(Publicado en Diario16 el 15 de noviembre de 2022)
Una “hormiguita” con fama de rigurosa e incansable pero poco conocida para conquistar Madrid. Así definen quienes la tratan a Reyes Maroto, la candidata del PSOE a la Alcaldía de la capital. Lo de su capacidad de trabajo y esfuerzo propia de un abnegado himenóptero es una buena carta de presentación para cualquier político que acepta el reto de presentarse a unas elecciones. Cosa distinta es que, efectivamente, estamos ante un rostro poco familiar para el gran público. Ayer mismo, las cadenas de televisión salían a la calle para preguntarle a los madrileños qué sabían de la ministra de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno de España. Unos pensaban que era una jugadora de fútbol, otros una joven cantante de algún reality show y la mayoría se encogía de hombros cuando la reportera mostraba la foto de la ya aspirante socialista a las municipales. “No sé nada de ella, ya nos contará qué es lo que nos ofrece”, decía una joven tras mirar el retrato de Maroto una y otra vez.
En el mundo de la posmodernidad en el que nos encontramos inmersos, la imagen prevalece sobre la idea, el continente sobre el contenido y el icono sobre el programa. El político es un producto más de la sociedad de consumo. Y claro, si no te conocen, no te compran. ¿Era Maroto la mejor apuesta para sacar al PSOE del bucle de derrotas electorales en el que se ha instalado peligrosamente? Sin duda, no lo es. En Ferraz hay caras (ellos y ellas) con mucho más gancho y tirón que la ministra. De su capacidad y competencia no dudamos (Maroto puede ser una excelente gestora en lo suyo), pero experiencia en el mundo municipal poca o nula. Y a unas elecciones se debe ir aprendido, curtido, rodado. Los experimentos suelen terminar en descalabro o fiasco. Por si fuera poco, ni siquiera estamos hablando de la titular de un ministerio potente que focalice el interés de los españoles. Industria y Comercio es una cosa como de grises burócratas, una ventanilla por la que la mayoría de los ciudadanos no pasa jamás.
Lógicamente, y tal como era de prever, el alcalde ejerciente, Martínez-Almeida, no ha tardado en enseñarle el colmillo retorcido a su competidora. El edil popular, que está siempre en permanente campaña electoral, le ha dedicado varias lindezas a Maroto. Entre ellas le afea que llegue como una paracaidista ajena a la realidad de Madrid, de modo que “tendrá que estudiar, tendrá que ir por las calles, tendrá que recorrerse los 21 distritos y los 131 barrios”. Como si él estuviese todo el día pateándose la urbe. Seguro que hay ambulatorios de los extrarradios que ni los ha pisado. De haberlo hecho se habría enterado de que allí tratan a los pacientes como a ganado de macrogranja. Al peso. Así se las gasta el regidor. José Luis es la elegancia democrática personificada, un señor al que se le seca la boca hablando de los sediciosos catalanes que atentan contra el Estado de derecho pero que no siente vergüenza de sí mismo por rendir honores a un genocida como Millán- Astray. De cualquier manera, Almeida ya se ve ganador y ha empezado a lanzarle puyas hirientes a su adversaria como si las elecciones se celebrasen mañana mismo. El alcalde cree que en la sede de Más Madrid están brindando, “y no con agua”, tras la elección de Maroto la loser, por utilizar el lenguaje trumpista que marca tendencia en Génova 13.
La mala baba y la bilis corrosiva del Austin Powers del municipalismo español no es óbice para que tenga su parte de razón. Es evidente que Pedro Sánchez ha colocado, a propósito, a un caballo perdedor, a un perfil bajo y tecnócrata para cubrir el expediente. Al lado de Mónica García, la mujer de Más Madrid que estos días se bate el cobre y se baja al barro junto a los manifestantes por la Sanidad, la ministra Maroto es un cromo bien coloreado, pero sin ninguna posibilidad de victoria. No solo carece del carisma necesario, sino que en los últimos tiempos ha metido alguna que otra gamba, como cuando en medio de la erupción del volcán de La Palma se le ocurrió decir que la catástrofe podría verse como “un reclamo turístico que podemos aprovechar”. Una ministra de Industria, como emprendedora de lo público, siempre debe saber ver el potencial comercial de cada cosa, pero pensar en miradores, en tenderetes de agua mineral y hotelillos con encanto para los cuatro turistas atraídos por el morbo del coloso que escupía lava y fuego y que ha dejado la isla hecha unos zorros, sumiendo a sus habitantes en la ruina y la depresión, no fue una buena idea. No obstante, corramos un tupido velo. Un mal día lo tiene cualquiera y la ministra pidió perdón a tiempo por sus desafortunadas declaraciones, así que ese capítulo oscuro de su currículum no se lo tendremos en cuenta.
Lo peor del asunto de la siempre huérfana candidatura sociata a la Alcaldía de Villa y Corte es que, por mucho que miremos a nuestro alrededor, no parece que nadie en el PSOE esté dispuesto a quemar su carrera política enfrentándose al poderoso Partido Popular de Ayuso (recordemos que Almeida era casadista, pero supo cambiarse de bando a tiempo para conservar el carguete). Por cierto, la presidenta madrileña ha dejado su ayusada del día al valorar la elección de Reyes Maroto con cierta arrogancia y sobradez. “El PSOE está hundido”, ha asegurado dando por ganados los comicios. La lideresa no debería confiarse demasiado porque, aunque las encuestas siguen respaldándola, la manifestación del pasado domingo en defensa de la Sanidad demuestra que una buena parte de la ciudadanía empieza a darse cuenta del camelo trumpista. Normal, hay que estar loco, o ser muy fanático, u odiar mucho a Sánchez (o todo ello a la vez) para votar a una señora que cualquier día manda para su casa, con una aspirina y una bolsa de agua caliente, a un pobre enfermo de ictus que acude a urgencias y se encuentra con que le dan con la puerta en las narices. Toda la suerte del mundo para la señora Maroto, aunque nosotros siempre diremos que el naipe ganador era Jorgeja.
Ilustración: Artsenal
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