(Publicado en Diario16 el 12 de septiembre de 2019)
Pasó la Diada con su anual riada de catalanes indignados pidiendo la independencia, el fragor de Els Segadors y las ofrendas florales a los padres de la patria. Barcelona volvió a ser un clamor mientras en Madrid los que se engañan con la vana esperanza de que el conflicto territorial más grave de los últimos cuarenta años en España se resuelva por sí solo respiran tranquilos y se agarran al clavo ardiendo del dato de la Guardia Urbana sobre asistencia ciudadana a la manifestación: 600.000 personas, lejos del millón del año anterior, lo que se interpreta como un reventón del suflé indepe. Nada más lejos de la realidad.
Es cierto que hay hartazgo en la sociedad catalana. Hartazgo con una situación enquistada que se pudre cada día un poco más; hartazgo de vivir con frustración, rabia e incertidumbre; hartazgo de unos políticos incompetentes que lejos de solucionar el problema lo han agravado peligrosamente. Pero lo único cierto, la única verdad, es que sigue habiendo un granero independentista suficiente que volvería a lograr la mayoría en el Parlament y que solo recibe un absurdo silencio como respuesta desde Madrid.
Y mientras Cataluña sigue acumulando pólvora humana que algún día estallará definitivamente, en la sesión del Congreso de los Diputados Albert Rivera pedía la aplicación inmediata del artículo 155. El líder de Ciudadanos debe creer que esa medida puede aplicarse cada cinco minutos, a demanda, sin que ocurra nada. Rivera se levanta cada mañana, hace sus abdominales matutinos, se toma el café y acto seguido le pide a Sánchez el artículo 155. El jefe de la formación naranja no tiene más programa para España y para Cataluña que la leña del 155, el palo duro del 155, la vara del ordeno y mando del 155. Está tan obsesionado que cuando cuenta ovejitas por la noche para superar el insomnio provocado por las deserciones en su partido y los desplantes de Valls siempre empieza la cuenta atrás con el dichoso 155. ¿Pero se ha leído el presidente de Cs la Constitución española? ¿Se ha enterado ya el eterno aspirante a liderar el centro derecha español (y también el lado oscuro ultra) que esa medida legal tiene carácter excepcional y solo para situaciones de extrema gravedad? Por lo visto Rivera no frecuenta demasiado las doradas páginas de la Carta Magna y tampoco parece que lea mucha historia contemporánea, ya que de hacerlo sabría que no se puede gobernar España con una Cataluña convulsa, rebelde, en contra.
Pero él sigue hablando de lo suyo, de lo único que le interesa por razones electoralistas, del machacón 155 que no ha resuelto el problema de Cataluña y nunca lo resolverá porque ese conflicto solo se arreglará mediante el diálogo y la negociación política. “Más allá de nuestras diferencias, ¿no cree que es el momento, antes de la sentencia judicial, de sentarnos a hablar y estar juntos, pase lo que pase, para aplicar la Constitución en Cataluña?”, le preguntó tramposamente a su interlocutor desde la tribuna de San Jerónimo. Una buena idea la de hablar de la Constitución. Pero primero quizá debería leérsela. Aunque solo sea por encima.
Viñeta: El Koko Parrilla
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