miércoles, 4 de septiembre de 2019

TRUMP PONE LA GUERRA


(Publicado en Diario16 el 15 de junio de 2019)

William Randolph Hearst dijo aquello de “ponga usted las ilustraciones que yo pondré la guerra” para culpar a España del hundimiento del Maine y desatar la guerra de Cuba. Bush se inventó lo de las armas de destrucción masiva para invadir Irak, arrastrando a Aznar en sus mentiras y metiéndonos en el avispero de Oriente Medio. Y ahora Trump ya tiene su propio montaje: una supuesta grabación en blanco y negro y de pésima calidad donde puede verse (a duras penas) cómo agentes de la Guardia Revolucionaria Iraní a bordo de una pequeña embarcación se acercan al Kokuka Courageous, un petrolero propiedad de una empresa japonesa, y colocan una bomba lapa en su casco. Poco después dos cargueros saltaban por los aires y el precio del barril Brent se ponía por las nubes, desatando el pánico en las bolsas internacionales.
Los norteamericanos, autoerigidos en guardianes de la democracia en el mundo, siempre han necesitado una prueba (aunque fuese prefabricada) antes de desencadenar el infierno. Son auténticos maestros de la propaganda y de la ficción cinematográfica y tienen a su servicio toda la prodigiosa maquinaria de la Fox –la cadena amiga de Trump–, un ejército mucho más poderoso que la Sexta Flota. De ahí que haya razones para sospechar. De entrada nadie en su sano juicio se fiaría de un hombre como Donald Trump que miente más que habla. Y mucho menos después de que horas antes de las explosiones registradas en los petroleros a su paso por el Golfo de Omán, el secretario de Estado del presidente, Mike Pompeo, responsabilizara del sabotaje en los petroleros, sin aportar prueba alguna, al régimen de Teherán.
Pero es que además la semana pasada, Trump dijo que estaba dispuesto a negociar con los líderes iraníes de forma parecida a como lo ha hecho con Corea del Norte. La noticia no debió gustar a los halcones del Pentágono y este jueves, con las imágenes del humo negro saliendo del petrolero, Trump cambió inesperadamente de rumbo, tal como dejó claro en uno de sus tuits: “Es demasiado pronto para siquiera pensar en hacer un trato. No están listos, y nosotros tampoco”.
Pese a que Irán ha negado cualquier tipo de implicación en las explosiones en el Golfo de Omán, es más que probable que la suerte de los iraníes ya esté echada y que más pronto que tarde a los clérigos islamistas les vaya a caer una purificante lluvia de acero en forma de tomahawks. De nada servirá que el portavoz del Gobierno iraní, Abbas Musavi, haya transmitido la “inquietud” del Ejecutivo. “Irán expresa su preocupación por el sospechoso incidente de hoy sufrido por un petrolero vinculado con Japón, que se produjo de forma simultánea al encuentro entre el primer ministro japonés y el líder de la Revolución Islámica”, ha escrito en su cuenta de Twitter.
Lo que parece cierto a estas horas es que hay motivos suficientes para desconfiar de la investigación de EE.UU sobre las explosiones. Cualquier cosa que venga de la Casa Blanca y de su actual inquilino (un hombre impetuoso, ególatra e irreflexivo en sus decisiones) debe ser tomada con todas las reservas. La propia tripulación del petrolero ha declarado que vieron algo “que volaba hacia el barco”, apuntando la hipótesis de que el ataque pudo ser causado por un misil y no por una bomba lapa adosada al buque.
De cualquier forma, lo que queda claro tras las últimas horas de tensión en Washington es que hay divisiones internas en la Administración Trump, que nunca ha llegado a articular una estrategia integral sobre Irán y sobre el Acuerdo de No Proliferación Nuclear de 2015, con el que Trump ha decidido romper definitivamente, a pesar de las presiones de Francia, Alemania y Reino Unido para que no lo hiciera.
Trump parece decidido a apostar por la “mano dura”. Quizá tenga algo que ver que algunos generales estadounidenses en la región se muestren impacientes y estén metiendo presión al presidente para que intervenga antes de que Irán desarrolle su programa de armas nucleares. Así, el nuevo jefe del alto mando de los Estados Unidos en el área, el general Kenneth F. McKenzie, ha pedido un aumento de casi 20.000 soldados en la región. Sin duda, es una mala noticia para aquella zona, quizá la más explosiva del mundo, que se hayan juntado dos enemigos tan peligrosos como irreconciliables: por el lado iraní los fanatizados clérigos religiosos; por el lado de la mayor superpotencia de Occidente Donald Trump, un inmaduro político que no solo siente auténtica atracción por las armas y por la guerra sino que cuenta con buenos amigos en la industria de armamento norteamericana a los que no quiere defraudar.
A falta de que el misterioso episodio de los petroleros se aclare, convendría no descartar ninguna hipótesis, incluso que alguien esté tratando de fabricar artificialmente un clima de tensión prebélico para justificar lo que puede ser una más que inminente intervención militar. Cosas peores ha hecho la CIA.

Viñeta: El Koko Parrilla

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