domingo, 27 de enero de 2013

LA PIEDRA


(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 4 de octubre de 2010)

Así que Luna, para demostrar que está libre de pecado, tiró la primera piedra en medio de las Cortes. Fue un golpe de efecto tan audaz, tan sutil, tan bien guionizado, que luego Camps se quedó sin lengua y farfulló una de las frases más absurdas, cutres y deprimentes que recuerda el parlamentarismo patrio: «Es la primera vez que alguien arroja un arma arrojadiza en la sacrosanta cámara de la palabra». Hay que ver. Desde que anda con el trajín de los trajes, el honorable es que no da una a derechas, nunca mejor dicho. 
Mucho se ha criticado la piedra lunera, pero a mí me parece que esa piedra estuvo muy bien tirada y muy bien traída. Fue acertada en el espacio y en el tiempo, porque la corrupción hay que denunciarla, criticarla, aflorarla y hasta escenificarla teatralmente, si hace falta, con un happening didáctico. 
El hombre inocente, el hombre libre de pecado, brotó de la piedra, según la leyenda de Deucalión. Y Cristo edificó su Iglesia también sobre una piedra, o sea Pedro. Quiere decirse que la piedra siempre ha sido un símbolo de pureza, de nobleza, y hay que ser muy puro y muy noble para atreverse a tirar el primer pedrusco. 
A sus señorías populares no les gustó el gesto de Luna. Les descuadró. Quizá sea porque muchos de ellos no se atreven ni siquiera a sacar la mano del escaño para tirar la piedra. Quizá sea porque las manos de Ric y los suyos están teñidas de sospecha y perfumadas de colonia Gurtel, vuelve el hombre. Por eso, por vergüenza quizá, tienen la mano escondida bajo el escaño, u oculta en el sillón, o amagada en la entrepierna, para que nadie vea que está tiznada de escándalo. Ripollés ha hecho ahora una escultura naif con manos y palomas en homenaje a las víctimas del terrorismo. Tres manos emergentes y quince dedos. Las tres manos del nacionalfabrismo. Todo un símbolo. 
Uno cree que cada miércoles, después de la sesión, los diputados valencianos deberían salir al jardín, pasear como los filósofos peripatéticos, coger una piedra y hacer un ejercicio espiritual de honestidad arrojándola bíblicamente. Así demostrarían que son incorruptos, vírgenes, intocables. Puede que con ese mínimo entrenamiento saludable y lacaniano, con ese pasatiempo deportivo de abuelete de Imserso, terminemos de una vez por todas con los choris de la política. 
Cuando Luna invita a cantos rodados a Camps le está diciendo explícitamente, abiertamente, que al honorable le llueven piedras, en plan Ken Loach. Sólo que estas piedras que le están lloviendo al president, estas piedras podridas, forman una lluvia negra, árida, y mucho nos tememos que cualquier día se nos vaya a descalabrar el señor Camps de un chaparronazo judicial. A pesar de todo, Rajoy lo ha ratificado como próximo candidato, aunque acto seguido el manda gallego va y dice que no le gusta lo que pasa en el PP valenciano. Ésa, ésa es la prueba del algodón de que Rajoy, de tanto escándalo, se ha vuelto confuso, ambiguo, que no se define el hombre, vaya. Es como si andara todo el rato con una piedra ciega e indecisa por cabeza. 
De modo que Luna es un Sísifo que levanta la piedra una y otra vez y denuncia y denuncia, sin que le hagan ni puñetero caso; Luna es un Pulgarcito impenitente que le está marcando un rastro de piedrecitas a Camps para que no se pierda por los vericuetos de la vida, para que guíe hebraicamente a su partido fuera de la senda peligrosa de la corruptocracia. Porque está claro que todo el PP ha abrazado ya la filosofía Darth Vader. 
Creo yo que esta piedra filosofal y limpia que Luna ha tirado al hemiciclo ningún parlamentario popular se ha atrevido a tirarla hasta el momento, lo cual da mucho que pensar. Sin duda, ese diputado pequeño en estatura y grande en ética política le ha hecho un lavado a la piedra a este gobierno mancillado. Ha sido el pedrazo justo y certero de un David incansable y tenaz a un Goliat tambaleante y noqueado. Hizo muy bien el señor Luna tirando ese guijarrillo casto y puro. 
Sinceramente, yo creo que esta vez se los ha pasado a todos por el esmeril. O sea, por la piedra.

Imagen: Daniel Mancuso

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