sábado, 26 de enero de 2013

NORTE-SUR


(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 29 de noviembre de 2010)

Los coreanos, los del Norte y los del Sur, nos han salido muy broncas y muy peleones y han empezado a tirarse misiles a la cabeza. Lo cual que estamos al borde de la Guerra Mundial III. 
Después de aquello del Crack del 29 y los ricos arruinados tirándose de rascacielos, llegó Hitler y poco después la Guerra Mundial II. Ahora que estamos metidos hasta el cuello en otro crack, la consecuencia es Alicia López Camacho, sus chistecillos racistas de chinitos y unos coreanos robotizados que se han propuesto mandarnos al infierno con la Guerra Mundial III.
Uno, que empieza a quedarse antiguo, siempre añorará la Guerra Fría de siempre, la nuestra, la de toda la vida. Antes por lo menos había un orden mundial al que atenerse, bueno o malo, pero orden a fin de cuentas. Ahora uno se acuesta tan tranquilo pensando que todo está bajo control y amanece sobresaltado con una guerrilla mundial en Irán, Venezuela o Chechenia.
Estábamos mejor cuando los yanquis y los soviéticos jugaban a ver quién invadía más países a la hora del telediario. Breznev levantaba el teléfono rojo a media tarde y le decía a Reagan: «Chato, te mando unos tanques para Afganistán». Y Reagan le respondía: «Oído cocina, esta noche yo pongo unos marines de nada en Nicaragua. Te espero el domingo en mi rancho». Y todos tan contentos jugando al Stratego. Nos odiábamos con educación. Había dos ideologías y nadie creía en ninguna porque todo era un juego. Macabro, pero juego. El mundo era un gran tablero cuadriculado y dividido por un telón de acero. Aquello era el equilibrio perfecto, tenía sentido tanto para Occidente como para Oriente y hasta Kubrick hizo una película gloriosa con Peter Sellers pegado a aquel teléfono apocalíptico. Ahora nos llega una guerra desconocida, incomprensible, amarilla, intempestiva, y de países que ni siquiera sabemos ubicar en el mapa, lo cual acollona más. 
Dicen los analistos de la cosa que esta movida coreana norte/sur no es más que la segunda parte de un partido que no había terminado. Puede ser, pero yanquis y rusos se mataban civilizadamente y en silencio, eran niños traviesos que jugaban a cambiarse espías como cromos y a boicotearse las olimpiadas. Luego escribían novelas de 007. Todo iba bien hasta que el Papa Wojtyla y Gorbachov abrieron un McDonald’s en la Plaza Roja. Echaron abajo el Muro, con lo mono que quedaba con sus grafitis lumpen. Y desde entonces, ya sólo neoliberalismo caníbal. 
Estábamos tranquilos en medio de aquella Guerra Fría porque nunca se llegaba a la Guerra Caliente. Unos íbamos de capitalistas y otros de bolcheviques, vivíamos jodidos pero contentos en medio del terror congelado. La Guerra Fría fue un gran coitus interruptus y de aquellos lodos nos llegan unos coreanitos desmandados, levantiscos y misteriosos dispuestos a rematar la orgía con la Mundial III. Asia tiene ganas de vender coches baratos, ordenadores malos y videojuegos tontos. Son los nuevos amos del mundo mientras los yanquis van para nuevos ricos jubilados. 
Cicerón prefería la paz más injusta a la más justa de las guerras. La paz siempre es un breve descanso en medio de dos batallas. Pues era mucho más justa aquella paz vieja y fría de espías, chatarra espacial soviética y habanos socialistas que este sindiós de paisecillos atómicos que se van levantando por doquier. 
Antes, al menos, la bomba nuclear la tenían en el maletín, bajo llave, sólo dos superpotencias; hoy se venden bombas nucleares en los chinos todo a cien. 
El Sáhara es la descolonización mal terminada. Corea es la Guerra Fría inconclusa. Esto no es el final de la Historia que predijo Fukuyama. Esto es la Historia como un bucle que se repite eternamente. 
La Guerra Mundial III puede estallar hoy por la tarde. Pues conmigo que no cuenten estos belicosos coreanitos, que tengo entradas para el Barça-Madrid.


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