(Publicado en Diario16 el 7 de junio de 2019)
La selección española de fútbol juega hoy un partido absurdo en las Islas Feroe, ese archipiélago autónomo del Reino de Dinamarca que pocos sabrían ubicar en el mapa. Y decimos que es un partido absurdo no solo porque este tipo de encuentros deberían estar prohibidos por aburridos y muermos sino porque en aquellas latitudes nórdicas hace siglos que se sigue una costumbre tan bárbara como criminal: la matanza masiva de las ballenas y delfines.
En efecto, cada año por estas fechas en las feroces Feroe les da por consumar el macabro ritual centenario de la bahía de Torshavn, donde una horda enardecida se dedica a matar y abrir en canal a más de un centenar de pacíficos e inteligentes cetáceos. El espectáculo es siniestro, horrible, sobrecogedor. Gente armada con arpones, espadas y cuchillos descuartizando cientos de ballenas mientras el agua de la playa se tiñe de rojo entre borbotones de sangre. Este año han liquidado tranquilamente a 250 bellos ejemplares en la fiesta más infame que exista sobre la faz de la Tierra.
Según los libros de historia, la carnicería conmemora el inicio del verano y la migración de estas especies hacia el norte en busca de temperaturas más frías. Extraña forma esa de conmemorar con la ceremonia de la muerte algo tan hermoso como el cambio del ciclo de la vida y la lucha por la supervivencia de tan majestuosas especies animales. En España tenemos otras formas mucho más civilizadas y pacíficas de celebrar la llegada del verano, como saltar hogueras en la noche de San Juan, darle al porrón de sangría en las terrazas de la costa o emprender la peregrinación de todos los años a Torremolinos o Benidorm. Pese a lo que diga la leyenda negra de Felipe II que López Obrador insiste en resucitar ahora, los españoles somos gente pacífica que no vamos matando ballenas por ahí como los paisanos de las Feroe. Tenemos el mal vicio taurino, eso es innegable, pero se irá perdiendo con el tiempo pese a lo que diga Vox.
La mala fama de pueblo inhumano y bárbaro nos la seguimos llevando nosotros, mientras en otros lugares de la refinada y moderna Europa se dan el festín sangriento de la muerte con animales tan inteligentes como las ballenas y delfines, seres que razonan siguiendo patrones de comportamiento similares a los humanos, según los últimos estudios científicos. Estamos pues ante un genocidio por placer, por costumbres atávicas y por dinero, ya que tras el sacrificio de ballenas comercializan la carne, base y sustento de la economía de los feroeses.
“Pese a que la visión es dramática para los extranjeros, la carne y grasa de ballena son una parte muy valiosa de la dieta nacional en las Islas Feroe”, ha asegurado con cinismo un portavoz del Gobierno isleño. No ha debido enterarse este señor de que la comunidad científica ha advertido contra el consumo de carne de cetáceo, ya que los análisis practicados en estos mamíferos acuáticos han encontrado altos niveles de mercurio, cadmio y plomo. Es la madre Tierra que nos castiga por nuestros crímenes devolviéndonos en forma de veneno la carne injusta que cazamos .
¿Tiene sentido que la selección española vaya a jugar un alegre partido de fútbol con gente así? ¿Es ético dedicarse a aplaudir los goles de Sergio Ramos como si nada estuviese ocurriendo mientras miramos para otro lado para no ver cómo estos salvajes y criminales ecológicos con boina y arpón siguen devastando especies enteras en vías de extinción dotadas de gran raciocinio y sensibilidad?
Sin duda, lo que se merecen los feroeses no es una goleada de escándalo, sino un boicot en toda regla. Ya que ha sido todo un acierto que Pedro Sánchez haya ordenado a nuestras fragatas salir del Golfo Pérsico y volver a casa en el último momento, justo cuando Donald Trump apuntaba sus misiles enloquecidos hacia Irán, tampoco estaría de más que el presidente del Gobierno ordenara a nuestros ejércitos futbolísticos que regresaran a sus cuarteles de invierno, en este caso de verano, para boicotear a esos nórdicos cuyo mejor pasatiempo para matar el tedio de vivir en una isla nublada y lejana es darse al exterminio ciego de bellos animales que no han hecho daño a nadie.
Viñeta: Periotti
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