(Publicado en Diario16 el 17 de junio de 2019)
Una ola de absurda santurronería recorre España de norte a sur y de este a oeste. Procesiones con incienso, blancos ataúdes de niños, gente de rodillas rezando el rosario en medio de la calle y barreras humanas armadas con crucifijos son algunas de las performances que los grupos ultraconservadores organizan cada día a las puertas de las clínicas abortistas. Sórdidas puestas en escena que parecen sacadas de una película de terror y que no tienen otra finalidad que coaccionar a las mujeres para que no aborten.
La situación, que fue denunciada ayer en el programa Liarla Pardo de La Sexta, roza lo delictivo, ya que amenazar o insultar a una mujer embarazada supone someterla a una presión innecesaria que puede perjudicarla emocional y físicamente en el que puede ser el trance más doloroso de su vida. Sin embargo, esta gente que se cree en posesión de la verdad y que pretende imponer a los demás su visión puritana de la vida va repartiendo extraños folletos sin fundamento científico alguno a las mujeres, a las que tratan de cargar con un injusto y cruel sentimiento de culpabilidad.
El programa de Cristina Pardo destapó ayer una situación intolerable más propia de la España franquista que del país avanzado que supuestamente es hoy. “Van a coger a tu hijo y lo van a cortar a trozos o van a absorberlo con una aspiradora”, le suelta uno de estos indocumentados, sin pestañear, a una joven embarazada que está a punto de entrar en el quirófano. “Vi a una mujer rezando y me agarró del brazo y me dijo ‘no lo hagas’; me sentí muy incómoda”, recuerda otra mujer a la que intentaron disuadir para que no abortara.
Estamos sin duda ante agresivos y organizados comandos de la intolerancia y el papanatismo religioso más esperpéntico criados a la sombra de los nuevos partidos que difunden ideologías sacadas de la Baja Edad Media. Pero estos lodos no son más que efecto de aquellos polvos. Cuando toda una candidata por el PP a la Comunidad de Madrid como Isabel Díaz Ayuso propone dar personalidad jurídica al “concebido no nacido”, como un miembro más de la unidad familiar, reservándole plaza escolar o inscribiéndolo en el libro de familia, está dando oxígeno a este ejército de salvación de la moral cristiana que va camino de arrastrarnos de nuevo a los tiempos de la Inquisición.
¿Qué será lo siguiente, montar un cadalso o una hoguera frente a la clínica en cuestión y someter a estas mujeres (que bastante tienen ya con superar el trauma del aborto) a un auto de fe, como si se tratara de brujas que llevan el demonio en el cuerpo? ¿Hasta cuándo piensa permitir el Gobierno que este tipo de activistas de la moral retrógrada actúen con total impunidad y a plena luz del día? ¿Cuánto tiempo más vamos a tener que esperar a que la Fiscalía tome cartas en el asunto, a que los jueces actúen, a que la Policía envíe coches patrulla a los centros médicos para empezar a identificar a tanto tonto a las tres, a tanto mojigato, meapilas e hipócrita que con sus memeces y supersticiones ultracristianas pueden ocasionar un daño psicológico irreparable a la mujer, que en ese momento crítico de su vida necesita más que nunca que la arropen y la ayuden y no que la traten como a una peligrosa delincuente?
“Todos los días que hay quirófano hay un grupo de personas que se ponen en la puerta a rezar el rosario. Enseñan fetos de plástico cuando hablamos de gestaciones del primer trimestre en las que ese tamaño no es el real”, asegura con preocupación Paco Valero, vocal de Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del embarazo (ACAI), por Castilla-La Mancha.
Mientras tanto, por si la Justicia decide intervenir y para curarse en salud, responsables de Redmadre, uno de los movimientos antiabortistas que cuentan con jugosas subvenciones oficiales cada año, ya se han apresurado a desmentir que los grupos que se apostan a las puertas de las clínicas pertenezcan a su asociación. Son crédulos fanáticos pero se las saben todas. Pues que se vayan enterando: que no anden metiendo sus rosarios en los ovarios porque pueden tener un serio problema con la ley.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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