miércoles, 16 de enero de 2013

EL PEPINO


(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 6 de junio de 2011)

Entre el Pepé y el pepino van a mandar este país a la mierda. Ahora Rajoy le dice a la patronal que no negocie ni el agua con los sindicatos y la Merkel extiende el bulo del pepino español contaminado, o lo que es lo mismo: nos da por donde amargan los pepinos, como antaño los franchutes nos volcaban los camiones.
Pero va quedando claro que la bacteria del pepino salió de un bareto guarrindongo de Hamburgo, lo cual que esto es otro complot neoliberal contra el sur, al que siempre culpan de todos lo males. Que si el déficit, que si los salarios, que si tenemos demasiadas vacaciones. Y ahora el presunto pepino asesino. Alemania nos envía un bulo tras otro por si al PSOE se le ocurre levantar cabeza con Rubalcaba, que va a ser que no. A Rajoy que se hunda el pepino «españó» le da un poco igual. Él ya se hecho la fotografía electoral comiéndose todo el pepino, a dos carrillos, junto a sus chicas Telva. Al futurible gallego solo le importa la foto con el puro (Rajoy es solo un puro, venga al territorio del sabor) y pasar a la litografía amarillenta de la Historia. Lo malo es que cuando entre en la Historia, este país africano, como él dice, ya no tendrá arreglo, porque estará más tieso que la cartera de Paquirrín.
No debemos consentir que la Alemania opulenta nos hunda el pepino y lo que es peor, el gazpacho, último placer culinario de los cinco millones de sufridos parados, alimento de supervivencia de esta posguerra económica detonada por el Bundesbank. Con la URSS, la guerra del pepino no hubiera ocurrido nunca, porque la URSS era el elemento corrector, el contrapeso del capitalismo antropófago. Los soviéticos nos hubieran comprado camiones llenos de pepinos y con ellos hubieran fabricado misiles de largo alcance para acollonar a los terratenientes americanos de Milwaukee. 
La derechona europea nos tumba los mercados, nos veta el bacalao del norte, nos abarata el despido y ahora nos jode el pepino, que es nuestra empresa de urgencia, nuestro trapicheo económico para ir tirando en medio de la ruina. Hundido el Íbex nos agarrábamos al pepino infalible, pero está claro que Berlín no nos dejará ni una mala ensalada que llevarnos a la boca este verano agreste y árido que nos espera. 
A los griegos también los han metido en cintura y dentro de nada van a privatizar la Acrópolis, con sus cariátides y su todo. Pero no se asuste, querido lector, que al pepino nacional no le pasa nada, nuestro pepino milenario, sabio, identitario, está a buen recaudo y limpio de bacterias. El pepino hispánico, esa columna románica sobre la que se asienta nuestra economía medieval, ese euríbor rural que mueve nuestra Bolsa mala, está a salvo del G-20, de momento. Si la crisis llegara hasta el 2016, como anuncian los agoreros analistas, ya volveríamos al trueque y a cambiar pepinos por gallinas, como hemos hecho toda la vida. Aquí no sabremos hacer coches, ni naves espaciales, ni ordenadores cuánticos, pero somos expertos en pepinos, el lingote pobre de Iberia. Fabra, por ejemplo, se va a levantar 90.000 pepinos de la Cámara de Comercio y eso sí que es todo un cosechón. 
Aquí vivimos del pepino murcianico y del piquetón catalán, que explota Shakira mayormente. Las suecas ya venían a la búsqueda infatigable del velludo plantador de pepinos, a la caza del rústico galán de pepino fácil y fiable. Este invento de España siempre ha sido una ensalada de pepino en un colegio femenino, el putiferio caribeño del patrón de Baviera. Somos una gran Cuba llena de parados prefabricados por la UE, un aluvión de proletas que en invierno malviven de las cuatro perrillas que da el pepino y en verano de poner una pica en el Flandes playero de la sueca. En este país no tendremos la Volkswagen, ni la Bundesliga, ni autopistas de 7 carriles. Pero tenemos nuestro pepino pobre pero honrao que da de comer al pueblo y que ahora nos quieren arruinar la Merkel y sus banqueros violadores de camareras. Así que no nos toquen los pepinos los señores opulentos alemanes si no quieren que les mandemos la cerveza a tomar por retambufa. Angela, guapa, deja ya de joder con el pepino. 

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