(Publicado en Diario16 el 5 de mayo de 2019)
Con las brasas de Génova 13 todavía humeantes, cual Notre Dame de la derecha clásica española, la cúpula del PP estudia este fin de semana cómo recuperar algo de lo que se ha quemado. Las elecciones locales y europeas se libran en apenas unos días y toca reaccionar, reponerse, superar el shock. Pablo Casado, el joven, impulsivo e imprudente piloto que fue colocado a los mandos del nuevo proyecto tras la caída de Mariano Rajoy, ha destruido en apenas dos meses (el tiempo transcurrido entre la manifestación de Colón y el 28A) lo que Fraga y Aznar tardaron más de dos décadas en construir. Su suicida giro a la derecha para parecer más ultra que Abascal fue demasiado brusco, un volantazo con derrape que ha costado casi cuatro millones de votos y un descalabro descomunal hasta caer a los 66 escaños. Ni Hernández Mancha lo hizo tan mal.
Y no fue porque el desastre no se viera venir. Todo el mundo se lo avisaba, desde las viejas glorias y veteranos del partido hasta la prensa nacional e internacional, Zarzalejos incluido: Pablo, déjate el franquismo, que es más peligroso que una caja de tabaco negro, le decían; Pablo, guarda el pollo para otro momento, no lo saques a pasear ahora, le aconsejaban; Pablo, córtate un pelo con el coqueteo extremista, le sugerían. Pero Pablo fue a lo suyo, no hizo caso a nadie y terminó estrellando el Ferrari PP-19 –un modelo posterior al que ha llevado a Camps al juzgado en el caso Fórmula I–, por querer llegar a la Moncloa por el atajo ultraderechista y antes que nadie. Si James Dean acabó mal con su ‘Pequeño Bastardo’, Casado también se ha pasado de frenada y se ha despeñado con otro bólido, el de la política, tanto o más peligroso. A fin de cuentas, juventud e impetuosidad están detrás de muchos accidentes por imprudencia temeraria.
Sea como fuere, lo cierto es que con su fugaz reconversión al falangismo el candidato popular eligió un camino equivocado. Durante toda la campaña estuvo demasiado crispado, duro, vehemente, por momentos incendiario y casi siempre sobreactuado y fuera de tono. Hoy ha vuelto a decir que quiere volver a la moderación, recuperar las esencias del PP, resucitar la gallina atrapalotodo de los huevos de oro que tantas victorias dio a los populares. Solo que quizá ya sea demasiado tarde y la gallina no pueda ser reanimada ni trasplantándole un órgano de esos que ahora se hacen con impresoras 3D. Querer retornar al centro liberal en cinco minutos, como si nada hubiese sucedido, se antoja un imposible. La credibilidad de un político no se labra de la noche a la mañana. Él que tanto admira a Adolfo Suárez, su gran ídolo y referente, debería saberlo. El arquitecto de la Transición empeñó media vida en tratar de convencer a los votantes de que había dejado de ser un tecnócrata del franquismo para convertirse en un demócrata moderado. Casado cree que la imagen de un líder es como una prenda que se pone a capricho: hoy me enfundo la camisa de fuerza nueva, mañana el sedoso traje azul marengo popular. Un día me levanto ultraderechista y con ganas de comerme a un rojo masón, al siguiente soy un hombre mesurado y de centro. Pero la cosa no funciona así. Y no funciona sencillamente porque la gente se huele la tostada, caza el truco enseguida, presiente que le quieren dar gato por libre (o gaviota por aguilucho, que para el caso es lo mismo).
Los españoles no son tontos y no se les puede vender una cosa y su contraria en menos de un mes, que es el tiempo que va a transcurrir entre el 28A y el 26M. Es como querer llevarse a la cama a alguien saltándose los preámbulos, el cine, la cena a la luz de la Luna y el baile de rigor. A Casado se le ve tan ansioso por pillar cacho que es capaz de saltarse el necesario romanticismo de la seducción, cambiar su personalidad súbitamente si hace falta. Ahora duro y macho; ahora tierno y sensible. Click, clack, como un frívolo álbum de fotos de Instagram. Tales maniobras y artificios de conquistador barato España, que es el objeto sentimental a enamorar, las percibe, las capta y no traga. El pretendido giro al centro del líder del PP es una milonga, una maniobra a la desesperada, otra impostura más, y ya van muchas. Para ligar, ya sea con otra persona o con todo un país, el primer mandamiento es ser natural. Que uno parezca íntegro, sincero, cabal. No una “veleta azul”, como dice el colérico Caudillo del caballo pura raza.
Viñeta: El Koko Parrilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario