(Publicado en Diario16 el 17 de septiembre de 2019)
Rivera ha puesto tres condiciones a Pedro Sánchez si quiere que Ciudadanos dé luz verde a su investidura. La vuelta a la supuesta Navarra constitucional, la aplicación del artículo 155 en Cataluña y una bajada de impuestos son las tres ofertas con las que el líder de C’s trata de “cazar” al presidente del Gobierno en funciones en el último segundo antes de que expire el plazo y Felipe VI convoque elecciones. El problema es que no estamos ante la invitación formal de un hombre de Estado que piensa en clave de estabilidad y de intereses del país, sino ante el SOS de un hombre agobiado, desesperado, que ve cómo las encuestas pronostican un descalabro monumental de la formación naranja en noviembre: de 57 escaños a 22.
El movimiento ultimísimo de Rivera revela que estamos ante un líder que con sus tácticas erróneas y devaneos se ha metido él solo en la ratonera, ante alguien acosado por los fantasmas de todos los colaboradores que han ido desertando en los últimos meses de imprudente giro a la derecha, ante un candidato que ha jugado a la fanfarronería política y a la crispación permanente y que ha terminado estrangulándose a sí mismo con el cordón sanitario que pretendía colocarle a Sánchez.
Rivera se ha levantado por la mañana, ha puesto el último disco de Malú, ha abierto La Razón por la sección de España para ver cómo van los sondeos (el dimitido Toni Roldán dice que su exjefe es muy aficionado a las encuestas) y se le han puesto de corbata, como vulgarmente suele decirse, al ver que tras los comicios de noviembre tendrá los mismos diputados que Vox, lo cual ya es decir. Está claro que Rivera ha visto el famoso abismo abriéndose a sus pies, ese precipicio abisal sobre cuyo borde se pasean hoy, alegremente, los principales líderes y candidatos en un extraño ejercicio de funambulismo suicida. De un tiempo a esta parte, una epidemia autodestructiva se ha apoderado de la clase política española, como aquellos poetas románticos del XIX, en plan Larra. Y así, Sánchez quiere suicidarse y suicidar el PSOE convocando nuevas elecciones (una loca huida hacia adelante y a ninguna parte); Casado asume el suicidio por asfixia a bocanadas de corrupción; Iglesias da por bueno suicidarse agarrado a su juguete soñado, el mecano imposible del Gobierno de coalición (“mi tesorooo…”); y Rivera ahora se da cuenta de que con sus pactos con los neofranquistas de Vox estaba cavando su propia tumba, suicidándose lentamente. Por eso ha sentido miedo, pánico, terror. Teme perder el sillón y ya traga con lo que le echen; sería capaz de firmar la independencia de Cataluña si se la pusieran delante.
Con todo, y para superar el vértigo y la ansiedad de las encuestas, el canguelo de los sondeos, Rivera ha contactado con Casado de inmediato para intentar pactar una “solución de Estado” que evite una repetición electoral en noviembre nefasta para C’s. De la reunión entre ambos de ayer no parece haber salido nada en claro, en buena medida porque el PP está en su proyecto España Suma, un artificio para aglutinar el voto de centro derecha en el que no cree ni Cayetana Álvarez de Toledo. Casado piensa que Rivera cotiza a la baja y que ya ha “quedado fuera de juego” en este Trivial diabólico en que se ha convertido el camino a la Moncloa. Es más, entiende que en Ciudadanos cunde “un pesimismo absoluto” ante un posible batacazo electoral. Hasta Rosa Díez, que ya coquetea con el PP, ha visto la tramoya del juego de Rivera. “Será a Sánchez a quien tiene que proponérselo, ¿no? Salvo que solo le interese su disputa electoral con Casado, claro. Qué lástima, de veras…”, ha lamentado en las redes sociales.
De momento el desesperado líder de C’s ha lanzado al mar su bote salvavidas, como un náufrago del Open Arms. Habrá que ver si Sánchez lo recoge saltándose el famoso “con Rivera no” que le advirtió la militancia. De hacerlo, sería un grave error del PSOE. Pero aquí cada uno se suicida como quiere.
Viñeta: Igepzio
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