sábado, 8 de junio de 2019

LA MUERTE AZUL


(Publicado en Diario16 el 29 de mayo de 2019)

Hitler convirtió Alemania en un inmenso horno crematorio en el que asesinó a seis millones de judíos. Hoy la ultraderecha europea, el “tecnofascismo” blando, mata de otra manera más limpia y sutil: dejando morir en el Mediterráneo a miles de personas. Las cifras son demoledoras. A 30 de septiembre de 2018 habían fallecido 35.597 migrantes cuando intentaban alcanzar las costas europeas. Ese es el registro documentado, con nombres, apellidos y lugar de nacimiento, desde que se empezaron a recabar datos hace algunos años. Sin embargo, las víctimas son más, muchas más. Algunos expertos creen que la cifra podría ser más del doble, incluso triplicarse, superando los 100.000 muertos, un auténtico drama humano de proporciones gigantescas del que apenas se habla.
¿Hay algún culpable del mayor genocidio del siglo XXI? Sin duda. Las políticas xenófobas de naciones gobernadas por partidos de ultraderecha que influyen decisivamente en las directivas de Bruselas. Esas políticas tienen nombre y apellido, gobernantes que pasarán  a la historia como responsables de la mayor crueldad que se ha cometido en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Matteo Salvini, por ejemplo. El vicepresidente y ministro del Interior del Gobierno italiano, con su decisión de que las patrulleras y barcos italianos dejen morir a los inmigrantes a la deriva, ha desencadenado buena parte de esa inhumana brutalidad. Lo dice el informe Desembarcos en Italia: El coste de las políticas de disuasión, publicado por el Instituto para los Estudios de Política Internacional (ISPI). Según el documento, una media de ocho inmigrantes mueren cada día en el Mediterráneo central. Ese fue el negro balance de los primeros meses de gestión de Salvini y la Liga Norte entre julio y octubre de 2018.
Pero hay otros nombres que deben añadirse a la lista de homicidas que no aprietan el gatillo ni aplican el Zyklon B pero pulsan el botón de la horripilante maquinaria de matar: el Partido del Progreso de Noruega, el Vlaams Belang de Flandes, Viktor Orbán y su Fidesz-Unión Cívica Húngara y el partido Ley y Justicia polaco. Sobre todos ellos, inspirando el macabro modelo de exterminio masivo, el Frente Nacional de Francia, fundado en 1972 por Jean Marie Le Pen, y el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) de Jorg Haider. La lista de formaciones europeas ultraderechistas, nativistas, nacionalistas y xenófobas es larga y sería imposible recogerlas en este artículo.​
No hace falta decir que todos estos partidos incluyen en sus programas políticas hostiles a los derechos humanos, hasta tal punto que prefieren que miles de personas mueran ahogadas en el Mediterráneo que acogerlas en cumplimiento del Derecho Internacional, Marítimo y los convenios de ayuda al refugiado. Por supuesto, los movimientos xenófobos han ido imponiendo su agenda excluyente e insensible en las instituciones de la UE, que desde hace ya unos años han endurecido las condiciones de entrada y estancia de los inmigrantes en suelo europeo. Es el llamado “contagio ultra”, un fenómeno que se extiende por todo el viejo continente, de país en país, y que aunque ha tardado en llegar a España finalmente se ha instalado como en el resto de Estados miembros de la unión. Parecía que la ultraderecha no iba a cuajar en nuestro país, donde la experiencia del fascismo franquista seguía demasiado reciente, pero finalmente lo ha hecho a través de Santiago Abascal y su partido, Vox, que ha terminado por imponer sus xenófobos contenidos sobre inmigración a los partidos conservadores tradicionales.
La ultraderecha mata con sus políticas insolidarias, crueles, etnocéntricas. Los líderes xenófobos ya no visten con uniforme militar y botas de guerra, pero practican una filosofía que en cierta medida está inspirada en aquellos viejos genocidas del siglo XX que exaltaban la raza y la patria. Auschwitz no es cosa del pasado. Hay muchos Auschwitz repartidos por todo el Mediterráneo, un mar sembrado de cadáveres anónimos, gente condenada a la muerte por su condición de pobre y por el color de su piel. Hoy los jerarcas del fascismo no necesitan construir gigantescos crematorios ni trenes de la muerte para exterminar a las razas inferiores. No hay más que arrastrar a toda esa gente a un mar de desesperación, esperar a que caigan al agua como frutas maduras y dejar que perezcan ahogados en medio de la noche, sin que nadie los vea ni los oiga gemir de dolor, lejos de la injusta civilización y del hombre blanco.

Viñeta: El Koko Parrilla

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