(Publicado en Diario16 el 25 de febrero de 2019)
Trece años después de su fundación, no parece que Ciudadanos sea esa maquinaria poderosa e imparable que −tras su fabricación en los talleres de la alta burguesía catalana−, pueda darle el sorpasso definitivo al PP y colocar a Albert Rivera en la presidencia del Gobierno de España. Las últimas encuestas, incluida la de ABC (que no es sospechosa de cocinar los datos para Pedro Sánchez) dan señales de cierto agotamiento en el partido, como si hubiese tocado techo, y advierten de que el motor naranja podría estar a punto de gripar (si es que no lo ha hecho ya). Según el barómetro del diario monárquico, en las elecciones de 2016 C’s consiguió el 13,1 por ciento de los votos (32 escaños). En diciembre de 2018 tocó techo con el 20,7 (74 diputados), logrando su mejor resultado hasta el momento. Sin embargo, cuando todo parecía que el viento de cola lo empujaba hacia la victoria, las previsiones para el próximo 28A apuntan a que no pasará del 17,1 (61 escaños). De cumplirse estas previsiones, C’s perdería 13 representantes respecto a los pasados comicios, cosechando un discreto resultado. Resulta evidente que el proyecto no termina de cuajar, pese a que sus líderes han intentado diferentes estrategias, en ocasiones contradictorias entre sí. ¿Pero qué es lo que ha hecho mal el dúo Rivera/Arrimadas? ¿Qué errores de cálculo han cometido para que ese engranaje que en un principio parecía ir como un tiro haya bajado las revoluciones y hoy esté rodando al trantrán? Ahí van diez factores que podrían estar determinando el pinchazo del globo naranja de los últimos meses.
La renuncia al centro. La derechización del discurso del máximo dirigente de C’s es quizá una de las principales razones de que el partido se esté desinflando justo cuando arranca la campaña electoral. Ciudadanos es un partido que vive sobre todo del votante de centro-derecha y también de desencantados del PSOE y del PP que buscan nuevas alternativas en partidos emergentes. El centro político es su idea origen y el destino final y discursos radicales como los que está lanzando Rivera últimamente contribuyen a que esa parte del electorado moderado empiece a desconfiar del proyecto y a preguntarse si C’s no será a fin de cuentas una mala copia del PP. Aquella famosa frase –“yo no veo rojos y azules; veo españoles. Yo no veo gente urbanita o gente rural; veo españoles. No veo jóvenes o mayores; veo españoles. No veo trabajadores o empresarios; veo españoles”− rechina en ese tipo de votante liberal, formado, que pretende ser moderno y a la europea, y que antepone el valor del progreso económico, o sea el dinero, al patriotismo populista. La constante apelación a un artículo 155 duro y el rechazo a cualquier tipo de negociación en Cataluña quizá sea una estrategia demasiado agresiva para muchos votantes que tienen miedo a que el conflicto territorial se agrave.
La veleta naranja. Los vaivenes retóricos de Ciudadanos, su ambigüedad ideológica, perjudican claramente al proyecto. Ya se lo explicó Pedro Sánchez a Rivera hace solo unos días desde la tribuna del Parlamento: “Usted debe tener un armario lleno de chaquetas. El pasado domingo usted dejó la chaqueta de liberal y se ha puesto una chaqueta que huele a naftalina: la de la ultraderecha”. La indefinición y el juego a dos barajas es un mal negocio en política porque genera desconfianza en el votante, que no termina de ver claro qué es lo que está votando.
La foto maldita. Lejos de ayudarle, a Rivera la instantánea de Colón junto a Pablo Casado y Santiago Abascal le ha perjudicado notablemente. Ese es el comentario general que circula entre las bases del partido. Lo que debía ser un clamor unánime del pueblo español contra Sánchez y su negociación con los independentistas catalanes terminó pinchando (solo 45.000 personas asistieron a la llamada, según la Delegación del Gobierno) y al final Rivera tuvo que subir al escenario, muy a su pesar, para fotografiarse junto a los líderes ultaderechistas de Vox, un posado que provoca urticaria en buena parte de su electorado y de líderes internacionales que como el presidente francés, Emmanuel Macron, y Manuel Valls, pretenden relanzar en España un proyecto supuestamente liberal (no ultraderechista) como C’s. Aquella mañana de Colón la imagen de Rivera quedó seriamente tocada, no solo porque a la manifestación convocada por él mismo se sumaron la Falange y partidos neonazis, sino porque tuvo que esconderse en el estrado, de mala manera, para que los fotógrafos y las cámaras de televisión no inmortalizaran el momento nefasto en el que estrecharía la mano de Abascal.
El “trifachito”: un ácido que lo corroe todo. El pacto a tres bandas que Ciudadanos y Partido Popular han firmado con Vox en Andalucía tampoco ha beneficiado la imagen del partido. Una vez más, el votante centrista se ha horrorizado cuando sus líderes han aceptado gobernar con el apoyo de una formación xenófoba y machista que pretende devolver a España a los tiempos de la Reconquista y Don Pelayo. La última medida que Vox ha propuesto en Andalucía (señalar a los funcionarios que apliquen las leyes de igualdad y contra la violencia machista) es puro ácido corrosivo para la formación naranja. No solo porque Ciudadanos pasará a la historia como uno de dos partidos que abrieron las puertas de las instituciones democráticas a la ultraderecha española más rancia y casposa, sino porque tomar parte en el llamado “trifachito” ha agrietado la imagen de modernidad y progreso que trata de proyectar el partido de Rivera.
Inés de Arco. La estrategia de presentar a Inés Arrimadas como una especie de heroína que se juega la vida en Cataluña por defender la democracia del fanatismo independentista tampoco ha producido el fulgurante efecto que se esperaba. La última jugada de la joven política catalana, organizar una expedición a Waterloo para desplegar una pancarta ante la casa de Carles Puigdemont recordándole que la República no existe, ha quedado en una especie de performance friki que tampoco ha gustado a esa parte del electorado de Ciudadanos que no ve la política como un espectáculo frívolo sino como algo serio y trascendente. Además, con su inactividad y pasividad, Arrimadas no ha sabido rentabilizar la inesperada victoria que contra todo pronóstico cosechó en las pasadas elecciones autonómicas del 21D. Ni siquiera se atrevió a escenificar un intento de investidura, de modo que muchos votantes se preguntan hoy para qué la votaron. Está por ver qué impacto tendrá el salto de Arrimadas a la política nacional.
El cordón sanitario equivocado. Rivera ha trazado una línea roja de cara a las próximas elecciones: no pactará con el PSOE de Pedro Sánchez que según él pretende romper España. En este caso el error es doble: por un lado porque resulta evidente que el presidente del Gobierno no ha pactado nada con los soberanistas, tan solo abrió un cauce de comunicación para resolver un problema. La prueba es que cuando Quim Torra le puso delante el famoso documento con los 21 puntos hacia la autodeterminación de Cataluña Sánchez lo rechazó y convocó elecciones de inmediato. Pero es que, en segundo lugar, al establecer el cordón sanitario alrededor del PSOE –un partido con 140 años de historia que siempre ha contribuido a la gobernabilidad de España– se ha cerrado a una negociación necesaria por la estabilidad del país que todo partido de centro debería llevar en su programa electoral. Ese mismo cordón sanitario que Rivera no aplicó a los ultras y pretende administrar a un partido democrático es un error que C’s pagará no solo en las urnas sino a la hora de los pactos poselectorales.
La fallida regeneración política. Ciudadanos ha repetido hasta la saciedad que es un partido nacido para regenerar España y sacarla del fango de la corrupción. Sin embargo, hasta ahora lo único que ha hecho ha sido pactar con el PP, el partido más corrupto de Europa. Por si fuera poco, episodios recientes como el caso Villacís, que afecta a una de sus principales lideresas, no vienen a ratificar esa imagen de transparencia. El partido ha guardado un sospechoso silencio desde que ABC publicara que Begoña Villacís se valió de una sociedad patrimonial junto a su marido para adquirir bienes inmuebles valorados en dos millones de euros. En este asunto, Ciudadanos no ha predicado con el ejemplo, y eso se termina pagando.
El factor Vox. No nos olvidemos que todas las encuestas auguran un excelente resultado a la formación ultraderechista y de ser así habría un primer perjudicado: Ciudadanos. Muchos catalanes que dieron su voto a Ciudadanos en los pasados comicios para que aplicara “mano dura constitucional” estarían pensando en pasarse al partido verde, más contundente contra el desafío soberanista. Esa dinámica de trasvase de votos podría repetirse en el resto de España. En tal caso, “la derechita cobarde” de Ciudadanos, que dice Abascal, sería adelantada por la derecha.
Apoyo a Rajoy. Numerosos expertos coinciden en que fue un error que C’s no encabezara la moción de censura contra el Rajoy de la trama Gurtel. No es creíble ir de gran regenerador de la vida pública y taparse la nariz ante la mugre del PP.
Carisma político. Y más allá de los anteriores factores, no nos olvidemos del efecto personal. Falta por ver si los españoles creen que un líder como Rivera está preparado intelectual y políticamente para ser presidente del Gobierno de España. Las encuestas no lo confirman. La campaña electoral arrancará mientras el líder mejor valorado sigue siendo Pedro Sánchez (4,73 puntos), seguido por Albert Rivera en un inquietante segundo plano. Y es que una cosa es ir por la vida de Adolfo Suárez y otra cosa muy distinta es serlo.
Viñeta: El Koko Parrilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario