martes, 17 de septiembre de 2019

EL PÁNICO DE RIVERA


(Publicado en Diario16 el 17 de septiembre de 2019)

Rivera ha puesto tres condiciones a Pedro Sánchez si quiere que Ciudadanos dé luz verde a su investidura. La vuelta a la supuesta Navarra constitucional, la aplicación del artículo 155 en Cataluña y una bajada de impuestos son las tres ofertas con las que el líder de C’s trata de “cazar” al presidente del Gobierno en funciones en el último segundo antes de que expire el plazo y Felipe VI convoque elecciones. El problema es que no estamos ante la invitación formal de un hombre de Estado que piensa en clave de estabilidad y de intereses del país, sino ante el SOS de un hombre agobiado, desesperado, que ve cómo las encuestas pronostican un descalabro monumental de la formación naranja en noviembre: de 57 escaños a 22.
El movimiento ultimísimo de Rivera revela que estamos ante un líder que con sus tácticas erróneas y devaneos se ha metido él solo en la ratonera, ante alguien acosado por los fantasmas de todos los colaboradores que han ido desertando en los últimos meses de imprudente giro a la derecha, ante un candidato que ha jugado a la fanfarronería política y a la crispación permanente y que ha terminado estrangulándose a sí mismo con el cordón sanitario que pretendía colocarle a Sánchez.
Rivera se ha levantado por la mañana, ha puesto el último disco de Malú, ha abierto La Razón por la sección de España para ver cómo van los sondeos (el dimitido Toni Roldán dice que su exjefe es muy aficionado a las encuestas) y se le han puesto de corbata, como vulgarmente suele decirse, al ver que tras los comicios de noviembre tendrá los mismos diputados que Vox, lo cual ya es decir. Está claro que Rivera ha visto el famoso abismo abriéndose a sus pies, ese precipicio abisal sobre cuyo borde se pasean hoy, alegremente, los principales líderes y candidatos en un extraño ejercicio de funambulismo suicida. De un tiempo a esta parte, una epidemia autodestructiva se ha apoderado de la clase política española, como aquellos poetas románticos del XIX, en plan Larra. Y así, Sánchez quiere suicidarse y suicidar el PSOE convocando nuevas elecciones (una loca huida hacia adelante y a ninguna parte); Casado asume el suicidio por asfixia a bocanadas de corrupción; Iglesias da por bueno suicidarse agarrado a su juguete soñado, el mecano imposible del Gobierno de coalición (“mi tesorooo…”); y Rivera ahora se da cuenta de que con sus pactos con los neofranquistas de Vox estaba cavando su propia tumba, suicidándose lentamente. Por eso ha sentido miedo, pánico, terror. Teme perder el sillón y ya traga con lo que le echen; sería capaz de firmar la independencia de Cataluña si se la pusieran delante.
Roldán ha dicho que “nunca es tarde para rectificar” y cambiar el rumbo pero en Ciudadanos muchos están seguros de que el programa de tres puntos urgentes que Rivera plantea ahora a Sánchez a cambio de la “abstención patriótica −desdiciéndose una vez más y haciendo lo contrario de lo que decía hace una semana (que nunca pactaría con el sanchismo)− es un “intento a la desesperada” por recuperar protagonismo y frenar la caída de votos que recogen las encuestas. Algunos colaboradores del jefe murmuran en ‘petit comité’ y hablan de “bandazos”, de “paripé” y de “tacticismo”, aquello de la vuelta a la veleta naranja que tanto le afea Abascal.
Con todo, y para superar el vértigo y la ansiedad de las encuestas, el canguelo de los sondeos, Rivera ha contactado con Casado de inmediato para intentar pactar una “solución de Estado” que evite una repetición electoral en noviembre nefasta para C’s. De la reunión entre ambos de ayer no parece haber salido nada en claro, en buena medida porque el PP está en su proyecto España Suma, un artificio para aglutinar el voto de centro derecha en el que no cree ni Cayetana Álvarez de Toledo. Casado piensa que Rivera cotiza a la baja y que ya ha “quedado fuera de juego” en este Trivial diabólico en que se ha convertido el camino a la Moncloa. Es más, entiende que en Ciudadanos cunde “un pesimismo absoluto” ante un posible batacazo electoral. Hasta Rosa Díez, que ya coquetea con el PP, ha visto la tramoya del juego de Rivera. “Será a Sánchez a quien tiene que proponérselo, ¿no? Salvo que solo le interese su disputa electoral con Casado, claro. Qué lástima, de veras…”, ha lamentado en las redes sociales.
De momento el desesperado líder de C’s ha lanzado al mar su bote salvavidas, como un náufrago del Open Arms. Habrá que ver si Sánchez lo recoge saltándose el famoso “con Rivera no” que le advirtió la militancia. De hacerlo, sería un grave error del PSOE. Pero aquí cada uno se suicida como quiere.

Viñeta: Igepzio

EL PERDÓN DE FRANCISCO


(Publicado en Diario16 el 16 de septiembre de 2019)

El papa Francisco cree que los asesinos en serie y peligrosos psicópatas pueden rehabilitarse. En los últimos días el santo padre se ha mostrado contrario a la prisión permanente revisable al asegurar que el “castigo no debe comprometer el derecho a la esperanza y a que se garanticen las perspectivas de reconciliación y reintegración”. Durante su alocución, Francisco también ha arremetido contra el hacinamiento de reclusos en las cárceles, donde ha pedido que se garanticen unas condiciones de vida dignas o se convertirán en “depósitos de ira” y no en “lugares de recuperación”.
Es Francisco un papa contradictorio. Tan pronto muestra su lado más progresista y revolucionario, poniéndose de lado de los presidiarios, como se descuelga con unas declaraciones contra la mujer que aborta, a la que compara con una persona que contrata a “un sicario para resolver un problema”. Hoy tocaba el papa rojo, el agitador de conciencias, el hombre preocupado por el sufrimiento y el derecho a la reinserción de los asesinos y psicópatas. La cuestión es si estamos hablando de presos que pueden ser reintegrados en la sociedad o si, como sucede a menudo, se trata de malvados que no tienen cura ni fácil tratamiento médico-penitenciario y que aprovechan un mínimo permiso carcelario para asaltar a una niña, meterla en el maletero de un coche y violarla a placer. “La prisión perpetua no es la solución a los problemas y lo repito: no es la solución de los problemas, sino un problema a resolver. Porque si se encierra la esperanza, no hay futuro para la sociedad. Nunca se debe privar del derecho a empezar de nuevo”, ha pontificado el pontífice.
Llama la atención el momento elegido por Francisco I, justo en medio del mediático juicio contra Ana Julia Quezada, la mujer acusada de la muerte violenta del niño de ocho años Gabriel Cruz. Cuesta trabajo asumir el discurso del vicario de Roma cuando media España ha quedado conmocionada por la sangre fría de una madrastra confesa que es capaz de llorar a lágrima tendida para convencer al tribunal de que no quiso matar al pequeño y que “simplemente” le tapó la boca “para que se callara”.
La defensa del papa por los derechos de los reclusos era necesaria y Francisco está cumpliendo con su papel de santo, alguien que filosofa para la posteridad desde el corazón pero también desde la burbuja asilada del Vaticano. A fin de cuentas, si Dios no es amor no vale la pena que exista, como decía Henry Miller. Alguien con una voz autorizada como la del santo padre tenía que denunciar que de un tiempo a esta parte las cárceles se han convertido en hacinados guetos, auténticos vertederos humanos, infiernos de hierro y hormigón donde los reclusos son arrojados para que purguen y paguen sus condenas sin posibilidad alguna de redención. La reinserción se ha convertido en otra utopía inalcanzable (pese a que está garantizada en Constituciones avanzadas como la española) y los penales solo sirven para encerrar la maldad durante un tiempo y dejar que siga pudriéndose entre los lóbregos muros de la justicia.
De ahí que el llamamiento de Francisco a mejorar las condiciones de vida de los presos sea digno de todo elogio. El santo padre cumple perfectamente con su función de voz de la conciencia. El problema surge cuando nos encontramos ante un violador multirreincidente, un psicópata asesino en serie, un terrorista capaz de inmolarse por su dios o un supremacista de extrema derecha dispuesto a abatir a decenas de inocentes en un centro comercial. Entonces la solución metafísica ya no es tan simple y el dilema moral cede ante el derecho que tiene una sociedad a defenderse, con la ley en la mano, ante las alimañas.
La teología, la fe y el catecismo llegan hasta donde llegan pero se muestran ineficaces ante monstruosidades humanas para las que ni la ciencia tiene aún una explicación racional. Es ahí donde debe entrar el Código Penal, la Biblia de una sociedad democrática –sin venganza pero justa y firme− y aplicarse con toda severidad para que los peligrosos depredadores que andan sueltos y campan a sus anchas no puedan seguir haciendo daño. La cárcel solo tranquiliza al culpable durante un tiempo, como decía un personaje de Crimen y castigo, la inmensa novela de Dostoievski. Luego, en libertad, la seducción y la atracción fatal de la muerte vuelven a rebrotar con toda su fuerza.
Los discursos del papa están cargados de nobleza y buenas intenciones. Solo que con hermosas palabras no se puede frenar a una bestia babeante que busca la sangre de una niña, con frenesí, en medio de la noche.

Viñeta: El Koko Parrilla

EL SUICIDIO POLÍTICO


(Publicado en Diario16 el 16 de septiembre de 2019)

Los plazos se agotan inexorablemente y PSOE y Podemos llegan al borde del precipicio, al Rubicón antes de la repetición de las elecciones, sin un acuerdo. ¿Quién pierde más si finalmente Pedro Sánchez y Pablo Iglesias deciden dar el arriesgado paso y llevar al país a unos nuevos comicios? Sin duda, Unidas Podemos. Los socialistas han sabido vender mejor su película de suspense, por momentos un interminable y tedioso culebrón venezolano sobre las tomentosas e infructuosas relaciones de la izquierda española. Los sondeos del CIS, por mucho que hayan sido debidamente sazonados por Tezanos, son empíricamente contundentes y apuntan a un crecimiento del partido del puño y de la rosa mientras Unidas Podemos sufriría una nada desdeñable erosión en número de votos y escaños. No extraña por tanto que el PSOE esté deseando agarrarse al clavo ardiendo de la urna.
De alguna manera, y aunque no haya sido exactamente así, Sánchez sale de esta historia de amargo desamor veraniego como la parte que siempre ha querido recomponer la relación rota. Hoy mismo Isabel Celaá se quejaba en una emisora de radio de que en estos cinco meses de negociación el Gobierno en funciones ha presentado hasta cinco propuestas de pacto y ninguna ha agradado a la formación morada.
Por su parte, Iglesias queda como el cónyuge siempre insatisfecho, el pretendido que esperaba ser feliz y comer perdiz y que al final, al sentirse engañado con una mala boda, ha dado calabazas por despecho a su pretendiente. Mala carta de presentación de cara a unas nuevas elecciones, ya que buena parte del electorado pagará su frustración con un líder que se había presentado como la gran esperanza de una izquierda real, práctica, y que queda retratado como un político teórico que a menudo se pasa de hormona y de frenada, un catedrático arrogante y demasiado ambicioso a quien su testarudez inquebrantable y su falta de pragmatismo le suelen jugar malas pasadas.
Podríamos decir que Sánchez ha sabido vender mejor a la opinión pública sus trampas y sus celadas. La jugada de Iglesias de dar un paso al lado para no entorpecer la formación del Gobierno de coalición fue interesante, pero quedó rápidamente neutralizada cuando Sánchez se sacó de la manga el póker de la vicepresidencia y los tres ministerios. Ese fue el gran órdago: el as de bastos, el copón, el dorado huevo frito y el espadón todo en un envite. Aquella baza dejó sin argumentos al líder de la formación morada. Si aceptaba la invitación, Unidas Podemos dejaba de ser un partido antisistema para formar parte del sistema con todas sus consecuencias. Si la rechazaba autocondenándose a la estéril marginación, como así fue finalmente, empezaba el principio del fin de la derrota. El propio Iglesias, llevado por su temperamento excesivo, se encargó de empeorar un poco más la situación cuando tildó los ministerios que le ofrecía Sánchez como “decorativos” o “floreros”. Fue el gran error que el PSOE ha sabido explotar a la perfección a partir de ese momento. Al rechazarlo todo de plano, Iglesias se cerró el camino a retomar la negociación después del verano sobre la base de esa misma propuesta. Hubiese sido mucho más inteligente y eficaz haber dejado la puerta entreabierta, la cosa en stand by, y haberse sentado a jugar la segunda parte del partido con más calma y tiento. Pero en septiembre ya era tarde. Sánchez había colocado bien sus cepos y solo le quedaba esperar que picara la presa.
Sin duda, el PSOE ha sabido vender mejor su relato, su guion de este thriller hitchcockiano que ahora termina salvo sorpresa de última hora. De algo debían servir los 140 años de historia, la inmensa experiencia y tantas batallas y trilerismos políticos. Al final, la poderosa maquinaria de propaganda del partido socialista se ha terminado imponiendo sobre un grupo de muchachos novatos, bienintencionados, utópicos y felices que llegaron para asaltar los cielos y no han podido (o no han sabido) pasar de la primera planta del edificio. Ya se lo dijo a Iglesias el siempre acertado y atemperado Aitor Esteban: el cielo se conquista nube a nube. Gran consejo que ha desoído, una vez más, el líder de Podemos.
Ir a unas nuevas elecciones será una aventura descabellada sin duda. Pero lo es más para Unidas Podemos que para el PSOE, que seguirá aumentando su poder, aunque no consiga la mayoría absoluta. ¿Qué puede hacer Iglesias en estos minutos finales de infarto para salvar los muebles, para evitar un suicidio político que parece prácticamente asegurado, como lo fue en su día la Izquierda Unida iluminada de Julio Anguita? Reconsiderar la situación, pensar por una vez con la cabeza y no con el corazón, aceptar el programa con las 370 medidas del PSOE (que ofrece suficientes mecanismos de garantías de cumplimiento del pacto) dar el sí quiero a la investidura de Sánchez y poner en marcha el reloj de la democracia con una oposición dura, tenaz e implacable contra el Gobierno socialista.
Solo así Iglesias quedaría como el héroe de la película, desbloqueando la parálisis institucional que sufre el país desde hace demasiado tiempo. Solo así podría afianzar el liderazgo en su partido durante cuatro años más, ya que otro batacazo electoral en noviembre le obligaría a replantearse la dimisión. Lamentablemente, no parece que Iglesias sea de esos hombres que rectifican a tiempo, como los sabios atenienses. El potrillo indómito y salvaje tirará otra vez al monte. En otra decisión errática y poco meditada, ya le ha pedido a Felipe VI que medie en la ronda de conversaciones para que trate de convencer a Sánchez de que firme un Gobierno de coalición, una oferta que está más caducada que la carne infectada con la listeria. ¿Qué sentido tiene esa disparatada idea? ¿Qué pinta el revolucionario jacobino que llegaba para cargarse la monarquía pidiéndole favores al Borbón? No parece serio. Porque el show de la comedia funciona durante un tiempo. Hasta que la parroquia empieza a hartarse.

Viñeta: Igepzio

ROSA DÍEZ


(Publicado en Diario16 el 13 de septiembre de 2019)

Fue un alto cargo del PSOE, fundó el centrista y fallido proyecto Unión, Progreso y Democracia (UPyD) y a poco que se lo proponga va a terminar en España Suma, la coalición con la que Pablo Casado espera aglutinar el voto de la derecha española (incluyendo a los neofranquistas de Vox, que van en el mismo pack). La procelosa evolución política de Rosa Díez es la de alguien que va pasando de puntillas por la historia, de un partido a otro, de una idea a otra, transmutando como una crisálida que se convierte en mariposa cada cierto tiempo. Hasta tal punto ha sido compleja su reconversión ideológica, su metamorfosis intelectual, que hoy ya no sabemos lo que es en realidad Rosa Díez, si una exsocialista resentida, una pionera fundadora de un partido fracasado (otro más) o el incipiente fichaje de la nueva derechona patria que a duras penas está tratando de reconstruir Casado. Quién lo iba a pensar de aquella chiquilla sindicalista y rojilla que empezó afiliándose a la UGT allá por 1976.
Sin embargo ella, Rosa, la flor de su secreto, parece tenerlo claro y ayer se definía a sí misma como una “española sin partido”. No habrá sido por falta de oportunidades. Pese a sus múltiples tropiezos en el carrusel de la política sigue confesando que “echa en falta” el Congreso desde que dejara su escaño en 2016. Ahora Casado ha recogido sus lágrimas de nostalgia y la ha invitado a retornar a la “casa de la soberanía nacional”, a la paguita parlamentaria y a la batalla en las trincheras mediáticas. De momento se lo está pensando, pero muchos aseguran que al final dirá que sí. Después de todo a nadie le amarga un dulce, aunque ese dulce esté envenenado con la mala bilis de lo peor del nacionalismo hispano. De momento al jefe Casado parece gustarle su perfil de dura y azote del blandengue Rajoy. Así que por ese lado y por el repelús que ambos sienten por Sánchez −además de por la alergia compartida al catalanismo, a falta de ETA−, hay flow.
Cuenta la prensa que la reunión de ayer entre el líder del PP y Díez en el Congreso ocurrió en el transcurso de las jornadas “Españoles en defensa de lo común”, uno de esos actos gimnásticos de españolidad que los populares organizan de cuando en cuando para poner a tono el bíceps patriótico. Allí, en la Cámara Baja (cada día más baja por el nivel que está dando la clase política española) Casado se mostró convencido de que él y su Rosa podrán “converger en la defensa de lo común”. Si ha habido feeling y ella decide aceptar finalmente la invitación para entrar en España Suma (un germen que aún no se sabe muy bien lo que es) solo el tiempo lo dirá. Tampoco a Casado parece importarle demasiado que en medio de la crisis del PP se fiche a un gafe, ya que aquella aventura de UPyD acabó como acabó: con cuatro gatos en los mítines de campaña y deserciones en masa, más o menos lo que va siendo hoy Ciudadanos. Pero Díez es eso que se dice una política de raza que nunca tira la toalla y puede haberle hecho tilín la propuesta de Casado, que desde que se ha dejado barba abascaliana parece un líder más asentado, más fiable, otro hombre.
A expensas de cuál será su decisión final, Rosa Díez va camino de formar parte de esa categoría de políticos que en España se conocen como versos sueltos, los “evolucionados”, la gente picaflor que muta vertiginosamente, como el marciano aquel de Alien. Cayetana Álvarez de Toledo ya le ha puesto la alfombra roja tras decir de ella que es una “mujer valiente” y una “impresionante política” de la que no se puede prescindir. Un cruce de piropos y elogios que a lo mejor termina en boda. Aunque con la Díez nunca se sabe. A fin de cuentas las ideas son como las pulgas, saltan de unos a otros pero no pican a todos, ya lo dijo Bernard Shaw. No sabemos si la pulga del “trifachito” habrá hincado el aguijón en la rosa. La rosa de España.

Viñeta: Igepzio

LA OBSESIÓN


(Publicado en Diario16 el 12 de septiembre de 2019)

Pasó la Diada con su anual riada de catalanes indignados pidiendo la independencia, el fragor de Els Segadors y las ofrendas florales a los padres de la patria. Barcelona volvió a ser un clamor mientras en Madrid los que se engañan con la vana esperanza de que el conflicto territorial más grave de los últimos cuarenta años en España se resuelva por sí solo respiran tranquilos y se agarran al clavo ardiendo del dato de la Guardia Urbana sobre asistencia ciudadana a la manifestación: 600.000 personas, lejos del millón del año anterior, lo que se interpreta como un reventón del suflé indepe. Nada más lejos de la realidad.
Es cierto que hay hartazgo en la sociedad catalana. Hartazgo con una situación enquistada que se pudre cada día un poco más; hartazgo de vivir con frustración, rabia e incertidumbre; hartazgo de unos políticos incompetentes que lejos de solucionar el problema lo han agravado peligrosamente. Pero lo único cierto, la única verdad, es que sigue habiendo un granero independentista suficiente que volvería a lograr la mayoría en el Parlament y que solo recibe un absurdo silencio como respuesta desde Madrid.
Y mientras Cataluña sigue acumulando pólvora humana que algún día estallará definitivamente, en la sesión del Congreso de los Diputados Albert Rivera pedía la aplicación inmediata del artículo 155. El líder de Ciudadanos debe creer que esa medida puede aplicarse cada cinco minutos, a demanda, sin que ocurra nada. Rivera se levanta cada mañana, hace sus abdominales matutinos, se toma el café y acto seguido le pide a Sánchez el artículo 155. El jefe de la formación naranja no tiene más programa para España y para Cataluña que la leña del 155, el palo duro del 155, la vara del ordeno y mando del 155. Está tan obsesionado que cuando cuenta ovejitas por la noche para superar el insomnio provocado por las deserciones en su partido y los desplantes de Valls siempre empieza la cuenta atrás con el dichoso 155. ¿Pero se ha leído el presidente de Cs la Constitución española? ¿Se ha enterado ya el eterno aspirante a liderar el centro derecha español (y también el lado oscuro ultra) que esa medida legal tiene carácter excepcional y solo para situaciones de extrema gravedad? Por lo visto Rivera no frecuenta demasiado las doradas páginas de la Carta Magna y tampoco parece que lea mucha historia contemporánea, ya que de hacerlo sabría que no se puede gobernar España con una Cataluña convulsa, rebelde, en contra.
Ayer, una vez más, volvió a exigirle a Pedro Sánchez que aplique a los catalanes el correctivo estéril, el ricino inocuo, el inofensivo purgante constitucional. El presidente del Gobierno en funciones reaccionó con contundencia llamándole “hipócrita” (así, claro y directo) y le reprochó su incoherencia “entre lo que dice y lo que hace”. Rivera, en su esquizofrenia españolista que le lleva a negarle el pan, el agua, la sal y el Gobierno al PSOE mientras le recrimina que pacte con los independentistas, se ha convertido en un político “ausente” de los problemas reales de España, un animador, un pesado mariachi (como lo llamó Aitor Esteban) al que nadie escucha ya, ni dentro ni fuera de su partido. Rivera llegó para limpiar la basura del PP pero apuntala los enfangados gobiernos regionales de Casado; Rivera dice que es liberal y centrista pero negocia con la ultraderecha de Vox; a Rivera se le llena la boca de patriotismo pero es el gran obstruccionista del Gobierno en España. Rivera, como dice Sánchez, es “un hipócrita”.
Pero él sigue hablando de lo suyo, de lo único que le interesa por razones electoralistas, del machacón 155 que no ha resuelto el problema de Cataluña y nunca lo resolverá porque ese conflicto solo se arreglará mediante el diálogo y la negociación política. “Más allá de nuestras diferencias, ¿no cree que es el momento, antes de la sentencia judicial, de sentarnos a hablar y estar juntos, pase lo que pase, para aplicar la Constitución en Cataluña?”, le preguntó tramposamente a su interlocutor desde la tribuna de San Jerónimo. Una buena idea la de hablar de la Constitución. Pero primero quizá debería leérsela. Aunque solo sea por encima.

Viñeta: El Koko Parrilla

SÁNCHEZ E IGLESIAS CONSUMAN EL DESASTRE

(Publicado en Diario16 el 11 de septiembre de 2019)

La sesión de esta mañana en el Congreso de los Diputados ha sido un acto más en el penoso espectáculo de vodevil que está dando la izquierda española. Ni Pedro Sánchez ni Pablo Iglesias son conscientes del daño que, con sus posiciones maximalistas e infantiloides, están causando no solo al país, sino a esos millones de votantes que aún confían en un pacto que pueda salvar el Estado social y democrático de Derecho, la socialdemocracia en fin, ante el avance inexorable de la extrema derecha en toda Europa. Una vez más, un entregado, agotado y lacónico Sánchez se ha subido a la tribuna de oradores del hemiciclo, como un pedigüeño a las puertas de una iglesia, para implorar que le den la investidura gratis. Y una vez más, la derecha se ha reído de él. El líder socialista ha cambiado en los últimos meses. Ya no es ese hombre bravo que tomaba la iniciativa política frente a sus rancios barones, ni ese presidente aferrado a su manual de resistencia que generaba ilusión y confianza. Ahora parece un muñeco de museo de cera de más de un siglo, alguien predestinado a no ser investido nunca. Resulta increíble lo rápido que envejecen los líderes políticos en la era de la posverdad.
Así, el eterno candidato ha apelado a “los principales actores de la oposición”, es decir a PP y Ciudadanos, para que “abandonen el bloqueo” y permitan que se forme un Ejecutivo progresista que pueda acometer las “grandes transformaciones que necesita España” y que deben basarse en amplios consensos. Pero esa táctica de tratar de poner en aprietos al trío de Colón no solo es infructuosa y pueril, sino que le hace perder credibilidad ante el país y ante la izquierda en general. Sánchez debería abandonar ya esa manía errónea de la mendicidad que consiste en pedirle al señorito de la derecha que le preste sus escaños para poder gobernar por un rato. No cae en la cuenta el presidente en funciones que no es digno de un jefe de Gobierno estar todo el rato llorándole a la oposición. ¿Quién le aconseja que lo haga, quién le recomienda que se arrastre ante Casado y Rivera? ¿Iván Redondo? ¿El Íbex 35, como insinúan los ideólogos de Podemos? Si quiere ir a elecciones que lo haga ya, pero con gallardía, sin humillarse ante el franquismo sociológico.
Y mientras Sánchez escenificaba su derrota, su fracaso en la negociación, el que debía ser su socio, Pablo Iglesias, volvía a “tenderle la mano”. Bien es cierto que esa mano es interesada, nada altruista, tahúr, ya que solo pide sillones, cargos, cosas. Si Sánchez se parece mucho a aquel genial Camilo Sesto de sus mejores baladas que gimotea y suspira por un sueño inalcanzable (desde aquí nuestro más rendido homenaje al más grande de la canción ligera recientemente fallecido) Iglesias tampoco sale bien parado del culebrón de la investidura. Fue soberbio en la negociación con el PSOE cuando España necesitaba generosidad (su paso al lado se antojó una escena improvisada, un bienqueda para luego exigir ministerios); fue corto de miras, de luces cortas, cuando el momento requería grandeza, lucidez, atino; y excesivamente pasional cuando el país pedía que fuese pragmático, templado, práctico. No ha acertado en ningún momento en su estrategia ni en la lectura de la grave situación de parálisis institucional que vive el país y salvo sorpresa de última hora Podemos saldrá de este envite como un partido utópico, estéril, inútil, un constructo bien intencionado pero que nunca servirá como herramienta para la realpolitik.
Cuando Iglesias se quejó de que los cuatro ministerios que le ofrecía Sánchez, −permitiéndole entrar en un Gobierno de coalición−, eran decorativos, no vio el riesgo que se le venía encima: que finalmente sea su partido el que termine convirtiéndose en algo ornamental. Su propuesta a Sánchez de que mire hacia el modelo italiano, donde el PD ha alcanzado un acuerdo para gobernar en coalición con el movimiento Cinco Estrellas, es sencillamente un sarcasmo porque por fortuna España no tiene nada que ver con la Italia de Salvini. Al final de su discurso en el Congreso, el líder de la formación morada se ha terminado agarrando al recurso a la pataleta como un niño que quiere su juguete y no se lo dan. “Es preferible siempre un Gobierno de coalición antes que repetición electoral”, aseguraba por enésima vez, sin percatarse de que ese momento ya pasó y ahora estamos en otra fase: o Gobierno en solitario socialista o a las urnas. “Le vuelvo a tender la mano, le propongo que sobre la base de esas dos propuestas de julio nos sentemos a negociar; no será satisfactorio para ninguno de los dos partidos”, ha concluido en otra frase nefasta que no augura nada bueno. ¿Cómo demonios se puede confiar en un Gobierno en el que nadie, ni siquiera él, cree ya?
A estas horas, mientras continúa el debate y la figura de Pablo Casado sigue creciendo y mientras Albert Rivera se sigue enterrando en el insulto fácil y el ridículo y mientras Vox vive el debate como ese invitado que se aburre en la fiesta y está pensando en otra cosa (básicamente en cargarse la democracia) Sánchez e Iglesias seguían tirándose los trastos a la cabeza. “Hay un mal rollo en la izquierda”, diagnostica Ferreras en Al Rojo Vivo. Que la historia los juzgue por negligentes e irresponsables.

RETORNO AL BIPARTIDISMO


(Publicado en Diario16 el 10 de septiembre de 2019)

De celebrarse elecciones el 10 de noviembre el tablero político español no cambiaría demasiado. Las últimas encuestas confirman que el PSOE mantiene una tendencia al alza mientras Unidas Podemos sufre un ligero descenso y el Partido Popular sería el más favorecido por unos nuevos comicios. Ciudadanos, por su parte, entraría en caída libre.
La radiografía sigue siendo la misma desde que fracasó la investidura de Pedro Sánchez. Y probablemente así seguiría aunque votásemos mil veces. Pero pese a la testarudez de la historia, en Moncloa ya se dan por seguras unas nuevas elecciones, salvo sorpresa de última hora, que no sería otra que un Pablo Iglesias derrotado dando su brazo a torcer en los minutos de la basura de la agónica negociación. Iván Redondo está convencido de que ir de nuevo a las urnas le reportaría al PSOE hasta seis puntos más y un puñado de escaños adicionales. Una pírrica victoria, ya que esa mayoría seguiría siendo insuficiente para formar un Gobierno. El crecimiento socialista se anularía con la previsible erosión de Unidas Podemos, dejando el equilibrio de fuerzas en la izquierda prácticamente en los mismos números de ahora. Es decir, paradójicamente, si Iglesias pierde, Sánchez también pierde.
Aun así, los socialistas creen que lo que no han sabido resolver en la mesa de negociación lo arreglarán las urnas, asumen una probable desmovilización del desafecto y harto electorado progresista y siguen empeñados en que tras la noche electoral de noviembre estarían más cerca de la mayoría absoluta, contando con el apoyo de un debilitado y entregado Unidas Podemos (lo cual está por ver) y un siempre dispuesto a la gobernabilidad PNV. Todo ello sin necesidad de recurrir a las fuerzas independentistas catalanas.
En el bando de la derecha, el PP sale beneficiado en los sondeos, con lo que Pablo Casado se refuerza en su liderazgo, y Ciudadanos confirma que su crisis ideológica y la fuga de cargos le pasan una factura quizá definitiva e insalvable para un partido político que pretende ser alternativa de Gobierno algún día. Por su parte, Vox también pagaría caro sus políticas demasiado extremistas y buena parte de su electorado díscolo con la derechita cobarde de Mariano Rajoy retornaría al PP.
Así las cosas, las elecciones servirían para poco y no resolverían el grave problema de parálisis institucional que sufre España. Pero entre los farragosos números de los sondeos surge un dato fundamental que da nuevas esperanzas al PSOE y al PP, los dos dinosaurios del bipartidismo que se resisten a perder la posición hegemónica que han mantenido durante décadas. De alguna manera, la repetición de las elecciones con tales resultados supondría una vuelta a la nostalgia del 78, a los tiempos de las aguas mansas del turno de partidos, al sagastacanovismo de la Restauración borbónica, mientras los dos partidos emergentes sufrirían un serio correctivo en su intento de alterar el orden establecido y de imponer un sistema multipartidista en nuestro país. El experimento de incluir dos nuevas fuerzas a la izquierda del PSOE y del PP no está funcionando como Pablo Iglesias y Albert Rivera esperaban. Quizá el error haya sido querer italianizar España, pensar que podíamos importar sin más el modelo romano tempestuoso, el sistema de un país que cambia de Gobierno con las estaciones del año, donde las crisis institucionales se suceden vertiginosamente hasta convertirse en el pan nuestro de cada día y donde el caos se ha elevado a la categoría de exitoso régimen político. Pero ocurre que España no es Italia. El español es conservador por naturaleza y lleva mal los cambios. Además, las élites financieras y empresariales, las gentes del dinero, añoran una vuelta a la ensoñación juancarlista y no verían con malos ojos que PSOE y PP se pusiesen de acuerdo en una gran coalición a la alemana. Ya se ha intentado con la operación del dúo dinámico Sánchez/Rivera, solo que el líder de los naranjas no ha cuajado y ha terminado poniendo el cordón sanitario donde no debía, en Ferraz, para después pactar con Vox. Ahora la jugada que se intenta para salvar los muebles de la maltrecha democracia española es una restauración a la manera clásica: Pedro Sánchez y Pablo Casado firmando una especie de nuevos pactos de la Moncloa para seguir repartiéndose el poder en la medida de lo posible y tirar unos cuantos años más con un modelo que evidentemente está agotado.
Los vientos soplan favorablemente para esa operación a la desesperada: la Gran Coalición. Tras el fracaso que ha supuesto el modelo multipartidista, muchos votantes miran a un lado y a otro, como huérfanos desolados, buscando la solución a los males en los dos partidos tradicionales, en lo mismo de siempre, en populares y socialistas. Lógicamente, Sánchez y Casado están encantados con este supuesto regreso de los españoles al statu quo (quizá por miedo al futuro, quizá por hastío de los experimentos fallidos) pero como decía Baltasar Gracián la confianza es madre del descuido y harían mal ambos líderes en hacer una lectura demasiado optimista de la actual coyuntura política. Porque el problema de un país que no funciona sigue estando ahí y no se resolverá con la nostalgia de un tiempo que ya no es.

Viñeta: El Koko Parrilla

LAS CREMAS DE CIFUENTES


(Publicado en Diario16 el 9 de septiembre de 2019)

Y en medio del torrente de basura y escandalera que sepulta al Gobierno de la Comunidad de Madrid va y reaparece la que faltaba: Cristina Cifuentes. ¿Se acuerdan de ella? Sí hombre, aquella rubísima presidenta regional a la que la prensa pilló con unos másteres de baratillo y unas cremas sin pagar que aparecieron en su bolso como por arte de magia. La señora del famoso “no me voy, me quedo, me voy a quedar” pero que al final tuvo que irse, como no podía ser de otra manera, por un asunto turbio de proporciones babilónicas que aún colea en los juzgados.
Resulta que la heredera de Esperanza Aguirre ha roto su silencio en El Programa de Ana Rosa (AR, tenía que ser ahí) para contarnos los duros momentos por los que atraviesa. “Se han dicho muchas cosas que son mentira”, asegura, al tiempo que se muestra convencida de que buscaron apartarla de la política y destruirla personalmente. “No se lo deseo ni a mi peor enemigo (…), lo que pasó fue un linchamiento excesivo”, declama con la fría pasión de una actriz de culebrón venezolano.
Cifuentes dice que tomó la decisión de renunciar a su cargo antes de que se hiciera público el mítico vídeo en el que aparece dejando caer unas cremas en su bolso en un supermercado de barrio como otro cualquiera. Por lo visto, según cuenta, todo su equipo de asesores sabía que iba a presentar la dimisión antes de que saliera a la luz la truculenta grabación que por momentos nos recordó a aquella inolvidable Marnie de Alfred Hitchcock. Hasta ahí todo bien, nada que objetar. Pero lo que provoca una estentórea carcajada hasta la hernia viene después, cuando la exlideresa jura y perjura que todo se debió a un desafortunado malentendido. “Las cremas llegaron a mi bolso porque las meto yo, pero por equivocación”, sigue explicando mientras insiste en que el asunto fue utilizado por las cloacas del Estado para hundirla políticamente. Es decir, ella andaba por allí, por la tienda, tan tranquila, y de buenas a primeras en lugar de coger la lata del sofrito, de pistachos o el gazpacho suave, por error, trinca el cosmético Olay Regenerist, una “crema anti-edad intensiva en tres áreas”, y se lo calza en el bolso sin mirar y sin decir ni mu. Uy, qué despiste más tonto.
La coartada parece más bien endeble, la típica defensa de un raterillo común de Vallekas, uno de esos pobres diablos que pasan cada día por los juzgados de Madrid. “Lo hise sin querer, señor jues, se muera mi papa”. Aunque tal como está el patio de nuestra bendita Justicia quién sabe, quizá la explicación de Cifuentes cuele y hasta le den la razón. Cosas peores estamos viendo. No olvidemos que hace apenas unos días un magistrado ha absuelto al PP por falta de pruebas en el caso de la destrucción de los ordenadores del extesorero Luis Bárcenas. Por lo que parece nadie es culpable de aquello, nadie va a responder de que los discos duros de un partido con información altamente sensible se hayan destruido con nocturnidad y alevosía. Y es que la inteligencia artificial avanza que es una barbaridad, las máquinas ya toman decisiones por su cuenta y riesgo y ellas mismas, sin duda, agarraron el mazo o el destornillador y se suicidaron a golpes y cuchilladas en el primer caso de eutanasia robótica de la historia.
Cuestión aparte es cómo piensa salir Cifuentes de otro nuevo marrón, uno más de los que acumula ya: la imputación que dirige contra ella y contra Esperanza Aguirre, por sus supuestas implicaciones en la trama Púnica, el juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón. “Tristemente en España el término imputación ha perdido completamente su sentido y directamente ya estás condenado”, ha sermoneado lacónicamente la expresidenta en el más puro estilo lacrimógeno y rosa de Telecinco. Pues que empiece a hacer un máster en Derecho Penal por si al final le hace falta.

Viñeta: El Koko Parrilla

RIVERA Y VOX


(Publicado en Diario16 el 9 de septiembre de 2019)

Tras su huida veraniega en la que no ha dado señales de vida, Albert Rivera ha vuelto a hablar sobre los problemas de España y también los de Ciudadanos. En una entrevista con El Mundo, el líder de la formación ha definido su proyecto como un partido liberal del que se siente “orgulloso” y que concibe como “el mejor preparado en estos tiempos”, ya que, a su juicio, “el liberalismo es el mejor antídoto contra nacionalismos y populismos”.
“El liberalismo es la ideología de la globalización. La gran división ideológica del siglo XXI se fija entre favorables o contrarios a la globalización. El debate en Europa no es si eres más o menos socialista o conservador, sino si eres proteccionista o si crees en la globalización, en el libre comercio”. Hasta ahí, Rivera parece tener claro lo que es ser un liberal a la europea centrado, moderno y civilizado. Sin embargo, cuando el entrevistador le pregunta sobre si seguirá pactando con Vox y si formaría una coalición a tres junto a PP y el partido de Santiago Abascal para gobernar España, el presidente de Cs no se moja, da largas, esquiva la cuestión, se pone de perfil y prefiere pasar palabra. “Es más funcional hacer gobiernos de coalición a dos, que ya es difícil, que una amalgama de tres o más”, se limita a decir Rivera en un claro ejercicio de escapismo político.
El problema es que cada vez parece más claro que el líder de Ciudadanos tiene dos caras: ese supuesto rostro liberal y amable que quiere vendernos públicamente y otro mucho más adusto, oscuro, feo, el del político autoritario que no le hace ascos a la foto de Colón, al abrazo con los falangistas, al pacto con la ultraderecha española. Todos en Europa –desde periódicos influyentes como The Guardian hasta sus compañeros de filas en el Parlamento europeo− le han dicho ya por activa y por pasiva que esa ambigüedad en realidad es una peligrosa contradicción y le aconsejan que corrija ese tic neofalangista que le sale a todo español de derechas porque lo lleva interiorizado dentro de sí mismo. Rivera quiere pasar por un renovador, un moderno, un europeo pacífico y atemperado que pretende superar la dialéctica de “rojos y azules” para centrarse en los problemas reales de los ciudadanos, pero a la hora de la verdad es un patriota tradicionalista que va pactando en secreto por los hoteles de Madrid con los nostálgicos de Franco, con los africanistas montaraces, con los fanáticos del brazo en alto que sueñan con la vuelta al pasado, al blanco y negro y al 36. A Rivera se le llena la boca de críticas e insultos hacia los golpistas catalanes (que no han matado a nadie) pero se abraza a aquellos que justifican otro tipo de golpismo mucho más violento: el que nos llevó a la guerra civil y a un millón de muertos.
La prueba de que Rivera no va a cambiar es que no descarta que su partido vote leyes junto a la formación que dirige Abascal, ya que entiende que “legislar es ponerse de acuerdo”. Lástima que siempre termine poniéndose de acuerdo con los mismos, con los que no debe, con los del brazo en alto y El novio de la muerte. Al presidente de Cs solo le nace un reproche contra Vox: cuando dice que hay cosas que propone el partido verde en materia moral y de libertades que le parecen “pasos atrás”, en clara alusión a las políticas machistas, homófobas y racistas que pretende implantar la ultraderecha en España. Pero no deja de ser un bonito eufemismo llamar “pasos atrás” a lo que simple y llanamente es una vuelta, con todas las de la ley, a las cavernas, al patriarcado y a la mujer de su casa sumisa con su marido.
Eso sí, cuando a Rivera se le pregunta sobre las salidas de Roldán y De la Torre de Cs por graves discrepancias con la dirección del partido no las entiende como una “cuestión de lealtades personales” sino de “lealtad a un proyecto”, ya que el programa “sigue siendo el mismo”. Una pirueta dialéctica imposible, ya que los que se han ido lo han hecho desencantados con el timo de Rivera. Un hombre que es muy demócrata en campaña electoral, de puertas para afuera, pero que cuando llega el momento de la verdad se va de francachelas con lo peor de nuestra historia.

Viñeta: El Koko Parrilla

domingo, 8 de septiembre de 2019

REVILLA Y EL GAMBERRO

(Publicado en Diario16 el 6 de septiembre de 2019)

Miguel Ángel Revilla se ha enfrentado a un tipo que increpaba e insultaba a Pedro Sánchez en una calle de Santander. El siempre peculiar presidente cántabro salía tranquilamente del coche oficial para almorzar con el líder del PSOE en un céntrico restaurante de la ciudad cuando se tropezó con el mal encarado y grosero ciudadano, que le estaba mentando la madre a Sánchez a grito pelado y sin que nadie le recriminara su actitud. Visiblemente enfadado, Revilla se fue a por el maleducado con decisión y le afeó su conducta: “No hay que insultar, no hay que faltar al respeto. Me da vergüenza, un cántabro no puede decir eso”, espetó con gallardía.
La reacción del mediático político, que ha actuado solo ante el peligro y como un paisano de armas tomar, no solo ha sido justa y valiente sino pedagógica y muy necesaria. Por fin un hombre decente que levanta la voz digna contra la cultura de la zafiedad y la bajeza moral. Por fin alguien que le para los pies al insultador profesional, al gamberro o matón dialéctico, al incorrecto macarra que se cree con licencia y patente de corso para hacer su santa voluntad, incluso para plantarse en medio de la calle y machacar a otra persona (la coartada de que se trata del presidente del Gobierno no sirve) a golpe de injuria, ofensa y ultraje. La crisis de Occidente tiene que ver en buena medida con la falta de libros, con la escasez de instrucción y con la dejación de funciones que han hecho las familias y maestros de hoy en los hogares y escuelas de todo el mundo.
El Gran Hermano orwelliano de las redes sociales ha asumido el papel de agente de la información y la educación de las personas y así nos va. La bilis se vuelca con total impunidad en las tabernas malolientes de Facebook, el insulto, el escarnio y la mofa son habituales en los foros y chats. Hordas de trols y haters enfurecidos despedazan a aquel pobre desgraciado que se atreve a salirse de la corriente dominante. El periodista es denigrado en público por sus ideas; el catedrático de historia calumniado; el escritor con muchos libros a sus espaldas vilipendiado. Son muchos los que, escondidos tras el anonimato de la pantalla del ordenador o de un nombre falso, se creen con derecho a dar rienda suelta a sus impulsos más bajos. Al final, cuando salen a la calle a relacionarse con los otros, creen que están poniendo un tuit faltón. Solo que Internet no es la realidad, solo un gran circo surrealista hecho de mentiras y luces de neón, un inmenso fumadero de opio fotónico, deslumbrante y adictivo para las cabezas humanas. Al igual que el terrorista se obnubila en las redes sociales antes de salir a matar con un rifle, el maleducado se entrena y coge fuerzas en esos grupos secretos (la nueva masonería) organizados por Zuckerberg para difamar gratuitamente y por puro pasatiempo. Si la naturaleza del hombre es malvada y su bondad es “cultura adquirida”, como dijo Simone de Beauvoir, lo que estamos viendo es maldad por una mala educación.
De este modo, el educado es convenientemente arrinconado; el defensor de los buenos modales despreciado por aburrido; el elegante una especie extinta del pasado. La grosería ha sustituido a la ironía (que mal se entiende la ironía en las redes sociales); lo chabacano triunfa, es el nuevo paradigma. El patán sin conocimientos ni estudios y con muchas faltas de ortografía es elevado a la categoría de líder de opinión solo porque consigue miles de likes. El patético triunfa; al ordinario especialista en el exabrupto y la provocación la masa digital le ríe las gracias.
Así no extraña que los grandes líderes mundiales –bien asesorados por los alquimistas del mal gusto− hayan crecido y medrado en esta nueva cultura de la vulgaridad, la afrenta, la baladronada y el insulto fácil sin castigo. Los Trump, Bolsonaro, Salvini y Abascal han usurpado la sagrada libertad de expresión –primer monumento de la democracia– y la han adulterado hasta convertirla en una herramienta eficaz en su particular caza del hombre y en su cruzada neofascista de demolición del Estado de Derecho. Acto seguido, una legión de tontos y acólitos, al ver que se puede faltar al respeto alegremente sin que pase nada, han seguido el camino de sus nuevos caudillos de la posverdad, de la anticultura y de la política-basura.
En el fondo, detrás de alguien que insulta al prójimo siempre hay un abusón, un totalitario, un seguidor del populismo airado y violento. Un fascista. “No voy a consentir yo que en mi tierra un tío salga de esa manera a insultar al presidente del Gobierno”, ha avisado Revilla nadando contra la corriente de los tiempos. El cántabro de pro ya se ha convertido en el último mensajero de esa cultura clásica e ilustrada basada en el buen gusto y la razón que hoy se diluye en el desquiciado universo catódico.

Caricatura: El Diario Montañés

SÁNCHEZ E IGLESIAS ABURREN CON LA MISMA PELÍCULA


(Publicado en Diario16 el 6 de septiembre de 2019)

Cuatro horas y media de tediosa negociación no han servido tampoco esta vez para que PSOE y Unidas Podemos lleguen a un acuerdo que dé la investidura a Pedro Sánchez, alejando el fantasma de unas nuevas elecciones. Lo que han hablado los equipos negociadores no ha trascendido, pero las caras largas y tensas de los portavoces al término de la reunión eran la prueba evidente de que la desconfianza y el pesimismo por ambas partes siguen presidiendo la ronda de contactos. “No puede haber ni vencedores ni vencidos, se trata de llegar a un acuerdo”, ha dicho Adriana Lastra, portavoz del Grupo Parlamentario Socialista, que emplazó a los periodistas a una nueva cita.
Tampoco se mostró demasiado optimista la portavoz adjunta de Unidas Podemos en el Congreso, Ione Belarra, quien dijo salir “sinceramente preocupada” porque los socialistas han ido a presentar “un programa electoral” y se han mostrado “profundamente inamovibles en sus posiciones”. De esa manera, ambos ejércitos (ellos ya se ven a sí mismo como enemigos irreconciliables) han quedado para matarse (políticamente) en un nuevo duelo en OK Corral, el enésimo, que seguramente también terminará en fiasco.
Por lo visto, la izquierda española se ha propuesto hacernos perder el tiempo en esta fatigosa película de vaqueros con estereotipados buenos y malos y cada hora que pasa parece más cercana la posibilidad de que el país tenga que ir a unas nuevas elecciones. “Nos hemos emplazado a seguir hablando en los próximos días y, si es posible, a tener alguna otra reunión, pero nos vamos sinceramente preocupadas porque básicamente han venido a presentarnos un programa electoral, se han mostrado profundamente inamovibles en sus posiciones”, ha insistido Belarra.
Mientras tanto, el escenario de la batalla está de la siguiente manera. Sánchez sigue empeñado en su imposible tercera vía, un Gobierno monocolor socialista con apoyos puntuales de Unidas Podemos, mientras Pablo Iglesias no quiere renunciar a su soñado Ejecutivo de coalición con grandes ministerios que den poder a la formación morada. De modo que las posiciones siguen enrocadas, enfrentadas (de hecho parecen aún más enconadas que hace un día) y cada reunión que celebran ambos partidos solo sirve para alejarlos todavía más y acrecentar las diferencias insalvables. Tampoco parece haber servido de mucho la propuesta programática con las 370 medidas que los socialistas han enviado a Unidas Podemos. Ni siquiera el ofrecimiento de última hora de la vicepresidenta, Carmen Calvo –que ha dejado caer la posibilidad de que Podemos pueda ocupar cargos importantes como el Defensor del Pueblo, la CNMV o el CIS– ha seducido a los morados.
Ahora mismo, lo único cierto es que PSOE y Podemos no podrían ponerse de acuerdo ni siquiera en si quieren tomar té o café para amenizar las reuniones. La anécdota ocurrida minutos antes de la crucial entrevista fue más que simbólica del cainismo que se ha apoderado de ambos partidos. El PSOE quería dejar que entraran las cámaras de televisión a la sala de reuniones pero Unidas Podemos lo rechazó al entender que se trataba de una jornada de trabajo de los equipos negociadores. Otra situación kafkiana digna de Sopa de ganso, aquella película de los Marx donde dos países se declaraban la guerra por cualquier tontería. Lo extraño del caso, lo más curioso de este episodio de nuestra historia, el del bloqueo y la parálisis institucional, es que PSOE y Podemos han conseguido ponerse de acuerdo en otras comunidades autónomas como Valencia mientras que son incapaces de hacerlo en Madrid. Por si fuera poco, más del 90 por ciento de las propuestas contenidas en el famoso documento programático remitido por el PSOE a la formación morada figuraban ya en el programa electoral con el que Podemos concurrió a las elecciones de abril.
¿Qué está fallando entonces? ¿Cuál es el problema? Sin duda, el factor humano empieza a pesar más que cualquier otro en todo este penoso y laberíntico asunto. Sánchez e Iglesias son dos egos inflados, dos jugadores a los que no les gusta perder ni a las canicas, personalidades tozudas, caprichosas, cuando no juvenilmente arrogantes e inmaduras incapaces de dar su brazo a torcer por el bien del país y del futuro de la izquierda. Eso que decían los antiguos de “se ha juntado el hambre con las ganas de comer” es perfectamente aplicable a las tormentosas negociaciones de ambos líderes políticos. Uno debe creerse la estrella de basket del momento predestinado a jugarse a vida o muerte los segundos finales del partido trascendental; el otro se ve a sí mismo como el héroe épico y macho alfa de Juego de Tronos. Si se relajaran un poco, si dejaran de tomarse tan en serio a sí mismos, quizá podría salir algo en claro de este embrollo interminable. Pero son dos personajes plomizos que, dicho sea de paso, empiezan a granjearse las antipatías del pueblo español. En verano ya nos sometieron a un culebrón insoportable aún más indigesto que el no fichaje de Neymar. Y han llegado a los exámenes de septiembre sin estudiar y con ganas de continuar con la juerga veraniega. El problema es que ambos empiezan a ser ya como esos actores de segunda que van de pueblo en pueblo representando siempre el mismo sainete y el mismo papel, aunque no pasan de congregar a cuatro gatos como espectadores. Ellos seguirán creyendo que son como Laurence Olivier y Richard Burton, grandes nombres de la historia, pero cada vez se parecen más a El Pulga y el Linterna. Y es que al principio la película enganchaba pero ya aburre.

Viñeta: Igepzio

QUE DEJEN EN PAZ A BLANCA

(Publicado en Diario16 el 6 de septiembre de 2019)

Nadie se acordaba de Blanca Fernández Ochoa hasta que desapareció en los montes abruptos de Cercedilla, encontrando su triste destino. Es entonces cuando hemos sabido que una de nuestras mejores deportistas españolas de todos los tiempos vivía una existencia anónima y apartada, como una más, sin que nadie se acordara de ella. No es el primer caso. Nuestro deporte, ese que sirve de pantalla propagandística y patriótica cada vez que se produce un éxito a nivel internacional, devora a sus hijos, como aquel Saturno de Goya, y los deja en la estacada cuando se retiran de las pistas por viejos o averiados en alguna lesión.
Blanca había caído en ese anonimato cruel que impone el sistema y del que solo ha salido por su tragedia personal. Los medios de comunicación ya han olido la carnaza del caso y se han aprestado a repartir a las audiencias la habitual ración de quincalla, cochambre y bazofia televisiva. Tras conocerse la noticia de la muerte de la esquiadora, los titulares lacrimógenos como “Adiós Blancanieves” y “Blanca ya esquía en el cielo” han dado paso a otros más sórdidos y cutres sobre cada circunstancia concreta que ha rodeado la desgraciada muerte de la deportista. Preparémonos por tanto para largas horas de machaque televisivo sobre cada momento de la autopsia, sobre cada efecto secundario del Sinogan (los comprimidos fatales que han sido encontrados en su estómago) y sobre si la medallista olímpica murió de un infarto o de un derrame cerebral.
La maquinaria del show mediático ya carbura a pleno rendimiento y nadie va a frenarla mientras dé buenos resultados en los índices de audiencia. Así, es seguro que por los platós de la telebasura nacional empezarán a circular personajes de todo pelaje y condición (ya lo están haciendo), supuestos amigos que la conocieron y que por un puñado de billetes serán capaces de contar si Blanca estaba deprimida, si atravesaba por un duro trance personal o si era feliz con su vida de ahora. Los reporteros se lanzarán a la caza y captura de ese cabrero que la vio por última vez en el pico de La Peñota, ese conductor que la vio pasar fugazmente por el arcén cuando caminaba en dirección a su última meta o ese voluntario del pueblo que participó en las tareas de rescate. Y porque los perros rastreadores de la Guardia Civil no hablan, que si no también serían invitados a una tertulia para dar su versión sobre el suceso en prime time.
Todo esto tendría su sentido si estuviésemos hablando de una muerte violenta tras un secuestro, un atraco o un crimen y se tratara de aportar algún dato importante de la investigación que permitiera esclarecer el caso. La función pública de los medios de comunicación hubiese justificado tal despliegue de medios y de horas de emisión en horario de mañana, tarde y noche. Pero es que la historia de Blanca tuvo su punto final en el mismo momento en que el cuerpo fue hallado entre los roquedales de Cercedilla y se intuyó el motivo de tan infortunado desenlace.
A Blanca siempre la recordaremos deslizándose con elegancia sobre un mar de cristal y un oleaje de nieve, entre eslalons imposibles y peligrosos requiebros, y colgándose una medalla al cuello en un momento en que las mujeres estaban vetadas en el deporte. Fue ante todo una pionera en la lucha por la igualdad, y querer retorcer su historia para convertirla en un suceso apto para las páginas criminales no es ético ni justo. Que la dejen en paz y que dejen de usarla para titulares cursis con faltas de ortografía. Fue nuestra mejor campeona y merece un respeto.

jueves, 5 de septiembre de 2019

EL EXTRAÑO CASO DE LOS ORDENADORES DE BÁRCENAS QUE SE DESTRUYEN SOLOS


(Publicado en Diario16 el 4 de septiembre de 2019)

Un juez ha absuelto al PP por falta de pruebas en el caso de la destrucción de los ordenadores del extesorero Luis Bárcenas. Eso sí, el magistrado Eduardo Muñoz de Baena, después de dejar libres de responsabilidad a los que debían velar por la custodia de la información, ha acordado condenar en costas, tal como solicitaba la defensa del partido de Pablo Casado, a las acusaciones populares que trataban de esclarecer la verdad: Izquierda Unida, Adade y el Observatori Desc.
El asunto suena extraño y podemos estar sin duda en la antesala de un nuevo escandalazo de la Justicia española. En este caso tenemos un crimen sin culpables, un suceso sin esclarecer y un episodio propio de las mejores novelas de ciencia ficción. Si nadie es responsable de esto, debe ser entonces que los ordenadores cobraron vida y voluntad propia, como en un relato del gran Philip K. Dick, y decidieron borrarse, rayarse y romperse por sí solos. Así tuvo que ser. Una noche, las unidades de almacenamiento del extesorero que contenían el material sensible con la contabilidad en negro del partido, según afirmó Bárcenas, salieron de las computadoras y bien a mazazo limpio o con un destornillador, dejaron los discos duros hechos fosfatina.
En los últimos años hemos visto de todo: desde un presidente del Gobierno cuyo nombre aparecía escrito en negro sobre blanco en la contabilidad B del partido y que salió de rositas, hasta una estafa bancaria mayúscula: la compra del Banco Popular por un euro dejando a 300.000 familias sin sus ahorros y sin que nadie haya respondido aún por ello. Pero nos faltaba esto, nos quedaba por ver la obra maestra del surrealismo judicial patrio, un expediente X a la española, un caso solo apto para Mulder y Scully.
Si nadie en el PP puede responder de este turbio asunto, como dice el fallo del juez, será que unos robots se humanizaron, rebelándose y poniéndose de lado de los populares, y un buen día decidieron dedicarse a limpiar pruebas, a dejar la escena del crimen como una patena, a pulir los errores de bulto que iban dejando tras de sí Bárcenas y sus fontaneros del partido.
Sabíamos que en los juzgados españoles pasaban cosas raras. Gente pillada in fraganti, con las manos en la masa, que termina saliendo indemne de las comisarías y regresando tan tranquila a sus despachos de Génova 13. Sumarios que se pierden por el camino y censura previa a los cámaras de televisión que quieren cubrir el juicio, como ha ocurrido en este asunto. Pero esto de los ordenadores que se destruyen como por arte de magia no lo habíamos visto aún. Que la NASA pare de enviar vehículos a Marte, que el proyecto SETI suspenda la búsqueda de vida inteligente en otros planetas, que Steven Spielberg abandone sus películas anticuadas sobre marcianos verdes y seres de otros mundos. El PP ha encontrado vida de la buena, inteligencia artificial expresamente fabricada para el mal, androides con antenas azules, el himno del partido retumbando a toda mecha en el tórax y el logo con la gaviota pegado en el casco metálico, seres que se levantan en medio de la noche (bip, bip) y se pasean por los pasillos de la sede popular aporreando discos duros con información sensible hasta su destrucción total. En una de estas aparece Cayetana Álvarez de Toledo, como improvisada blade runner, persiguiendo y retirando de circulación, a tiro limpio, a los peligrosos replicantes.
La democracia española es un espectáculo sin fin. Un show esperpéntico impagable y total. El caso de los ordenadores cerrado y sin culpables contra todo pronóstico. Ahora solo falta que los abogados del PP, para resarcirse en daños y perjuicios, se querellen contra sus propios robots y les reclamen una jugosa indemnización. Ya vemos a las desgraciadas máquinas, esposadas y llorando lágrimas de aceite, desfilando por los tribunales. Por obstrucción a la Justicia, por rebeldes sanchistas y por rojas traidoras a España.

Ilustración: Artsenal

VOX GANA


(Publicado en Diario16 el 4 de septiembre de 2019)

Poco a poco, y con la complicidad de PP y Ciudadanos, las políticas rancias de Vox se van imponiendo sin hacer ruido, en la sombra, en silencio. Según informa el partido ultraderechista, “en virtud de lo acordado por iniciativa de Vox”, la Consejería de Educación del Gobierno murciano ha ordenado ya a los colegios “solicitar permisos expresos paternos para la realización de ciertas actividades escolares”. De esta forma, los padres o tutores legales tendrán que dar su consentimiento expreso a la hora de que los alumnos participen en “actividades o charlas que puedan ser objeto de controversias”. Según la formación de Santiago Abascal, esta nueva normativa “continúa sus pasos en la batalla por la libertad, tanto educativa como ideológica, sometida a los dogmas progresistas que han acaparado la educación durante años”.
La medida, una clara imposición al presidente Fernando López Miras −que tuvo que tragar con la agenda ultra a cambio de llegar al poder−, permitirá que los padres puedan sacar de las aulas a sus hijos cuando los profesores empiecen a impartir clases sobre materias como la igualdad de género o la educación sexual. Ahora bien, ¿es cierto que asiste a los padres el derecho a imponer los planes de estudio que quieren para sus hijos en los centros educativos? Esa es la primera falacia con la que juegan los verdes neofranquistas. De ser así, el caos educativo estaría servido, ya que cada partido político querría imponer su ideología en función de sus intereses particulares, en el caso de Vox su pensamiento machista, algo que un Estado no puede permitir. Como tampoco debe ser tolerado que grupos religiosos ultraconservadores introduzcan en las aulas sus prejuicios y tabúes que inculcan en los niños ideas homofóbicas y discriminatorias contra los derechos de los homosexuales. No; tras el argumento de la libre elección de la educación de los hijos, falaz y pretendidamente democrático, no hay más libertad sino más represión, más intolerancia y más atavismo religioso. En definitiva, más pensamiento autoritario y un nuevo intento de dar un golpe de Estado en las escuelas para imponer una uniformidad y una vuelta al siglo XV y a los tiempos escolásticos de la Edad Media.
Pero es que además el segundo gran argumento de Vox, la pretendida protección y defensa de la integridad moral del menor frente al supuesto adoctrinamiento, en realidad lo que esconde es un intento de implantar una educación elitista, sectaria, donde se trata de que el niño no vea contaminada su raza. Es decir, pura xenofobia. Ya advertía el filósofo Michel Foucault que tras este tipo de discursos siempre hay un intento de asegurar el control del poder, o lo que es lo mismo, que la clase social dominante no se mezcle con las clases bajas ni estropeen la “pureza” de su sangre con prácticas como la homosexualidad o el lesbianismo que son consideradas por estos grupos como peligrosas para el orden político y social establecido, pecaminosas y contrarias a las buenas costumbres. En el fondo estamos hablando de un discurso racial que trata de perpetuar un modelo económico y de poder: arriba las elites que han gobernado desde siempre; abajo los dominados, los parias, los oprimidos.
De ser ciertos los postulados de Vox, el siguiente paso sería incluir en los planes de estudios la ideología creacionista que niega la teoría científica del evolucionismo y cree que el mundo fue creado por Dios en siete días. Ese sí sería el primer paso para el adoctrinamiento en las escuelas que dice combatir Vox, ya que por ese camino la Iglesia católica lograría introducir de nuevo la Biblia entre los manuales educativos, que es el fin último tanto del partido de Santiago Abascal como de la Conferencia Episcopal y de los grupos ultraconservadores. Afortunadamente en los países occidentales el creacionismo sigue siendo una corriente de pensamiento minoritaria, con excepción de algunos reductos de los Estados Unidos profundos, donde una mayoría protestante está tratando de sustituir la teoría de la evolución en los libros de texto por las enseñanzas religiosas. Finalmente han tenido que ser los tribunales los que han impedido semejante disparate mediante sentencia judicial.
De ahí que sea tan importante que la enseñanza pública siga en manos de los profesionales de la educación y no caiga en el control de los padres, sobre todo de aquellos que militando en partidos preconstitucionales como Vox podrían terminar imponiendo sus delirios y sus fanatismos. La democracia nunca puede ser una opción. Ideas como la igualdad, el respeto, la tolerancia y el bien nunca pueden ser materias optativas, sino obligatorias. Únicamente así avanzaremos hacia una sociedad más humana, plural, tolerante y justa.
El Estado no solo puede intervenir en la educación como un derecho que debe ser regulado en el marco democrático, sino que tiene la obligación de hacerlo para erradicar comportamientos peligrosos en la educación de los menores como la violencia, la discriminación racista y homófoba y el mismo machismo, comportamientos todos ellos que aparecen a edades tempranas (casi siempre fruto de un modelo referente erróneo, el que ven en sus padres) y deben ser corregidos con un buen programa educativo.
Si no se imparte una buena educación sexual en las escuelas, proporcionando información de calidad al niño, será la religión o algo peor, la industria pornográfica, la que termine ocupando el lugar del maestro. Y entonces sí, el Estado será responsable de los monstruos que fabrique.

Viñeta: El Koko Parrilla

EL PP DE CASADO REVIENTA POR LOS CUATRO COSTADOS


(Publicado en Diario16 el 4 de septiembre de 2019)

Ningún partido de la Europa civilizada hubiese soportado la inmensa cantidad de casos de corrupción que el PP ha llegado a acumular en los últimos años. Lo normal en cualquier organización política colapsada por tal número de escándalos hubiese sido cerrar el negocio, poner el cartel de traspasa y dedicarse a otra actividad, mucho más después de un batacazo electoral como el que sufrieron los populares el pasado mes de abril.
Los 66 escaños de las generales cosechados por Pablo Casado fueron un auténtico bochorno que cualquier dirigente serio hubiese pagado con una sonora e irrevocable dimisión. Sin embargo, el joven sucesor de Mariano Rajoy decidió no tirar la toalla (hay veces en la vida que esa es la única salida) y se aferró al clavo ardiendo de su pírrica victoria en Madrid. Para dar la apariencia de que el PP entraba en una nueva etapa, dejando atrás el oscuro pasado, el líder conservador buscó una cara nueva como Isabel Díaz Ayuso (en realidad no lo era, ya que había nacido y crecido políticamente a la sombra de Esperanza Aguirre, hoy imputada por corrupción) y trató de convencer a los españoles de que el partido iniciaba un proyecto renovador basado en la limpieza, la regeneración y la recuperación de la confianza perdida. Hoy ya sabemos que la operación de maquillaje ha embarrancado a las primeras de cambio, ya que Díaz Ayuso no es más que un hermoso maniquí sin capacidad alguna de decisión, un bonito producto de bisutería política de Casado que no puede ocultar la auténtica fealdad del monstruo que como en It, la estupenda novela de Stephen King, se esconde en las cloacas del inframundo, o sea en los despachos secretos del partido.
En Génova 13 se han acumulado toneladas de basura en las últimas décadas, un auténtico estercolero gigante, y hay tanta corrupción que los periódicos no van a tener problema para dar portadas con buenos titulares durante los próximos veinte años. El entramado corrupto formado por redes mafiosas como la Púnica, la Gurtel, las cajas B y otras alcantarillas es tan formidable y tan monumental, afecta tan profundamente a las estructuras internas del partido, a las personas y a las redes clientelares imbricadas con empresas corruptas, que ni siquiera derribando los cimientos del partido y volviéndolos a levantar podría Pablo Casado empezar a soñar con fabricar un nuevo proyecto.
En las últimas horas hemos asistido a más de lo mismo, una película repetida mil veces cuyo final se estaba viendo venir. Aguirre y también su sucesora, Cristina Cifuentes, tendrán que presentarse ante el juez para responder de la financiación ilegal del PP madrileño. La noticia suena a sarcasmo, a broma pesada, después de que hace apenas veinte días Díaz Ayuso anunciara a bombo y platillo “tolerancia cero contra la corrupción” durante su discurso de investidura en la Asamblea regional. Todo el mundo sabía que mientras ella soltaba la chuleta aprendida de memoria, el disco rayado con el programa de supuesto buen Gobierno del PP madrileño para los próximos cuatro años, la prensa y los juzgados seguían investigando a toda máquina al menos tres escándalos que la afectaban directamente: sus supuestas relaciones con el caso Púnica y con sus antecesoras en el cargo, Aguirre y Cifuentes (hoy flamantes imputadas); sus cinco años de supuestos impagos al Impuesto de Bienes Municipales (IBI); o el crédito de 400.000 euros de AvalMadrid para una empresa de su padre.
Pero no queda ahí el carrusel de escándalos que han seguido brotando como setas en el tumultuoso PP de la capital de España. Según se ha ido sabiendo, Ayuso, quizá por imposición de Casado, se ha ido rodeando de la vieja guardia “aguirrista”, ex altos cargos que en su momento habían salido salpicados por el “terremoto púnico” o que simplemente habían fracasado en su gestión en anteriores gobiernos y habían quedado “quemados”. Así, ayer mismo el juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón citaba a declarar como imputado a Francisco Lobo, secretario general técnico de la Consejería de Sanidad de Madrid y cargo de confianza de la presidenta Díaz Ayuso. Lobo fue fulminantemente cesado a las pocas horas y un lacónico Ignacio Aguado, vicepresidente del Ejecutivo regional y portavoz del grupo Ciudadanos en la Asamblea Regional, tuvo que salir a dar la cara ante los periodistas para ofrecer explicaciones y garantizar que el compromiso de la formación naranja con la regeneración y contra la corrupción sigue intacto. Si el cese de Lobo ha sido consecuencia de las presiones del partido de Albert Rivera o idea de Díaz Ayuso es algo que aún no ha trascendido, aunque todo apunta a la primera hipótesis, ya que el cesante había sido colocado por la presidenta como cargo de confianza.
Mientras tanto, la turbina popular de fabricar desperdicios sigue trabajando a tope y soltando más y más detritus. También ayer (sin duda un día aciago para el PP) se supo que el ex consejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid y número 2 del PP en la región, Francisco Granados, lideró una trama que entre 2002 y 2014 saqueó más de 15 millones de euros a cooperativas de profesores en la construcción de colegios concertados en municipios madrileños y otras comunidades autónomas, según el relato de los hechos que recoge el auto del juez García Castellón. Más dinamita para Génova 13, más explosivo de demolición para unos muros que milagrosamente, y sin que nadie sepa explicar cómo, todavía aguantan y se mantienen en pie, aunque quizá por poco tiempo.
Y así seguirá siendo por los siglos de los siglos. La basura saliendo y Cayetana Álvarez de Toledo mintiendo. Parece que la nueva portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados apuesta por el viejo manual para hacer frente a la crisis, es decir, negar la realidad, acusar de rojo masón al juez instructor o matar al mensajero periodista. Cualquier delirio menos aceptar la realidad de los hechos y asumir responsabilidades políticas, que sería lo lógico y sensato. Trucos retóricos los de Cayetana que en el pasado ya se vio que no funcionaron y que llevaron al desastre al Partido Popular. Mientras tanto algunos, los patriarcas de la tribu fundada por Fraga, los honestos y sensatos del partido (que también los habrá) se miran unos a otros y se preguntan estupefactos: ¿A dónde vamos por este camino?

Viñeta: El Koko Parilla

CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO


(Publicado en Diario16 el 3 de septiembre de 2019)

Un fusilado por Franco guardaba celosamente en el bolsillo de su chaqueta las postales y cartas de amor que su mujer le enviaba a la prisión. Hoy, ochenta años después, esas cartas aparecidas en la fosa común número 127 del cementerio de Paterna han vuelto a la playa de la historia como mensajes desesperados en una botella y permitirán que los descendientes del represaliado puedan dar a su familiar, por fin, la digna sepultura que se merece y que le negaron sus verdugos. Paterna, el gran paredón de la España franquista donde más de 2.000 personas fueron vilmente asesinadas, va sacando a la luz las historias reales de la Guerra Civil, los dramas que ocurrieron de verdad, que atormentaron a gente de carne y hueso y que no son una invención de progres, rojos y comunistas, como dice Abascal.
Esta vez ha sido el murmullo lejano del amor el que ha llegado del pasado en forma de carta para desenmascarar a los asesinos, a los taimados revisionistas de la historia y a los que por uno u otro motivo se niegan a que en este país se haga justicia de una vez. “Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando”, decía Tagore. Y nada más acertado. Esas cartas de los fusilados de la guerra son los corazones acribillados de miles de personas que siguen latiendo débilmente casi un siglo después; las voces de los muertos vivos que piden justicia y que España no se atreve a desenterrar en uno de los episodios más infames e indecentes de toda nuestra historia; las palabras de polvo y tinta borrosa que aún palpitan y que nos cuentan la trágica verdad por encima de las demagogias, los populismos y las mentiras neofascistas. En esas cartas está la angustia de un condenado a muerte al que van a fusilar al alba, las lágrimas de un hombre que no alcanza a comprender su desdichado destino, el llanto humano que España sigue despreciando de forma incomprensible. En las misivas se habla también de las cosas cotidianas, de la hiriente separación del ser querido, de la rabia de un padre que no puede ver a sus hijos, del hambre, de la enfermedad, del miedo.
En esas cartas amargamente polvorientas, por encima de los estudios historiográficos de sesudos hispanistas, está la gran verdad y la gran mentira de España. La primera lección que todos debemos aprender para no repetir el mismo error, el relato de la gente con nombres y apellidos que tuvo el infortunio de vivir aquella carnicería infinita más allá de las fechas, del fragor eterno de la batalla del Ebro y de los discursos inmortales de Azaña. La tierra noble siempre termina vomitando los crímenes y las injusticias del hombre y ahora nos devuelve, a modo de arcada epistolar, todas esas cartas que imploran honor, dignidad, decencia. Junto a los infelices trozos de papel se han exhumado también las ropas de los muertos, los lápices, las medallas, los zapatos, las botas, lo poco que los verdugos no se llevaron y dejaron a un pueblo injustamente torturado, masacrado, muerto. Pero lo más importante de todo son las cartas, esas cartas que no deben perderse jamás porque son las voces de la barbarie y de la historia, esas cartas que con sus palabras de amor han conseguido vencer por fin al rugido bestial de los cañones alemanes e italianos, al fragor del odio entre hermanos y al vasto silencio del olvido. No se puede construir nada bueno, ni siquiera un pequeño país en el sur de Europa, sobre los cimientos de la mentira, la injusticia y la mala sangre.
“He poblado tu vientre de amor y sementera, he prolongado el eco de sangre a que respondo y espero sobre el surco como el arado espera: he llegado hasta el fondo”, escribía premonitoriamente Miguel Hernández en su Canción del esposo soldado. Él, precisamente él, que fue uno de los muertos vivos. Uno de los que vieron con sus propios ojos todo el terror y toda la crueldad de que es capaz el género humano.
Las cartas, esas cartas de ultratumba, son la última señal de aviso para los españoles de hoy. España volverá a ser un país maldito mientras no vaciemos de una vez por todas las fosas y cunetas (sacando hasta el último de los huesos) y las llenemos de canciones, de pureza y de rosas.

Viñeta: El Koko Parrilla

FÚTBOL Y CORRUPCIÓN

(Publicado en Diario16 el 3 de septiembre de 2019)

Un inmenso escándalo, cuarenta y dos implicados (37 de ellos futbolistas) la imagen de la Liga Española por los suelos y un partido, el Levante UD-Real Zaragoza de 2011, bajo sospecha. Eso es lo que queda de la trama de amaños en el fútbol español que empieza a juzgarse hoy en el Palacio de Justicia de Valencia.
Aquel encuentro celebrado hace ocho años (¡ocho!) terminó con victoria del equipo aragonés por 1-2. El conjunto maño necesitaba la victoria para seguir en Primera División, mientras que el Levante ya estaba salvado. El biscotto, como dicen los italianos, estaba servido, y hubo un más que probable tongo que pudo ver todo el mundo y que perjudicó al Deportivo de la Coruña, club que terminó descendiendo de categoría. La Fiscalía Anticorrupción abrió una investigación sobre el caso y siguió el rastro de al menos 700.000 euros que, según las acusaciones de la Fiscalía, el Zaragoza pagó al Levante para que se dejara perder. Como dato curioso se aportará a la vista oral un detallado informe técnico de análisis de datos de aquel partido, una especie de escaneado elaborado por Business Intelligence & Analytics que recopila, analiza y compara las estadísticas en todas las parcelas del juego con partidos disputados desde 2006 “de idéntica naturaleza”. En ese informe se asegura que los jugadores locales hicieron sus peores números y los visitantes, los mejores.
Pero más allá del caso concreto, más allá del episodio puntual sobre el Levante-Zaragoza que ha despertado gran expectación mediática en la Ciudad del Turia, se desprende que estamos ante un gran juicio al fútbol español, ese territorio que hasta hoy parecía al margen de la ley. En nuestra Liga profesional durante demasiados años ha habido manga ancha y barra libre, permitiéndose de todo: deudas de los clubes, evasión fiscal, abusos, fichajes millonarios con dinero sospechoso, blanqueo de capitales y santuarios para personajes variopintos que amparándose en la tapadera del fútbol ocultaban sus turbias actividades en otros negocios.
Ahora se detecta un partido amañado en la que dicen la mejor competición del mundo y es cierto que ello pone en grave riesgo la credibilidad y la imagen de la Liga, buque insignia de la Marca España. Pero ahí es donde precisamente surge la pregunta más importante: ¿Estamos ante un caso aislado o este tipo de compraventas y amaños de partidos en la elite futbolística española son habituales?
Precisamente hoy, cuando nos desayunamos con la noticia de que Esperanza Aguirre ha sido imputada por un juez de la Audiencia Nacional como presunta responsable política de la corrupción que ha salpicado a todas las instituciones públicas madrileñas en los últimos años, asistimos al espectáculo bochornoso del gran timo que puede ser el fútbol español. El daño que gobernantes como Aguirre han causado a nuestro país es inmenso, pero ocurre que ya hemos abierto los ojos para despertar de un fatídico sueño y darnos cuenta de que no solo la política estaba enfangada, también la Casa Real, la Justicia, la Policía, las finanzas (véase el caso Banco Popular del que solo Diario16 informa ya) el periodismo, el sector alimentario (el brote de listeriosis no es más que otra clase de corrupción de supermercado) y hasta el fútbol, esa actividad lúdica y gran pasión nacional con la que muchos españoles se distraen y sacan pecho con los éxitos cosechados por nuestros deportistas.
La corrupción no era solo cosa de diputados, presidentes de comunidades autónomas y alcaldes trincones. El fango ha terminado por ensuciarlo todo y esta democracia nuestra necesita con urgencia un chapa y pintura porque está en juego algo tan fundamental como nuestro sistema de convivencia, derechos y libertades. Si no somos capaces de limpiar y regenerar las instituciones y la sociedad (pero a fondo y de verdad, no esa gallofa de regeneración que va vendiendo Albert Rivera mientras pacta con lo más sucio del PP) España corre serio riesgo de terminar convirtiéndose en un Estado fallido.
Este juicio contra un partido de domingo tarde que en realidad fue un tongo entre maños y granotas no deja de ser una anécdota más, eso que habitualmente suele definirse como la punta del iceberg. Apenas un síntoma de la terrible enfermedad de nuestro tiempo que contagia las entrañas de la sociedad española y que pone de manifiesto que el sistema está podrido mientras nadie hace nada por limpiarlo.

EL PP DE CASADO ES LO DE SIEMPRE


(Publicado en Diario16 el 3 de septiembre de 2019)

El juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón ha imputado a las expresidentas de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes por la presunta financiación irregular del PP regional, una investigación que se enmarca en el “caso Púnica”. En el fondo, lo que hace la Justicia es relanzar la investigación de este oscuro asunto y concretamente de la pieza que indaga si el PP que presidió Aguirre se financió ilegalmente durante las campañas electorales de 2007, 2008 y 2011.
Hasta ahí la información pura y dura que difundieron las agencias de noticias, la fría nota policial que no por esperada resulta menos impactante y trascendente. Ahora la investigación de la Justicia seguirá su curso, pero con independencia de ello hoy se impone el análisis político, las consecuencias para el PP y su nuevo líder, Pablo Casado, que se ha encargado de repetir hasta la saciedad, en campaña electoral y fuera de ella, que aquel partido preñado de corrupción era ya historia. ¿Cómo va a ser historia si los fantasmas del pasado vuelven una y otra vez como aquellos cuentos terroríficos de Charles Dickens? ¿Cómo podemos olvidar esa época aciaga y negra de nuestra historia si los casos criminales siguen brotando como setas?
El marrón de la imputación de Aguirre y Cifuentes es de considerables dimensiones para el partido y llega en el peor momento, justo cuando Isabel Díaz Ayuso –número 1 en la línea sucesoria del “aguirrismo”– acaba de ser investida presidenta de la Comunidad de Madrid (en medio de fuertes escándalos) y precisamente cuando Casado preparaba una gran operación de imagen para aglutinar el voto de PP, Ciudadanos y Vox en torno a España Suma, ese invento del que Rivera y Abascal huyen como de la peste.
A esta hora, la única respuesta dada por la dirección del PP a la imputación judicial, al jaque a las damas, ha sido apelar a la “presunción de inocencia de ambas”, lo que en lenguaje coloquial se llama “volver a las andadas”, o lo que es lo mismo, recuperar la vieja partitura de aquella marcha fúnebre de la corrupción que acompañó al partido en su defunción tras el descalabro electoral del pasado mes de abril. Recuerde el lector cuando los Bárcenas, Granados, González y otros monstruos de la galería de freaks del PP desfilaban uno tras otro por los juzgados mientras Aguirre también invocaba la presunción de inocencia para sus hijos políticos y se limitaba a decir que aquello era cosa de la fatalidad, del azar, de cuatro ranas de nada que le habían salido en el estanque de la Comunidad de Madrid. Hoy parece que la reina del cuento también va camino de convertirse en un hermoso anfibio verde citado para croar (y cantar) ante los jueces de la Audiencia Nacional. Aguirre tendrá que dar cuenta de si, como dice el magistrado instructor del caso, fue ella “quien ideó la búsqueda de recursos que financiaran las campañas que ella misma seleccionaba, y la supervisora última de las sinergias entre sus consejeros de confianza, que impulsó con dicha finalidad (…)”, ya que dichas campañas electorales “iban dirigidas fundamentalmente a fortalecer y vigorizar su figura política y a consolidarla como presidenta de la Comunidad”, concluye el demoledor auto.
Y pese a que la realidad se acaba imponiendo tozudamente (lo de Madrid era tan gordo que exigía cuanto menos la imputación de sus máximas dirigentes para que dieran al menos una explicación) Casado se empeña en dar una apariencia de limpieza y regeneración. Pues ni lo uno ni lo otro. La limpieza brilla por su ausencia, ya que los tribunales están hasta los topes de casos de corrupción que afectan a Génova 13. Fuentes judiciales consultadas por Diario16 aseguran que está muy cerca el momento en que el PP vuelva a ser condenado de nuevo por financiación irregular en alguno de esos ‘expedientes X’ que colean por los palacios de justicia de toda España.
Pero es que además la supuesta regeneración no se ve por ningún lado, ni en caras ni en cargos. Es más, a menudo la ciudadanía comprueba con estupefacción que los mismos perros (y sapos) con diferentes collares, que en su día se vieron afectados por la sarna de la corrupción, regresan ahora a la primera línea de la política como si estuviesen curados, rehabilitados, vírgenes de comisiones, sobres y chanchullos. No hay más que echar un vistazo al casting de altos cargos que ha preparado la presidenta Díaz Ayuso para concluir que aquellos fantasmas del pasado dickensianos a los que nos referíamos al principio de este artículo siguen cómodamente instalados en diferentes puestos de la dirección del partido.
¿Dónde está por tanto la regeneración tantas veces prometida, dónde los rostros castos y puros de esos hombres y mujeres que venían a reconstruir un partido emponzoñado de detritus? La pregunta, por supuesto, es retórica, ya que nadie en el PP va a salir a dar una respuesta que están esperando todos los ciudadanos. De hecho, tras conocerse la noticia de la imputación de Aguirre y Cifuentes ni siquiera Casado se ha atrevido a comentar algo sobre el tema y mucho menos a romper lazos con la gran matriarca castiza. Es decir, mientras todo apunta a que estamos llegando al corazón de las tinieblas, al final de la trepidante serie por temporadas de la corrupción madrileña, al PP la única explicación que se le ocurre es tirar de la manida coartada de siempre, de la excusa fácil de la presunción de inocencia. No se dan cuenta de que quizá estén asistiendo a la explosión final de las supuestas cloacas del “aguirrismo” y a los funerales políticos de esa Mamá Grande de los «batracios» (parafraseando a García Márquez) que fue doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma.

Viñeta: El Koko Parrilla