(Publicado en Diario16 el 10 de junio de 2019)
Al final, como era previsible, las máscaras van cayendo. PP, Ciudadanos y Vox se reunieron en secreto en la tarde del domingo para sellar su infame acuerdo y sentar las bases del más que inminente “trifachito” madrileño. Lo hicieron al atardecer, de forma clandestina, subrepticiamente, en un hotel, como lo hacen las parejas infieles, aunque en este caso sea un trío, un ménage à trois.
Lo que nace marcado por el vicio no puede terminar bien. Ha sido un acuerdo a escondidas porque, sin duda, populares y naranjas se avergüenzan de tener como compañera de alcoba a la extrema derecha. De ahí que eligieran un domingo de junio, un día burgués sin trascendencia informativa, anodino, sin pulso para la prensa. Todo el país estaba delante del televisor viendo cómo Nadal volvía a ganar Roland Garros, en la playa, en el cine o en el fútbol. Era el momento perfecto para consumar la infidelidad con la democracia española.
Dicen que la reunión fue organizada por Isabel Díaz Ayuso y que fue ella quien movilizó a Ignacio Aguado, de Cs, y a Rocío Monasterio por parte de los ultras. Si esa es la forma de hacer política de la aspirante a la Comunidad de Madrid, entre bambalinas, con puertas que se abren y se cierran en los pasillos de los hoteles, en plan Lubitsch, mala noticia para los madrileños. La mujer, ansiosa por ver hecho realidad su Madrid de los atascos, impaciente por llevar a cabo su proyecto de ciudad limpia de cabalgatas homosexuales, ya no podía esperar más. El tiempo se le echaba encima, el reloj corría en su contra. Era ahora o nunca. O se arrojaba en brazos de Vox o nunca sería presidenta regional.
El trío ya está en marcha. Cuánto va a durar ese flirteo indecente con los neofranquistas es algo que aún no sabemos. Como tampoco sabemos qué consecuencias va a tener en un partido que pretendía ocupar el centro político como Ciudadanos. De momento parece más que segura la dimisión de Manuel Valls, que ya ha advertido de que con los ultraderechistas no irá de cafés, ni de hoteles, ni a proyectos de futuro. Y otra cuestión no menos importante: Albert Rivera deja de ser el eterno travestido, el transformista que un día se levanta socialdemócrata y al siguiente falangista, para definirse y dar un paso adelante: tratar de convertirse en el nuevo líder de la derecha española.
Ayer fue un día negro para nuestra democracia. Por primera vez PP y naranjas daban la llave a Vox para que deje de ser un partido comparsa, un simple telonero animador, un outsider marginal, y pueda tocar poder real en la capital de España. Para la historia quedará que todo eso se hizo por la puerta de atrás de un hotel de contactos para “casados” aventureros y solteros exigentes. Tal como hacen los malos burladores.
Viñeta: El Koko Parrilla
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