viernes, 7 de junio de 2019

RIVERA LA PIFIA


(Publicado en Diario16 el 23 de abril de 2019)

Todo político, cuando se pone en plan poeta, la caga. Es una máxima que suele cumplirse siempre. Atrás quedaron los tiempos en que los padres de la patria dominaban la lengua de Cervantes con aquello que se llamaba una “prosa florida”. Eran buenos con el estilete del verbo. Hoy se ha perdido ese hechizo de la palabra y muchos de ellos suelen terminar dando patadas al diccionario o atribuyendo una cita de Séneca a Shakespeare o cayendo en el lenguaje faltón con el rival político cuando ya no se tiene nada que decir en la tribuna de oradores.
Lo de ayer de Albert Rivera en su ‘minuto de oro’ del debate a cuatro en TVE es una buena muestra de ese “querer y no poder”, de esa falta de libros, de ese confundir la poesía con la cursilería. A Rivera cuando lo sacas de los autónomos y de la cosa del ‘procés’ catalán es que se pierde y por eso su improvisación en plan poético sobre la metáfora de España le quedó raruna, impostada, chirriante.
Y eso que el líder de Ciudadanos no había empezado mal del todo el tedioso debate. Convencido de que va a ser el nuevo presidente del Gobierno, algo que está por ver, tal como le dejó caer Pedro Sánchez en un momento del cara a cara, decidió usurparle el rol de referente de la derecha patria a Pablo Casado, que quedó descolocado ante la maniobra de trilero de su socio de ‘trifachitos’. No sospechaba el líder del Partido Popular que el jefe de los naranjas se la iba a jugar en el plató, comiéndole la tostada cuando nadie se lo esperaba. Ya en su papel de jefe de la derechona, y ausente Abascal, que se dedicaba a poner memes en Twitter (cuatro loros simulando los cuatro políticos que debatían en la tele) Rivera se metió en el papel de castigador de Sánchez. Fue como si le hubiesen dado una pastillita de odio en el camerino y salió encendido al ruedo televisivo, como un toro embolado. Quizá por eso a Rivera se le vio un tanto híperactuado, como al más rabioso de los fachas.
Mientras Sánchez capeaba el ‘huracán Albert’ como podía para salir indemne del envite, Pablo Iglesias recitaba artículos de la Constitución como si fuesen versículos del Corán. Extraña esa fiebre de fanático constitucionalista que le ha entrado de repente al líder de la formación morada cuando hace apenas un cuarto de hora arengaba a su tropa para cargarse el Régimen del 78. Cosas de campaña.
Pero volvamos a Rivera. El líder de C’s se ponía cada vez más chulo con el presidente (“señor Sánchez no sea usted cutre”) y le acusó de abusar del Falcon, de pactar con los separatistas de Torra y poco le faltó para echarle en cara haber matado a Lady Di. El viento del debate parecía correr a su favor, hasta que llegó el minuto 45 y no precisamente el gol de Sergio Ramos, sino un error de bulto que no sabemos si atribuir a la falta de pericia de sus asesores o a que el líder de C’s se vino arriba y ya se vio más grande que Espronceda. Fue entonces cuando se puso en plan poeta y la cagó.
“Se me saltaron las lágrimas al ver un golpe de Estado en Cataluña. Me duele España”, dijo ante el rubor de los espectadores. Pero lo peor, el discursito que dio vergüenza ajena, estaba aún por llegar: “¿Lo oyen? Es el silencio cómplice de Pedro Sánchez”. La puesta en escena le salió mal, ya que ni un solo español escuchaba el pretendido silencio, sino el machacón hilo musical del programa. Por un momento todo el país se acordó de la horterada que supuso la Niña de Rajoy, un recurso retórico que casi le cuesta unas elecciones al registrador gallego. Lo de apelar al “silencio” fue sonrojante y muchos se acordaron del “me gusta cuando callas porque estás como ausente”. Rivera se dio cuenta de su pifia, pero ya era demasiado tarde. Había recurrido al ripio barato y ese lirismo tiró por tierra todo su trabajo de acoso y derribo a Sánchez. En ese minuto de oro, que más bien quedará en la historia como un minuto de óxido poético, Rivera pasó de flamante aspirante a la Moncloa a carne de meme para las hordas y demonios de las redes sociales. Y es que la metáfora es el más difícil de los tropos y hay que estar muy leído para emplearlo con maestría. Seguro que esta noche, en el segundo asalto en Atresmedia, rectifica, aparca el libro de versos malos y se dedica a hablar de los autónomos, que es lo suyo.

Viñeta: Xipell

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