miércoles, 5 de junio de 2019

LA BRUNETE FRANQUISTA DE VOX


(Publicado en Diario16 el 19 de marzo de 2019)

Como todo partido fascista, Vox vive, entre otras cosas, de la invención mítica, mágica, legendaria. Términos como raza, pureza, machismo, familia, Dios, patria y orden forman el eje principal de su programa electoral. Y en ese cóctel rancio ocupa un lugar preeminente una misión por cumplir: la heroica cruzada contra el comunista y el golpismo catalán que según ellos amenaza con liquidar España. Los líderes de Vox se jactan de ser firmes defensores de la Constitución y el ordenamiento jurídico y la palabra golpista se repite una y otra vez en sus discursos públicos como un mantra machacón. “Fulanito es un golpista, menganito es otro golpista, cárcel para los golpistas…”, y en ese plan.
Es como si de repente, de la noche a la mañana, un partido ultraderechista se hubiese erigido en el gran defensor del sistema de libertades en nuestro país y hasta se personan como acusación popular en juicios decisivos como el del ‘procés’, para que se note que son unos demócratas de toda la vida. Sin embargo, no hay más que ver sus últimos fichajes procedentes del estamento militar para caer en la cuenta de que no son más que lobos con piel de cordero, fascistas travestidos de demócratas, y su discurso aparentemente constitucional una falacia más, una estafa, una burla a la democracia que dicen defender cuando en realidad solo tratan de corroerla desde dentro, fagocitarla y finalmente destruirla.
En efecto, en las listas de Vox a las elecciones irán cuatro generales retirados. Se trata de Agustín Rosety, Alberto Asarta, Manuel Mestre y Fulgencio Coll. Hasta ahí nada anormal. Otros partidos de espectro ideológico totalmente opuesto como Podemos también han incorporado militares a sus filas. El problema surge cuando, según publican agencias de noticias como Europa Press, dos de estos ex altos oficiales, los generales Rosety y Asarta, firmaron un manifiesto a favor del dictador Francisco Franco el pasado verano. En aquel texto, que se hizo público el 31 de julio de 2018 bajo el grandilocuente título de Declaración de respeto y desagravio al general Francisco Franco Bahamonde, soldado de España, los militares denunciaron la “campaña infame” que está llevando a cabo “la izquierda política” y sus medios afines para desprestigiar al anterior jefe del Estado a través de la “perversa pretensión” de exhumar sus restos del Valle de los Caídos. Además, se mostraron hartos de los “permanentes ataques a la persona” del dictador.
“Han desatado una campaña sin medida y difícilmente comprensible, salvo por su empeño visceral de revancha para borrar medio siglo de nuestra Historia”, aseguraba el manifiesto, que justificó el golpe de Estado de 1936 por el “desmoronamiento territorial de la Nación” en un momento en que Franco “asumió la responsabilidad de ejercer el mando único de la España agredida y asediada por el comunismo internacional aceptado y adoptado por el Frente Popular”.
El escrito, una clara apología del tirano fascista en un tono cuartelero que recuerda a los tiempos del NO-DO, añade que “desde el joven segundo teniente de 17 años, hasta los 33 como general de menor edad de Europa, Franco siempre solicitó los puestos de mayor riesgo y fatiga. Disciplinado, subordinado y siempre preocupado por los soldados a sus órdenes, a los que mandaba con el ejemplo, fue herido de gravedad en combate y ascendido a varios empleos por méritos de guerra”.
Al menos 181 militares firmaron aquella loa a mayor gloria del franquismo, entre ellos cinco que aún se encontraban en la reserva y por tanto bajo un deber de neutralidad política, de modo que fueron expedientados por el Ministerio de Defensa. Esa es la cantera de la que se nutre Vox, su División Acorazada Brunete: un grupo de espadones jubilados simpatizantes del antiguo régimen. Santiago Abascal, líder de la formación verde, ha debido oler el filón que se esconde entre los ex militares nostálgicos y ha decidido convertir el Congreso de los Diputados, templo sagrado de la democracia, en un cuartel de la Plana Mayor del Ejército de Franco. Y es ahí donde viene la enésima paradoja del partido ultraderechista, que es capaz de acusar a los soberanistas de Puigdemont de golpistas y al mismo tiempo defender a los que realmente dieron un golpe de Estado cruento y sangriento en el 36. El fascismo no solo se nutre de unas ideas crueles e inhumanas, necesita del aceite de la mentira para engrasar su aplastante maquinaria.
Que un partido neofascista como Vox pretenda incluir a exgenerales en sus listas entra dentro de lo esperable. Tampoco es para rasgarse las vestiduras que un oficial que ya no forma parte del escalafón militar quiera hacer sus pinitos en la política en representación de su pueblo, aunque sea al lado de un partido casposo y anticonstitucional. Lo realmente preocupante para la democracia española es la amarga comprobación de que detrás de aquel manifiesto, muy grave por lo que tiene de deslealtad a la democracia, hay una gran cantidad de integrantes de los tres ejércitos que por lo visto no han superado el síndrome de Estocolmo respecto al viejo dictador. Y no solo eso, algunas informaciones de prensa apuntan a que otros militares, no solo jubilados sino en activo, podrían ingresar también en la carrera política como candidatos de Vox. Preparémonos a ver, por tanto, cómo en las próximas semanas más profesionales del uniforme salen del armario facha y dan el salto a la política de la mano de Abascal.
Todo ello demuestra que el mal endémico de nuestro Ejército, esa atracción fatal hacia el involucionismo y el pronunciamiento traidor, ese tufillo cuartelero autoritario y belicoso, no se ha superado todavía, tal como nos habían tratado de convencer. Tras 40 años de democracia, nuestros políticos, tanto los del PSOE como los del PP, nos habían contado que el golpismo en el Ejército era cosa del pasado y todo lo más de cuatro manzanas podridas, de cuatro abueletes con muchos galones en el pecho, de cuatro chusqueros de alcanfor que se cuentan las batallitas de la puta mili en la cantina del cuartel. Por lo visto no era así. Detrás de esa supuesta modernización y democratización de nuestras Fuerzas Armadas, detrás de los nuevos uniformes, de los F-18 recién comprados y de las misiones internacionales de paz en Bosnia, Líbano y Afganistán bajo mandato de la humanitaria ONU, había en la sombra una quinta columna de intrigantes y conspiradores esperando su momento, una serpiente hibernada y enrollada pero siempre dispuesta para dejar su mordedura. Que Vox quiera poner a Tejero de número 1 por Madrid no es ninguna sorpresa. Lo inquietante y desolador es que vuelva el murmullo insurrecto a nuestros cuarteles. Y aquel ruido de sables que tanta sangre ha hecho correr en España.

Viñeta: El Koko Parrilla

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