viernes, 7 de junio de 2019
DEBATES
Pedro Sánchez no aceptará dos debates; solo irá al de TVE del día 23. O lo que es lo mismo: quien quiera verse las caras con él, allí lo espera. La derecha habla de cacicada, de manipulación del ente público y de miedo o inseguridad del líder socialista. Podemos y Esquerra de grave error. Sin embargo, la decisión del presidente del Gobierno tiene más que ver con una estrategia de campaña que con un acto de autoritarismo o con el pánico escénico. Con su decisión, Sánchez ha enviado un claro mensaje a sus rivales políticos: puede que yo sea el líder de los 84 pírricos escaños, pero de momento sigo siendo el presidente y la agenda no me la marca ni Casado, ni Iglesias, ni Rivera. Mucho menos Abascal. Así que, salvo cambio de última hora, el secretario general del PSOE acudirá a un único debate en la televisión pública y quien esté interesado que vaya a batirse con él.
Estamos sin duda ante el último as en la manga de un gobernante que se ve ya ganador, ante el órdago audaz de alguien que se siente cada vez más poderoso y que por eso marca el ritmo y los tiempos. Su decisión podrá gustar más o menos, pero es perfectamente lógica con la consolidación de un candidato a quien todas las encuestas dan como victorioso el 28A. A Sánchez le basta con no arriesgar todo lo que ha conseguido durante una campaña brillante. Por tanto, celebrar más de un debate no solo se antoja innecesario, sino un atracón gratuito para los votantes que solo contribuye al espectáculo televisivo y al beneficio de las audiencias. Atresmedia, el grupo mediático que se siente perjudicado por el plantón de última hora del presidente, es una empresa privada y como tal debe ser la segunda opción. Los debates, ya sean a dos, a tres o a cuatro, deben celebrarse en la televisión pública, que es la que pagamos todos los españoles y la que hay que potenciar con buenos programas. Si Ferreras pretendía hacer caja y colgarse la medallita periodística esta vez tendrá que esperar.
Pero es que además en todas las democracias avanzadas es el presidente del Gobierno el que fija dónde, cuándo, con quién y cómo quiere debatir. Entra dentro de sus atribuciones legítimas. Al aceptar debatir con Vox, una formación ultraderechista que a fecha de hoy no tiene representación parlamentaria, Sánchez incluso ha demostrado más valentía, deferencia y elegancia de la que estaba obligado. Su intención era verse las caras con Abascal, y lo hubiera hecho de no haberlo prohibido la Junta Electoral Central. “Sostengo que el debate a cinco es el que se tiene que hacer en esta campaña electoral. Creo que es necesario que la ultraderecha esté en el debate para contraargumentarla. Si en 2015 yo no hubiese debatido con Podemos y Ciudadanos, ¿qué hubiese pensado la ciudadanía? Me interesa debatir con la realidad que habrá en las Cortes a partir del 28 de abril. Tengo muchas ganas de debatir para explicar mi proyecto político y porque quiero desvelar muchas de las mentiras e insultos de las tres derechas”, ha dicho el presidente mostrando más talante democrático que el que aparentan tener muchos.
Tampoco es justo decir que Sánchez ha dado la espantada a Atresmedia, quedando como un informal o un malqueda. Él se comprometió a un debate a cinco y ha cumplido hasta que Vox fue expulsado del partido por decisión de la JEC. Nada se puede reprochar al candidato socialista. La Junta Electoral ha emitido una resolución descartando a la formación de Abascal, un fallo que el presidente ha acatado pero que no comparte. Desbaratada la fórmula a cinco de Atresmedia, ahora la cuestión era otra bien distinta: cadena pública o cadena privada. Y la lógica aconseja que el escenario lo ponga Televisión Española. Si los demás candidatos no acuden y deciden comparecer en Atresmedia, consumando un boicot que resultaría cobarde y oportunista, será problema de ellos. Pero la obligación de los primeros espadas es estar en TVE y enviar a los segundos de las listas a los platós de La Sexta y Antena 3.
“Yo voy a estar el día 23 en TVE con quien quiera debatir. Que vayan a la televisión pública, que es de todos”, ha sentenciado Sánchez. Una vez más la jugada es perfecta y poco importa si la estrategia ha salido de la cabeza del presidente o de su mago de cabecera, Iván Redondo. En todo caso, la absurda polémica que se han inventado Casado, Rivera y otros, con el auspicio del matrimonio Ferreras/Pastor, al ciudadano de a pie se la trae al pairo. Al español que tiene que levantarse a las cinco de la mañana para ir a trabajar le tiene sin cuidado que el debate sea en TVE, en La Sexta o en la BBC. Tiene otros problemas mucho más importantes en qué pensar, como las pensiones, las prestaciones sociales y la precariedad laboral. Cuestiones sobre las que solo el PSOE y Podemos están incidiendo en esta campaña, mientras la derecha ultra habla todo el rato de bajar los impuestos a los ricos y de lo malos que son Torra y Puigdemont y Abascal pretende que cada español lleve una pipa en el bolsillo. Le guste o no al ‘trifachito’, la campaña sensata en clave social la está haciendo la izquierda, o sea el PSOE/Podemos. Y un estúpido debate en prime time para que una cadena privada pueda sacar tajada con la publicidad no va a estropearlo a última hora.
Viñeta: Igepzio
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