(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 17 de enero de 2011)
Bien, vale, los chicos de ETA nos venden otra tregua, la enésima, la millonésima, qué cansinismo, que sí, cortar el tema, tíos, que aquí ya nos conocemos todos y a Rubalcaba no lo cameláis otra vez. Pero lo que no se puede asumir es que estos matones de parvulario salgan por la tele con el mismo look de muñecón encapuchado de hace un siglo.
¿Es que sus cerebros, además de no evolucionar en lo político, tampoco han evolucionado en lo estético? ¿Es que los activistas abertzales, los gloriosos gudaris, los salvapatrias vascos no van nunca de rebajas? Pero si hoy te compras un modelito de terrorista por cuatro perrillas de nada y tan mona, nena. Pues no, siempre con la misma pinta, siempre disfrazados de Tomasín, el niño/fantasma de El Orfanato. Hala, viva el desaliño guerrillero. Encima de sádicos y muerteros, horteras.
Con lo bien que estarían con su traje y su corbata soltando esos eufemismos patrioteros y proclamando el alto el fuego permanente-transitorio-ya veremos. Pero no salen del capuchón de mala película de serie Z. Esos tres figurantes tras la mesa son un fotograma de Scream a la vizcaína, por triplicado, en 3-D, o sea. Ni siquiera se han planteado el antifaz de El Zorro, o una máscara veneciana, que siempre tiene su cosa erótica. Ni por ésas. No han renovado el vestuario desde que mandaron con viento fresco a Carrero.
Cada vez se parecen más al ejército desarrapado de Pancho Villa. Si lo que pretenden es meterle miedo al personal con esas caperuzas de nazareno pasadas de moda y esos blusones negros de fallero con resaca van listos y aviados. Ni Sabino Arana pasaría por tan mal gusto y tanto bochorno. A ver si se enteran de que hoy un terrorista de esa guisa no infunde temor, hombre, porque desde lo de las Torres Gemelas, desde lo de Bin Laden y todo aquello, hemos subido varios peldaños nuestro umbral de pánico. Ya no asustan los niñatos pelopunky de la kale borroka con piercings en las tetas, aunque sean del mismo Bilbao. Lo que asusta ahora al gentío es un gran atentado moruno en un tren lleno de gente, o una rociadita de ántrax en medio de una plaza o un misilazo con invierno nuclear. Eso sí que acollona. Lo malo de ejercer honradamente el terrorismo es que siempre hay alguien más burro y más bestia que tú.
La franquicia de Al Qaeda, con su terror exótico, barato, invisible, suicida, los ha dejado en bragas. Los de la marca Bin Laden dan más sangre a menor precio y claro, han reventado el mercado. Así no hay quien compita, oiga. Han perdido el suspense del miedo y sin suspense no hay película, eso lo sabemos por Hitchcock. Se les acabó el terror de tanto usarlo, como en la canción de la Jurado, y además, el ser humano se endurece cuando le hacen digerir demasiada violencia.
Podemos tolerar que nos matéis de un delicado tiro en la nuca, podemos tolerar el impuesto revolucionario, podemos tolerar las extorsiones, los secuestros, el coche bomba, la bomba lapa, la bomba bomba y toda la pesca. Hasta podemos tolerar que Anita Obregón esté en vuestra lista negra de posibles secuestros, la pobre, que menudo susto «la» disteis (como dicen en los madriles arrasados por vuestro fuego fatuo). Pero lo que no podemos tolerar bajo ningún concepto es el mal gusto en el vestir. Hasta para ir a la guerra tiene uno que estar presentable, ya lo dijo Gila.
Las manifestaciones de presos, la pedrada torpe al cajero, la quema de banderas españolas, los comunicados con faltas de ortografía se han quedado en simple folclore, en un chacolí antes de comer, en unos pintxos puño en alto y vámonos a la herriko taberna a ponernos ceguerones, andá la hostia, Patxi.
Hoy estremece más un bulo de los mercados que vuestro atuendo malo y horteraza. La serpiente ha mutado en serpentina. Travestidos de peleles con ojos vacíos de tiburón no vais a ganar la lucha armada, tíos. El truco del hombre del saco ya no cuela. Dejad de hacer el fantasma con cadenas e iros a casa a cortar unos troncos. Por Euskadi. Gora.
Imagen: Mingote
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