sábado, 8 de junio de 2019

LOS BUITRES


(Publicado en Diario16 el 17 de mayo de 2019)

Las derechas, en su afán por buscar enemigos donde no los hay, ha encontrado una nueva amenaza que añadir a su ya larga lista formada por feminazis, homosexuales, transexuales, rojos masones y prensa comunista: los okupas. Así, Begoña Villacís, candidata de Ciudadanos a la Alcaldía de Madrid, ha declarado la guerra a este movimiento antisistema, mientras que Vox ya prepara su particular caza al okupa con un plan militar que incluye el uso de la fuerza, si es preciso, hasta desalojarlos de las casas de la “España que madruga”.
Sin embargo, si nos fijamos en las estadísticas, podemos comprobar que estamos ante un nuevo montaje de la derecha extrema para propalar el miedo, el recelo y el odio entre españoles. En efecto, según publica el diario Expansión, en nuestro país hay entre 85.000 y 90.000 viviendas ocupadas. Sin embargo, más de tres cuartas partes son propiedad del sector financiero, ese Leviatán hambriento de dinero al que no le importa que cientos de miles de personas no puedan tener acceso a una vivienda digna. Es decir, 70.000 pisos embargados por los bancos –y dedicados a la especulación inmobiliaria pura y dura– estarían habitados no por okupas, como dice despectivamente la ultraderecha, sino por gente que necesita una casa.
No se puede poner muros al hambre, como tampoco se puede poner puertas a una vivienda cerrada, sin uso, mientras hay familias que no tienen un techo. Esa es la realidad y la gran contradicción del sistema ultracapitalista en el que nos movemos. Pero lejos de resolver la cuestión, la derecha patria agita el espantajo de un nuevo enemigo que no existe, como si en este país hubiese un ejército de okupas, una inmensa tribu de apaches hispanos que pretenden quitarle la propiedad al supremacista hombre blanco. En su delirio belicista, Abascal, Ortega Smith y Rocío Monasterio –siempre deseosos de empuñar un arma con cualquier pretexto– creen que el problema de la ocupación ilegal en España se resuelve enviando a la Legión a los barrios de nuestras ciudades y pueblos, cuando en realidad la solución está en hacer frente a los fondos buitre, auténtico cáncer de nuestra economía y del mercado inmobiliario.
Si el ser humano feliz es aquel que siendo rey o campesino encuentra paz en su hogar, como decía el divino Goethe, este es un país en guerra permanente consigo mismo, pero no porque los independentistas quieran romper España, ni porque la Policía haya detenido por fin a Josu Ternera, resucitando la lucha contra ETA, ni porque el Gobierno pretenda ganar la guerra civil ochenta años después sacando del Valle de los Caídos los huesos de Franco. Este es un país que no encuentra la paz sencillamente porque su gente no tiene un hogar, como ordena la Constitución, porque el gran casero de España es un señor con visera, manguitos y monóculo que en algún rascacielos tiene las llaves de nuestras vidas y nuestras casas, robándonos así un derecho fundamental.
Si la vivienda no es sólo un bien inmobiliario, sino también una forma de consolidación espiritual, como dice Benedetti, las élites financieras y las derechas reaccionarias nos han sustraído el alma, el espíritu y el futuro. Y si una persona recorre el mundo buscando lo que necesita y llega al hogar y lo encuentra, como decía el filósofo aquel, una legión de españoles que no tienen un cobijo andan erráticos, perdidos, furiosos contra todo y contra todos.
El contrato social rousseauniano se reduce, entre otras cosas, a un contrato de alquiler, y este país no tendrá paz social mientras haya pisos cerrados, vacíos y tristes incubando el egoísmo de las grandes multinacionales de la injusticia. España no será una democracia real mientras su gente viva a la intemperie, en la trashumancia y el nomadismo y mientras los señores buitres carroñeros del dinero sigan echándole el candado a miles de casas, a cal y canto, negando al español la posibilidad de formar una familia y de ser feliz.
Abascal y Rivera que no jueguen a la demagogia del enemigo ficticio. Que no busquen culpables inocentes, ya que el verdadero responsable del drama español de la vivienda no es un chico o una chica con largas greñas, anillo en la nariz y tatuaje en el brazo que ocupa un inmueble por necesidad. El auténtico monstruo que está robando el bienestar de este país es el buitre especulador, el corsario de Blackstone que ha convertido nuestras casas en colmenas para las plagas invasoras de turistas o en nichos oscuros y deshabitados donde ya no hay familias, ni huele el puchero caliente de la vida, ni se escucha la carcajada de los niños bajando las escaleras con estrépito. Que se enteren los ‘naranjitos’ de Ciudadanos, los azules del PP y también Abascal ‘El Pistolas’: un país de hogares vacíos es un país estéril. Un país muerto.

Viñeta: El Koko Parrilla y Elarruga

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