(Publicado en Diario16 el 7 de octubre de 2022)
El PP ha votado a favor de mantener las condecoraciones que Franco otorgó a Hitler y Mussolini. Es lo que esta gente de la derecha entiende por ser un auténtico demócrata: honrar la memoria de genocidas, ensalzar regímenes totalitarios, no romper nunca con el pasado. El Partido Popular tiene un extraño complejo freudiano con Franco. Está claro que vienen de donde vienen, que su gran fundador fue un ministro del Régimen y que siempre han tratado de mantener vivas las esencias y los principios fundamentales del Movimiento Nacional. Juraron la Constitución del 78 con la única misión de preservar el «atado y bien atado» frente a la amenaza roja y ahí siguen, haciendo las veces de albaceas del dictador. Todo eso lo sabemos, pero uno cree que tras 45 años de democracia y varias generaciones de políticos al frente de ese proyecto conservador, ya han tenido tiempo más que suficiente para superar el trastorno y adaptarse al Estado de derecho. Pues no. Siguen manteniendo el mismo respeto reverencial de siempre hacia el patriarca fascista, siguen sintiendo un miedo ancestral que los paraliza. En definitiva, siguen acomplejados.
Ellos se empeñan en dar la imagen de liberales colocando al frente del partido a supuestos moderados como Feijóo, pero en el fondo les aflora la mala conciencia de siempre, no han conseguido resolver los tics autoritarios, su cainismo que les lleva a querer aniquilar al rival político, su sentido patrimonialista del país (creen que España les pertenece por derecho propio), su obsesión por el dinero como gran fetiche y tótem casi religioso, su nacionalismo taurino, católico y carpetovetónico (que no ha evolucionado ni un ápice desde los tiempos de Fernando VII), en resumen, su absoluta y preocupante falta de educación democrática.
Ahora nos colocan al presunto tolerante y mesurado Feijóo, un maniquí muy elegante para el escaparate de un bazar que en realidad esconde una trastienda morbosa y malsana repleta de animales disecados en el coto de caza franquista, condecoraciones oxidadas de la División Azul y otros recuerdos nostálgicos de un pasado enfermizo. Negarse a retirar la medalla que Franco otorgó a Hitler y Mussolini, entre otros monstruos genocidas, supone una de las páginas más negras que haya podido escribir el PP en los últimos años, y ya van unas cuantas. Para ellos, gente como Rudolf Hess, confidente de cabecera del Führer; Roberto Farinacci, ministro del régimen italiano; o Pedro Teotónio, embajador portugués de la dictatura de Antonio Salazar, son personajes ilustres del panteón de la historia a los que conviene venerar y rendir tributo, mientras que a nuestra gran escritora Almudena Grandes hay que meterla en el desván del olvido por roja y comunista. Esto ya no es un tic autoritario, es una maldita paranoia que deberían hacérsela mirar. La obsesiva oposición de la derecha a la Ley de Memoria Democrática les lleva a honrar tanto a los nazis sanguinarios de fuera como a los nuestros, entre ellos Gonzalo Queipo de Llano, Andrés Saliquet Zumeta o José Moscardó Ituarte, quienes según sus señorías populares deben seguir manteniendo sus honores militares.
Podría verse un tibio rayo de esperanza en el hecho de que dos senadores del PP hayan votado en contra de esta villanía (se desconoce si el errático Casero era uno de ellos) y que otros dos se hayan ausentado durante la votación, quizá por vergüenza torera. Pero no nos vale. La figura paternalista del dictador sigue acojonando mucho en las filas de Génova 13, donde más de uno todavía tiene su retrato colgado en la pared, la bandera del pollo presidiendo el despacho y el escudo con el yugo y las flechas grabado en el antebrazo como un amor de madre. No pueden remediarlo, llevan el mal en la sangre, les resulta imposible superar el complejo y no lo harán, no ya porque clínicamente la neurosis les puede, sino porque les va la marcha y siguen sintiendo la misma fascinación de siempre por las dictaduras de antaño.
Feijóo se ha comprometido a derogar la Ley de Memoria Democrática cuando llegue al poder una vez conformado el Gobierno de coalición con Vox. A este paso acaba devolviendo la momia de Franco al panteón del Valle de los Caídos. Al tiempo.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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