro arrechucho.
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