A unos cuantos ateos cachondones les ha dado por convocar una manifestación contra Dios en plena Semana Santa, que es cuando más trabajo tiene el Todopoderoso. Y claro, los obispazos han montado el cirio, la derechona ha puesto el grito en el cielo y el Gobierno, cómo no, ha tenido que prohibirla. De modo que los ultras, tanto los católicos como los no creyentes, se están jugando la guerra de la calle los fines de semana y fiestas de guardar. El ateísmo es una religión como otra cualquiera y uno no sabe a santo de qué viene pregonarla a los cuatro vientos. Creer o no creer es cosa de cada cual, algo privado, pero aquí nos pasamos el día dándole al pancartazo público y violento. Con todo, que se haya prohibido la protesta de los ateos prueba que en este país el poder aún lo detenta la Iglesia, por mucho que la Semana Santa se haya quedado en una ruta turística de Salzillos y penitentes para seducir a los guiris. Sorprende que la Conferencia Episcopal pueda tenerle miedo a una cabalgata de herejes más pintoresca y anecdótica que otra cosa. Si Dios ha reinado durante tantos milenios, entre revoluciones y revueltas, no será destronado ahora por unos cuantos diablillos carnavalescos con tridente, rabo y cuernos que matan el tedio de la Cuaresma con manifas y botellones urbanos.
El sentimiento religioso debe nacer del propio hombre, no imponerse como el carné de identidad, y ya se sabe que todo lo que se prohíbe acaba dando más morbo, como el cigarrito clandestino que el colegial se fuma en el váter del instituto. Lady Gaga, cabaretera fea y horteraza, ha querido ganarse unas pelillas escandalosas disfrazándose de María Magdalena en estos días de rosario y crucifijos. Pero no creemos que la solución a la crisis de la fe pase por vetarle el disco a la diva.
Querer imprimir religión a hierro y fuego es tan inhumano como inútil. En lugar de ahondar en el humanismo, en las enseñanzas de ese hombre que se llamó Jesús y que está más ninguneado que Rajoy en el PP, la Iglesia se empeña en elaborar panfletos kafkianos contra el aborto, contra el divorcio, contra la homosexualidad, contra el condón y contra otras cosas de las que nunca habló Cristo. El Vaticano debería reflexionar y preguntarse si sacando la policía a la calle contra un grupo de domingueros del ateísmo no estará contribuyendo a que las parroquias se queden aún más vacías de lo que ya están. Su actitud lastimosamente autoritaria, absolutista y anacrónica demuestra una inseguridad en sus propias creencias y dogmas que en nada beneficia a los púlpitos. No es que ahora haya más ateos que cuando el Tío Paco, es que el personal vive otra suerte de religión, la del televisor de plasma, el chalé en Torrevieja-Alicante, el Barsa-Madrid y la cultura/chollete de la Gurtel, que es el motor de la economía valenciana y deja mucha pela y trajes Camps. El ciudadano no se ha hecho ateo de la noche a la mañana, sino que ha visto que se llega más lejos defraudando a Hacienda (y votando a Fabra) que rezando en misa de doce. Pues aún no he visto yo a ningún cura criticar la corrupción. Iglesia y socialismo son ideologías que sucumben ante la única religión de verdad que impera hoy en el mundo, o sea el capitalismo caníbal, los mercados depredadores y el fascismo democrático a la finlandesa. Hoy las encíclicas de un broker del Bundesbank cortan más bacalao que las del propio Ratzinger, que cualquier día tiene que pedir un fondo de rescate para que no se le hunda la Capilla Sixtina. Se equivocan los archiobispazos si quieren imponer el cristianismo a golpe de porra y manguerazo policial, entre otras cosas porque la fórmula represiva, históricamente, no ha funcionado. A la Iglesia no le queda otra que acomodarse a los nuevos tiempos, evolucionar en lo intelectual y vender un producto más humano. De lo contrario el futuro pinta más negro que una sotana. Los ateos que se dejen de carnavales callejeros y los obispos que se relajen y se vayan a obispar, como decía Quevedo. Y aquí paz y después gloria.
Imagen: JR Mora
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