(Publicado en Diario16 el 20 de agosto de 2019)
Isabel Díaz Ayuso tiene un sueño: convertir la Comunidad de Madrid en un pequeño paraíso fiscal, como aquella Andorra legendaria donde los Pujol guardaban unas pesetillas, unos ahorrillos, 290 millones de euros, poca cosa. A la nueva presidenta, una adolescente política cuyo mayor mérito en la vida ha sido gestionar la cuenta de Twitter del perro de su jefa, sus mayores del PP le han contado el cuento de hadas aznarista que habla de una mítica tierra de promisión donde el dinero mana como caudalosos ríos y afluentes, donde la riqueza brota como un oasis en medio del desierto sanchista socialdemócrata y donde todos los madrileños van al trabajo en BMW, se desayunan con caviar y langostinos cada mañana y empapelan sus casoplones en la sierra madrileña con billetes de cien euros. Por supuesto ella, la joven y cándida Ayuso, en su inocente juventud política, se ha tragado el cuento enterito.
Ahora bien, ¿cómo levantar semejante Camelot del dinero donde la muchacha sea la reina del “dumping fiscal”. Sus asesores económicos, los augures y arúspices neoliberales de Ciudadanos, más algún que otro tecnócrata franquista que también tiene “vox” y voto en el trifachito castizo, la han convencido de que se puede hacer bajando los impuestos. Y una vez más ella se lo ha vuelto a tragar.
A la Ayuso le han contado la fábula de que se pueden suprimir 300 millones de euros en impuestos sin que pase nada, sin que el Estado de Bienestar se resienta lo más mínimo y sin que Madrid se venga abajo. Lo malo es que los sueños, sueños son, y en la Comunidad de Madrid hoy se crea la mitad de empleo de lo que se creaba hace un año, el déficit fiscal sigue desbocado y la deuda pública con los gobiernos del PP se ha triplicado desde el año 2007.
“Plantear de manera unilateral esta cuestión está generando competencia fiscal entre las comunidades autónomas y continuando esa línea de paraíso fiscal que se inició en el pasado”, asegura Puig. No le falta razón al presidente valenciano. Mientras comunidades como la valenciana están ahogadas por la infrafinanciación de sus presupuestos, la madrileña (que se beneficia de un efecto capitalidad que permite atraer inversión nacional y extranjera) se plantea una rebaja de los impuestos que rompe con el principio de la cohesión territorial y solidaridad del Estado garantizado en la Constitución Española del 78. Y ahí es donde llega la gran contradicción de una mujer como Ayuso que en su toma de posesión como presidenta regional ha asegurado que “desde la Comunidad de Madrid tratará de darlo todo por España”. Malamente empieza la jefa del Ejecutivo autonómico su “programa patriótico”, ya que con sus medidas insolidarias con el resto del país lo único que va a conseguir es romper el equilibrio fiscal entre comunidades y acrecentar la desigualdad entre territorios. De ahí que sea tan importante abordar una reforma del sistema autonómico de financiación que opte por devolver al Estado la gestión de los impuestos de patrimonio, sucesiones y donaciones con el fin de no generar más desigualdades entre comunidades autónomas.
Pero mientras llega esa reforma tan necesaria, el PP sigue haciendo gala de su peculiar concepto de patriotismo, ese que no entiende de reparto equitativo de la riqueza, solo de la rojigualda bien pegada en el reloj de pulsera. Y además surge otra preocupante cuestión: si Díaz Ayuso rebaja los impuestos, ¿cómo piensa mantener la sanidad, la educación y los servicios sociales, pilares básicos del Estado de Bienestar? “No se puede jugar a la demagogia fiscal porque no vas a poder financiar el sistema social”, ha asegurado Puig. Queda claro por tanto que un Gobierno que rebaja los impuestos solo puede equilibrar su balance de ingresos y gastos recortando en inversiones sociales como las pensiones, las prestaciones por desempleo o los sueldos de los funcionarios. Todo eso que a Díaz Ayuso, una gran fan de las privatizaciones del sector público −como también lo fue su madrina y predecesora Esperanza Aguirre−, no parece importarle demasiado. Y es que no ha hecho más que llegar y ya le está cogiendo el gustillo al rol de reina del “dumping”. Ese palabro tan lujuriosamente neoliberal.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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