miércoles, 4 de septiembre de 2019

TRUMP Y LOS AVIONES


(Publicado en Diario16 el 5 de julio de 2019)

El discurso de este año de Donald Trump –en conmemoración del 4 de julio, fiesta nacional de Estados Unidos–, pasará a la historia y no precisamente por su precisión, brillantez y rigor histórico. Tras soltar sus cuatro manidos eslóganes de siempre –“America first”, “Construid el muro”, etc– y llevado por un arrebato irrefrenable de fervor patriótico, el presidente se vino arriba y ya se creyó Chomsky, de manera que decidió entrar en detalles concretos, con hechos y fechas, para ensalzar los episodios más conspicuos de la historia del país. Lo malo es que todo el mundo sabe que el magnate de las finanzas no ha leído un solo libro en su vida –de ahí su fascismo crónico– y metió la zarpa hasta el cuello.
Así, durante su discurso llegó a decir que en el año 1775 los rebeldes que luchaban por la independencia de las Trece Colonias de Gran Bretaña “manejaron el aire, destruyeron los parapetos, tomaron los aeropuertos”. Por lo visto Trump debe creer que George Washington no hizo la guerra a caballo, peluca blanca y espada en ristre, sino que pilotaba un bombardero de la Segunda Guerra Mundial con la foto de una pin-up o de Marilyn Monroe en bikini en el morro del aparato. Resulta evidente que el orondo líder del mundo libre ignora que el primer avión de la historia no se construyó hasta 1903 y que el primer aeropuerto no llegó hasta 1909, más de un siglo después de la fundación de los Estados Unidos de América.
No quedaron ahí los dislates históricos del presidente de USA, ya que acto seguido aseguró que Washington derrotó a los soldados británicos en Fort McHenry, una batalla que tuvo lugar no en la Guerra de Independencia, como cree él, sino casi cuarenta años más tarde, en 1814, durante la guerra anglo-estadounidense. Otra pifia más.
Queda claro que los conocimientos históricos del presidente son muy básicos y limitados. De un hombre anacrónico como Trump solo pueden esperarse anacronías y lo siguiente será escucharle decir que Thomas Jefferson redactó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776 encima de un tanque Sherman en medio de una playa de Normandía y entre las ráfagas de ametralladora nazis o que Neil Armstrong fue un trompetista maravilloso de jazz y no el astronauta que pisó la Luna.
A Trump el rigor, el conocimiento y la verdad se la traen al fresco. En realidad, en la era del “trumpismo estúpido” postsiglo XX la cultura es algo superfluo, secundario, un entretenimiento inútil para escritores comunistas, actores de cine y progres varios del establishment neoyorquino, y para llegar a la Casa Blanca no hacen faltan estudios, sino tener una cuenta de Twitter y tanta mala baba como dinero.
José Luis Martínez-Almeida es un caso claro de trumpista castizo, a la española, un tipo que ha llegado a alcalde de Madrid quizá con algo menos de parné que Trump pero con su misma falta de preparación para ejercer el cargo. Almeida cree que los ecologistas son gente con demasiado tiempo libre que anda encadenándose en el Retiro porque no tiene otra cosa mejor que hacer, de ahí que haya derogado el efectivo plan anticontaminación de Manuela Carmena, condenando a los madrileños a un aire español, patriótico, anticomunista, ultracapitalista, venenoso y tóxico. A la propia Díaz Ayuso los atascos le encantan porque la chica cree que dan glamour a la ciudad. Visto lo que es Trump, líder de la posverdad, a todos estos habría que preguntarles si saben lo que fue el 2 de Mayo, porque quizá piensen que fue el día glorioso que Franco acabó con la horda republicana telegrafiando aquello de “cautivo y desarmado el Ejército rojo…”.
En el fondo esta nueva hornada de políticos jóvenes que llegan para darle la estocada definitiva a esta pobre España que agoniza entre políticos mediocres, cambalaches y pactos, y que va camino de “Estado fallido”, no hace sino poner en práctica el mismo manual del paletismo político de Trump, que no lo olvidemos es otro detractor de la teoría del cambio climático, como parecen ser Almeida y Ayuso a la vista de sus primeras medidas en Madrid. Con tanto negacionismo y tanto ágrafo suelto dedicándose a la política cabría preguntarse si en realidad lo que está negando toda esta gente no será el conocimiento humano, el logos ateniense hoy tan denostado, la razón misma. Es decir, aquello de Millán-Astray de “muera la inteligencia, viva la muerte”.
En todo caso, el espectáculo impagable de cazurrismo ideológico no ha hecho más que comenzar. Hay muchos vendedores de crecepelo barato que sin saber nada de nada están haciendo carrera política con esta nueva doctrina, la de la posverdad, que elogia, ensalza y admira al tonto mientras ridiculiza al sabio. Es lo que hay. Por cierto, ¿sabrá Trump que el planeta Marte, ese al que pretende llegar en unos años, debe su nombre a un dios romano?

Viñeta: El Koko Parrilla

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