(Publicado en Diario16 el 13 de abril de 2019)
Días antes de que millones de norteamericanos acudieran a votar, trols rusos se hicieron pasar por usuarios de Twitter para echarle una mano a Donald Trump, acosado por supuestos escándalos que amenazaban su carrera política. En poco tiempo consiguieron que se hablara más de los asuntos turbios de Hillary Clinton que de las trapacerías del propio magnate. Algo similar sucedió durante la campaña electoral que llevó al poder a Jair Bolsonaro en Brasil. Durante semanas, los comandos de “influencers” y trols machacaron a los votantes brasileños con sus ‘fake news’. No pararon de propagar las ideas más reaccionarias y conservadoras contras las mujeres, homosexuales y negros hasta que en la noche de la victoria salieron de sus escondrijos para celebrar con sus memes el triunfo del candidato ultraderechista. ¿Está sucediendo algo parecido en España con Vox? Sin lugar a dudas la respuesta es afirmativa.
El partido de Santiago Abascal parece seguir al pie de la letra el manual de Steve Bannon, el ejecutivo de medios estadounidense que desplegó la agresiva estrategia de campaña para Trump. Según ese manual, el éxito de los líderes xenófobos está en disponer de una legión de trols que trabajen noche y día para desmontar las noticias de la prensa izquierdista. Vox cuenta con esa guardia pretoriana. Allí donde se publica un artículo crítico con la formación verde allá que salen los comandos cibernéticos prestos a insultar, menospreciar, coaccionar y amedrentar al periodista que se atreva a ir demasiado lejos. Los espacios reservados a los comentarios de la noticia-web suelen llenarse entonces de exabruptos y mensajes faltones contra el medio de comunicación hostil y su crítico redactor.
¿Estamos ante un ejército organizado y sostenido por la dirección del partido de Abascal o estos ‘haters’ funcionan por su cuenta? La pregunta no tiene respuesta, pero es un hecho constatado que organizaciones ultraderechistas similares en otras partes del mundo emplean el monitoreo organizado de estos profesionales del odio. Según Southern Poverty Law Center –una organización no gubernamental progresista de defensa de los derechos civiles conocida por sus victorias legales contra grupos segregacionistas racistas y supremacistas blancos–, la organización estadounidense ultra ‘Alt-Right’ (AR o derecha alternativa) dispone de un auténtico ejército de trols perfectamente estructurado. AR es “un conjunto de ideologías de extrema derecha, grupos e individuos, cuya creencia básica es que la identidad blanca está siendo atacada por fuerzas multiculturales que usan los conceptos de lo políticamente correcto y la justicia social para socavar a los blancos y a su civilización”. Cabe recordar que Abascal acaba de insistir hace solo unos días en que España se enfrenta a una “invasión islamista” que contaminaría la pureza de la sangre europea, una afirmación que coincide plenamente con el ideario de la Alt-Right, con la que Vox mantiene estrecho contacto.
La gente de AR trata de propagar sus ideas ultraderechistas por todo el mundo. Tienen una gran actividad en internet; de hecho se acusa a sus miembros de actuar como trols en la red. La mayoría de los miembros de esta corriente ideológica son jóvenes con una gran capacidad de activismo en Internet. Se trata de un grupo heterogéneo cuya misión es propagar en las redes sociales la incorrección política, el rechazo al multiculturalismo, a la inmigración, al intervencionismo militar, al globalismo, al feminismo, a la homosexualidad y en general a las ideologías de igualdad de género. Entre estos trols hay ultracristianos, tradicionalistas y neonazis. Todos ellos reniegan de la democracia convencional y apoyaron la campaña electoral de Trump hasta llevarlo a la Casa Blanca. ¿Se está sirviendo el partido de Abascal de la compleja red internacional de trols de la AR? ¿Ha creado su propia estructura?
Lo que parece claro, por la forma de escribir de los trols ultraderechistas, es que detrás de ellos hay todo un manual de estilo. O de mal estilo, habría que decir, porque no pocos comentarios están plagados de faltas de ortografía. Los trols ultras son políticamente incorrectos, faltones, ácidos hasta la corrosión. No dudan en faltar al respeto al opinante de izquierdas y al periodista que lanza sus informaciones de forma contrastada. Lo ningunean, lo humillan, lo insultan profesional y personalmente y lo destrozan en público a la menor oportunidad. Generalmente atacan en manada, por oleadas simultáneas o sucesivas. Y cuando atrapan a la presa no la sueltan hasta devorarla dialécticamente y desacreditarla. Para ello recurren a documentación falsa, mentiras, infundios y ‘fake news’, si es preciso. Un trol ultra no tiene piedad. Suele operar con nombres falsos y cuentas duplicadas, desde el más absoluto anonimato, para evitar la correspondiente demanda por difamación.
Además de las redes sociales convencionales (Facebook y Twitter), los trols suelen moverse también en páginas declaradamente racistas, de donde capturan memes para difundirlos después. En ocasiones promueven encuestas de un gusto humorístico pésimo con preguntas como “¿preferirías que tu hija fuera feminista o tuviera cáncer?”
También se nutren de artículos y noticias de publicaciones de extrema derecha como Breitbart, que ya ha anunciado la apertura de varias sedes en países europeos. Un periódico donde sin duda los trols ultras se encontrarán como en casa.
El objetivo de todos los ejércitos de trols siempre es el mismo: propagar el odio y la intolerancia, convertir Internet en una cloaca. ¿Es posible combatirlos? Los expertos aconsejan no tomarlos en serio, pero lo cierto es que el mensaje de odio que dejan tras de sí no debería quedar impune.
En España la Fiscalía ha actuado en los últimos años contra tuiteros, raperos y artistas de extrema izquierda por mensajes que supuestamente incitan al odio. Sin embargo, pocos son los trols de la extrema derecha que terminan en el banquillo de los acusados por injurias y calumnias. ¿Cuánto tardarán en plantearse los gobiernos que estos ejércitos cibernéticos constituyen un auténtico peligro para las democracias modernas? ¿Por qué no se empiezan a tomar medidas ya para perseguir a estos auténticos saboteadores que buscan envenenar, crispar y destruir el sistema? De momento la manipulación y el odio controlan las redes sociales. Los trols se han extendido tanto que algunos expertos politólogos consideran que ya no será posible celebrar una campaña electoral con garantías de limpieza e imparcialidad y a salvo de estos ejércitos perfectamente adiestrados para propagar el infundio y la intolerancia.
Viñeta: Igepzio
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