(Publicado en Diario16 el 10 de mayo de 2019)
Isabel Díaz Ayuso, para quien no lo sepa todavía candidata del Partido Popular a la Comunidad de Madrid, posee una habilidad especial muy apreciada en la política española de nuestros días: con un solo titular disparatado es capaz de generar dos escándalos mayúsculos. Mínimo esfuerzo, máximo rendimiento. Desde luego, ese potente dos por uno resulta especialmente eficaz en tiempos de campaña electoral, cuando lo que toca es decir la burrada más gorda, prometer la mentira más gruesa o soltar el insulto más grave. La chica no es experta en Derecho, ni en Economía, ni en oratoria, pero tiene ese don innato, natural, que consiste en que cada vez que abre la boca sube el pan. Y eso se valora mucho en el vodevil en que se ha convertido la vida pública nacional.
La última la ha soltado a cuenta del desempleo y la precariedad laboral que carcome nuestro país durante una entrevista concedida a Madrid Diario. En un momento del cara cara con el periodista ella dice que prefiere “un empleo a que no haya empleo” y acto seguido suelta el truño ideológico que ha incendiado las redes sociales: “Cuando empiezan a hablar de empleo basura me parece que es ofensivo para el que está deseando tener ese empleo basura”. Es decir, aquella idea tan salvajemente neoliberal, tan feudal y esclavista, de que para el pueblo es mejor comer mierda que no comer. En apenas un segundo, la señora se ha cargado la justicia social, el Estado de Bienestar y tres siglos de avances en derechos humanos. Una fiera.
Pero no iba a quedar ahí la cosa. Cuando Díaz Ayuso se aplica al disparate y la bobada no para hasta quedarse a gustito. A la pregunta sobre la última propuesta de Vox para trasladar la fiesta del Orgullo Gay a la Casa de Campo, la candidata popular responde que ese gran parque madrileño alejado del centro de la ciudad “no es el sitio, ya no solo porque es un bien patrimonial, sino porque es también escenario de las familias durante el fin de semana”. Es decir, traducido del eufemismo hipócrita al lenguaje coloquial, allí no se puede llevar a la chusma libertina y depravada porque hay niños pequeños y pueden traumatizarse con tanta carne, tanto beso furtivo y tanto tanga desbocado. A la puritana y gazmoña líder madrileña del PP le parece que una fiesta que sirve para reivindicar los derechos sexuales y laborales y la no discriminación de las personas puede ofender el decoro y las buenas costumbres de la gente respetable de Madrid, o sea los de la biuti, los de su clase. Si con la primera afirmación sobre el empleo basura la Ayuso hace apología de la explotación laboral, con esta segunda alimenta la xenofobia por razón de condición sexual, algo prohibido por la Constitución Española, ese ensayo de ficción editado en 1978 que la candidata popular parece no haberse leído, o si lo ha hecho no lo ha entendido muy bien.
A la aspirante a la Comunidad de Madrid habría que explicarle que la primera obligación de todo político debería ser mejorar la vida de la gente, no hundirla en la miseria. Pero ella parece que disfruta proponiendo ideas torturantes para los ciudadanos, como aquella locura que dijo la pasada semana, cuando aseguró que le gustaría recuperar los atascos a las tres de la mañana porque hacían de Madrid una “ciudad especial”.
Estamos sin duda ante una candidata que ofrece ideologías que tienen que ver con un cierto masoquismo político. La Ayuso se siente una especie de “ama dominatrix” que sueña con azotar con su látigo de cuero al sumiso obediente, en este caso el sufrido esclavo-trabajador-basura, al homosexual recluido en el gueto de la Casa de Campo o al automovilista atrapado en un atasco monumental. Díaz Ayuso va por ahí ofreciendo un programa político de dolor y sufrimiento para los madrileños, prácticas de masoquismo político que a ella deben causarle un gran placer pero que a los modestos ciudadanos maldita la gracia. La candidata del PP por Madrid tiene el puntito de crueldad traviesa de las divas, la dureza e insensibilidad que se lleva tanto ahora que Vox ha vuelto a poner de moda el fascismo. A Díaz Ayuso uno la ve como esa niña retorcida que atrapa una mosca, le arranca las patas y las alas y sonríe con una inocencia entre cándida y sádica.
Un nuevo estilo, el sadomaso político consistente en fustigar al ciudadano, ha llegado para quedarse de la mano de esta mujer que hasta hace un cuarto de hora no la conocía nadie pero que a alguien en el PP se le ocurrió que tenía madera para el escándalo permanente, que es en lo que se ha convertido la vida pública en nuestros días. Estamos sin duda ante una candidata hardcore (heavy metal), una nihilista destroyer de botas altas, mucha sombra de ojos y una mirada de muñeca gótica que hiela la sangre. Ha nacido una estrella.
Viñeta: El Koko Parrilla
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