miércoles, 5 de junio de 2019

LOS INDÍGENAS


(Publicado en Diario16 el 28 de marzo de 2019)

Al menos 370 millones de indígenas malviven en el desamparo, la marginación y el olvido en todo el mundo, según datos del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra. Ello supone que más de un tercio de la población mundial que padece la lacra del hambre pertenece a estos sufridos pueblos olvidados por los gobernantes.
México es uno de los Estados que peor trata a sus indígenas. Los grupos étnicos que descienden de aquellas gloriosas civilizaciones precolombinas forman hoy inmensas bolsas de pobreza en todo el país, sobre todo en zonas despobladas y extrarradios de grandes ciudades. Ser hijo de indios en el hermoso México es un pasaporte directo para morir antes de tiempo.
Según cifras del propio Gobierno mexicano y del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el 71,9 por ciento de los indígenas del país −una población formada por unos 11 millones de personas−, padece “pobreza extrema”. De ellos, al menos 3,2 millones carecen de los mínimos recursos para sobrevivir y sufren carencias en todos los derechos sociales, no solo el derecho a una vida digna. Siete de cada 10 indígenas no llega al salario mínimo, que es de 176,72 pesos mexicanos en la zona libre de la frontera norte (unos 8,78 dólares diarios). Estos que viven con menos de 270 dólares al mes son unos privilegiados. En el resto del país, el salario mínimo general de los indígenas es todavía más bajo: 102,68 pesos (5,1 dólares al día: 150 al mes). Cabe supone que acabar el día con el estómago lleno es el principal desafío para miles de familias que malviven en chabolas.
La población indígena (unos 68 pueblos diferentes) presenta los más elevados índices de analfabetismo, que asciende al 19,8 por ciento de su población; este problema solo afecta a una media del 4,3 por ciento de los mexicanos que no son indígenas. El problema se agudiza entre las personas que tienen 65 o más años, donde el analfabetismo entre las diferentes etnias es del 52,9 por ciento. El fracaso educativo entre los niños es brutal, según las citadas estadísticas: alcanza el 82,4 por ciento de los menores. La escuela también es racista si nos atenemos a los fríos porcentajes.
A su vez, la sanidad pública es hoy un lujo para los últimos supervivientes de aquellas míticas tribus aztecas. Al menos 8,9 millones de personas no tienen acceso a la Seguridad Social y el agua potable tampoco llega en condiciones de salubridad a estas poblaciones condenadas a las enfermedades infecciosas o a la muerte social en inmensos guetos.
Quizá el presidente López Obrador no calibró suficientemente el alcance de sus palabras cuando decidió exigir al Rey Felipe VI que pida perdón en nombre de España por el holocausto de tribus aborígenes durante la conquista de México hace quinientos años. Quizá no haga falta remontarse tan lejos en la historia para comprender que el exterminio indígena continúa, esta vez a manos de los jerarcas, narcocaciques y elites xenófobas de aquel país hermano.
Según confiesa al diario El Mundo Óscar Shibayama, coordinador de la comisión política del Parlamento Nacional Indígena, “nunca se nos consultó, ni se contó con nosotros para el envío de estas cartas a Felipe VI”. “Durante la campaña, el presidente planteaba una cosa que ahora estamos viendo que no era real. Todas sus acciones van dirigidas a seguir con la explotación, el despojo y a no respetar a los pueblos indígenas”, asegura una mujer perteneciente a una de esas minorías. “Necesitamos que se mejoren los accesos a nuestra región, si tenemos que atravesar caminos de tierra seguiremos lejos del desarrollo. También queremos que se nos incluya en el desarrollo educativo y que se nos facilite el acceso a las telecomunicaciones”, reclama el Parlamento Nacional Indígena.
Puede que los españoles tengamos que pedir perdón por siglos de latrocinio, saqueo y exterminio del pueblo azteca. Pero antes deberían pedirlo también los gobernantes que han masacrado a sus poblaciones nativas −sumiéndolas en el subdesarrollo, la marginación y la esclavitud−, desde la independencia del país en 1836. Que no nos venda López Obrador un México ideal lleno de igualdad de oportunidades por encima de la raza y del color de la piel porque no existe. La cruda realidad es que en el siglo XXI los indígenas siguen siendo considerados por aquellas latitudes seres tan inferiores y animalizados como los veían Hernán Cortés y sus misioneros, que en nombre de Dios y de la Santa Madre Iglesia cometieron toda clase de tropelías.

Viñeta: Igepzio

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