(Publicado en Diario16 el 4 de septiembre de 2019)
Poco a poco, y con la complicidad de PP y Ciudadanos, las políticas rancias de Vox se van imponiendo sin hacer ruido, en la sombra, en silencio. Según informa el partido ultraderechista, “en virtud de lo acordado por iniciativa de Vox”, la Consejería de Educación del Gobierno murciano ha ordenado ya a los colegios “solicitar permisos expresos paternos para la realización de ciertas actividades escolares”. De esta forma, los padres o tutores legales tendrán que dar su consentimiento expreso a la hora de que los alumnos participen en “actividades o charlas que puedan ser objeto de controversias”. Según la formación de Santiago Abascal, esta nueva normativa “continúa sus pasos en la batalla por la libertad, tanto educativa como ideológica, sometida a los dogmas progresistas que han acaparado la educación durante años”.
La medida, una clara imposición al presidente Fernando López Miras −que tuvo que tragar con la agenda ultra a cambio de llegar al poder−, permitirá que los padres puedan sacar de las aulas a sus hijos cuando los profesores empiecen a impartir clases sobre materias como la igualdad de género o la educación sexual. Ahora bien, ¿es cierto que asiste a los padres el derecho a imponer los planes de estudio que quieren para sus hijos en los centros educativos? Esa es la primera falacia con la que juegan los verdes neofranquistas. De ser así, el caos educativo estaría servido, ya que cada partido político querría imponer su ideología en función de sus intereses particulares, en el caso de Vox su pensamiento machista, algo que un Estado no puede permitir. Como tampoco debe ser tolerado que grupos religiosos ultraconservadores introduzcan en las aulas sus prejuicios y tabúes que inculcan en los niños ideas homofóbicas y discriminatorias contra los derechos de los homosexuales. No; tras el argumento de la libre elección de la educación de los hijos, falaz y pretendidamente democrático, no hay más libertad sino más represión, más intolerancia y más atavismo religioso. En definitiva, más pensamiento autoritario y un nuevo intento de dar un golpe de Estado en las escuelas para imponer una uniformidad y una vuelta al siglo XV y a los tiempos escolásticos de la Edad Media.
Pero es que además el segundo gran argumento de Vox, la pretendida protección y defensa de la integridad moral del menor frente al supuesto adoctrinamiento, en realidad lo que esconde es un intento de implantar una educación elitista, sectaria, donde se trata de que el niño no vea contaminada su raza. Es decir, pura xenofobia. Ya advertía el filósofo Michel Foucault que tras este tipo de discursos siempre hay un intento de asegurar el control del poder, o lo que es lo mismo, que la clase social dominante no se mezcle con las clases bajas ni estropeen la “pureza” de su sangre con prácticas como la homosexualidad o el lesbianismo que son consideradas por estos grupos como peligrosas para el orden político y social establecido, pecaminosas y contrarias a las buenas costumbres. En el fondo estamos hablando de un discurso racial que trata de perpetuar un modelo económico y de poder: arriba las elites que han gobernado desde siempre; abajo los dominados, los parias, los oprimidos.
De ahí que sea tan importante que la enseñanza pública siga en manos de los profesionales de la educación y no caiga en el control de los padres, sobre todo de aquellos que militando en partidos preconstitucionales como Vox podrían terminar imponiendo sus delirios y sus fanatismos. La democracia nunca puede ser una opción. Ideas como la igualdad, el respeto, la tolerancia y el bien nunca pueden ser materias optativas, sino obligatorias. Únicamente así avanzaremos hacia una sociedad más humana, plural, tolerante y justa.
El Estado no solo puede intervenir en la educación como un derecho que debe ser regulado en el marco democrático, sino que tiene la obligación de hacerlo para erradicar comportamientos peligrosos en la educación de los menores como la violencia, la discriminación racista y homófoba y el mismo machismo, comportamientos todos ellos que aparecen a edades tempranas (casi siempre fruto de un modelo referente erróneo, el que ven en sus padres) y deben ser corregidos con un buen programa educativo.
Si no se imparte una buena educación sexual en las escuelas, proporcionando información de calidad al niño, será la religión o algo peor, la industria pornográfica, la que termine ocupando el lugar del maestro. Y entonces sí, el Estado será responsable de los monstruos que fabrique.
Viñeta: El Koko Parrilla
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